María Requena Meana es enferma especializada en cuidados paliativos y durante años ha acompañado, aliviado el dolor y atendido a enfermos terminales y crónicos. Ahora ella misma ha pasado al otro lado y es la enferma. Sufre “un cáncer de mama metastásico en estadío IV. “Me he pasado al otro lado, al del dolor y la vulnerabilidad. Soy una persona con una enfermedad crónica, incurable y que por supuesto produce dolor”, afirma ella.

En un un artículo de opinión enviado al ABC esta enfermera ahora enferma habla de la ley de la eutanasia que se está tramitando en España y lo hace desde una doble perspectiva. La que le da su experiencia en paliativos y la que le permitiría si se aprobara la ley poder acogerse a la eutanasia. Este es el escrito íntegro de María de por qué se opone a la eutanasia:

«Paliar, no matar»

Durante esta semana hemos estado escuchando mucho sobre eutanasia sí, eutanasia no. Esta carta no va dirigida a condenar nada. Nunca juzgaré a nadie que esté pasando por una situación de gran dolor. Estoy convencida de que cuando una persona que se encuentra en una situación de grave enfermedad pide la muerte es porque todo lo demás ha fallado y por lo tanto es un fracaso del sistema, que no ha sabido cuidarla como se merece.

Tengo la gran suerte de haberme podido formar en el hospital St. Christopher Joseph, centro creado por Cicely Saunders, la fundadora de los cuidados paliativos modernos. Esta mujer revolucionó la manera de enfrentarse al dolor y la muerte. Comprobó que un paciente que se encuentra al final de su vida padece un «dolor total», porque no solo sufre el cuerpo, sino que también está el dolor emocional, el dolor social y el dolor espiritual. Ante esta realidad, Cicely Saunders no optó por quitar el dolor eliminando a la persona que sufre, sino que formó a distintos profesionales para que cuidaran todas las dimensiones del sufrimiento.

Después del máster he tenido la suerte de ser enfermera de Oncología, y estoy completamente enamorada de mi profesión, que se reduce a una palabra: cuidar. En estos siete años he visto situaciones muy dolorosas, he acompañado a enfermos y familiares en sus últimos días y he podido aplicar todo lo que había aprendido en el máster de cuidados paliativos.

He dicho ya que he estado trabajando en la planta de Onco-hematología durante siete años. Desde hace dos años ya no puedo: un cáncer de mama metastásico en estadío IV me lo impide. Me he pasado al otro lado, al del dolor y la vulnerabilidad. Soy una persona con una enfermedad crónica, incurable y que por supuesto produce dolor. Cuando estos días escuchaba qué personas eran aptas para pedir la eutanasia y vi que yo era una de ellas, me produjo una profunda tristeza. Qué sociedad tan débil tenemos que ante el dolor te proponen eliminar la vida del que sufre y encima lo ve como un éxito. Que en pleno siglo XXI la solución que dan a las personas que sufren sea la muerte es de una cutrez impresionante. Por favor, no me ofertéis la muerte cuando esté cansada por tantos tratamientos, o cuando el dolor aumente, o cuando un día me levante agotada y diga que no puedo más. Demostradme que no soy una carga y que deseáis tenerme. Por favor, ofertadme lo que afortunadamente yo he podido ver y hacer durante años: unos cuidados paliativos de calidad que me quiten el dolor y que me acompañen hasta el final, pero no me pongan una inyección que acabe con mi vida y, por favor, no me digan que eso es una muerte digna.

Termino con unas palabras de Cicely Saunders: «Importas por ser tú, importas hasta el último momento de tu vida y haremos todo lo que esté a nuestro alcance, no solo para que mueras en paz, sino para que vivas, hasta el día en el que mueras».

Ayudemos a que nadie, en el momento del dolor, elija la muerte por falta de sentido y de soporte. Hay mucho por hacer y por aliviar y cualquiera podemos poner nuestro granito de arena para que la gente muera de manera natural y que esta opción no sea un sueño, sino una realidad. La eutanasia nunca será un fin natural, ni una muerte digna.