El síndrome postaborto, que convierte a la madre en víctima además de victimaria del crimen, ha sido objeto de un estudio novedoso en su planteamiento: una muestra amplia, aunque no totalmente representativa, de madres que pudieron expresarse con detenimiento sobre el impacto del hecho sobre sus vidas. Lo cuenta Cullen Herout, sanitario especializado en salud mental con amplia experiencia en el síndrome, en Crisis Magazine:
 
El mes pasado, el Journal of American Physicians and Surgeons publicó los resultados cualitativos de una encuesta cuyo objetivo era comprender más exhaustivamente el peaje emocional que se cobra el aborto. La encuesta estaba dirigida por la Dra. Priscilla Coleman, una de las investigadoras más destacadas del mundo en secuelas post-aborto, e incluía respuestas de casi mil mujeres.


La doctora Priscilla Coleman es una autoridad mundial en el síndrome postaborto. En 2012 rebatió un artículo que sostenía que el nacimiento era 14 veces más peligroso para la mujer que el aborto.
 
Esta investigación es única porque su propósito era estudiar la experiencia post-aborto a un mayor nivel cualitativo respecto a estudios anteriores. Al plantear preguntar abiertas y, después, al clasificar las respuestas, la Dra. Coleman permitió que las encuestadas discutieran abiertamente su experiencia después del aborto, de un modo que no estaba limitado a la medición de resultados cuantitativos lo que les permitió describir su experiencia con sus propias palabras.
 
Se utilizó esta metodología para combatir algunas de las dificultades encontradas cuando se llevan a cabo investigaciones post-aborto. En su libro Forbidden Grief, Theresa Burke cita algunas de estas dificultades, que vale la pena mencionar aquí.


Fobidden Grief, El dolor prohibido, es una obra de Theresa Burke, fundadora de Rachel's Vineyard [El Viñedo de Raquel], iniciativa específica de ayuda a las madres que han abortado. El asesor espiritual de El Viñedo de Raquel es el sacerdote Frank Pavone, de Sacerdotes por la Vida.

La primera de ellas es que las reacciones al aborto varían a lo largo del tiempo, por lo que dependiendo de cuándo se llevó a cabo el estudio cuantitativo, el abanico de experiencias de una mujer puede no verse reflejado con rigor. La segunda dificultad es que los estudios longitudinales tienden a tener un alto índice de abandono en el tiempo y, a menudo, les falta el seguimiento necesario para que el estudio sea válido y fiable. La última dificultad, y seguramente la más importante, es que la medición de resultados cuantitativos tiende a ser excesivamente simplista y, sencillamente, no es capaz de captar la complejidad de la experiencia de la mujer después de un aborto.
 
En los años que llevo trabajando con el ministerio post-aborto El Viñedo de Raquel [Rachel's Vineyard], he observado que el último punto es especialmente relevante. Las mujeres con las que he hablado y trabajado tienen vidas únicas y complicadas. Su experiencia después del aborto es compleja, vasta y llena de giros. A veces, las mujeres (y los hombres) sólo son capaces de verbalizar del todo su respuesta emocional al aborto cuando tienen la posibilidad de confiarse con un profesional o con otras personas que han pasado por respuestas emocionales similares. Incluso entonces, muchas veces esas emociones siguen causando confusión y desorden interior. En otras palabras, sus experiencias no encajan adecuadamente en la casilla de un cuestionario que se tiene que marcar con una equis. Sin embargo, esto es lo que ofrecen la mayoría de los estudios post-aborto.

Defectos de metodología 
Por ejemplo: un estudio publicado a finales de 2016 afirmaba que muchas mujeres con embarazos no deseados no habían tenido ningún síntoma mental negativo después del aborto. Pero si se examina la metodología empleada, se podrá observar que la medición de los resultados incluye sólo indicaciones de depresión, ansiedad y un par de preguntas sobre la autoestima y el nivel de satisfacción con la vida. Estas mediciones se utilizaron en intervalos de seis meses durante los cinco años posteriores al aborto, en un intento de suplir la falta de estudios longitudinales en la experiencia post-aborto.
 
Pero cualquier persona inteligente se dará cuenta que la depresión y la ansiedad no incluyen de manera exhaustiva la amplia gama de posibles respuestas a algo como el aborto. Las respuestas emocionales que las personas experimentan individualmente después de un aborto son, sencillamente, demasiado complejas. Además, un intervalo de seis meses puede ser satisfactorio si intentamos calcular las consecuencias sobre la salud física, pero no pueden considerarse en absoluto satisfactorios en algo tan fluido como la salud mental de una persona.
 
Además, cinco años no es tiempo suficiente para estimar todos los modos cómo un aborto realizado en el pasado puede afectar a una persona mientras lleva adelante su vida. En al menos un estudio, realizado por el Dr. David Reardon, se demostró que entre las mujeres que habían experimentado consecuencias o sentimientos negativos por su aborto, una gran mayoría los experimentó a los cinco años del aborto. Por lo tanto, un estudio que cubra cinco años no es suficientemente prolongado en el tiempo para identificar a muchas de las personas que, con el tiempo, se arrepentirán o tendrán sentimientos negativos a causa de su aborto.

Respuestas prolijas y personalizadas 
Por esta razón, permitir que las mujeres utilicen sus propias palabras para describir su respuesta a lo largo del tiempo es la mejor manera, con mucho, para tener un cuadro detallado de lo que han sentido, sobre todo en lo que se refiere a su psique. Es un proceso delicado, pero es lo que hace que la investigación de la Dra. Coleman sea tan valiosa para quienes están interesados en comprender la experiencia post-aborto.
 
Los críticos observarán, con razón, que es una muestra de casos muy selectiva y la Dra. Coleman es consciente de ello. Las encuestadas se seleccionaron, sobre todo, entre las pacientes de los Centro de Atención a las Embarazadas CareNet, que tienen programas post-aborto. De este modo, si bien las participantes en la encuesta no constituían un ejemplo representativo de mujeres que habían abortado, es cierto que había una amplia variedad de edades, raza y sector demográfico representados. A pesar de todo, la encuesta proporciona un perfil muy detallado de esas mujeres que tienen reacciones emocionales negativas tras abortar. Este detalle, por sí solo, tiene mucho valor y a pesar de la falta de una muestra representativa, de la encuesta surgen algunos resultados dignos de mención, como también ideas, que son reforzadas por los resultados de la clasificación.
 
El primer resultado digno de mención es que casi un tercio de las participantes indicó que no había nada positivo en la decisión de abortar a su hijo no nacido. La Dra. Coleman lo resume así: "Las mujeres en general no hablaron de empoderamiento, de la capacidad de controlar su destino reproductivo, de liberarse de parejas violentas, de la necesidad de abortar para ser competitivas en el trabajo, etc.". No hicieron ninguna mención a la posibilidad de acabar los estudios o, simplemente, a la posibilidad de esperar a estar preparada para tener un hijo.


 
Esto es significativo porque los eslóganes antes mencionados son las típicas razones que da el mundo progresista para justificar la necesidad del aborto. Los resultados indican que para muchas mujeres estos eslóganes son más una retórica que se utiliza en el debate público, que reflexiones rigurosas de lo que sienten tras elegir el aborto. Y, contrariamente a lo que se esperaba, indican que lo más negativo del aborto, con mucho, es la pérdida de la vida humana. En general, las vidas de las mujeres que participaron en la encuesta "no volvieron a la normalidad", que es lo que se suele decir cuando se vende la idea del aborto a mujeres que se enfrentan a un embarazo no deseado. Son conscientes de que han cometido un gran mal y fueron capaces de identificar esto como lo peor de la experiencia del aborto.
 
El segundo resultado es, tal vez, el más importante de todos y enfatiza una verdad que, realmente, no puede ser exagerada. La verdad es que Dios tiene el poder de sacar la belleza de la peor tragedia. Esta verdad se desprende de las cifras.
 
El 17% de las encuestadas indicó que, como resultado del dolor que experimentaron después del aborto, su vida espiritual se renovó y profundizó. El 13% de las mujeres empezaron a trabajar o colaborar con mujeres con embarazos no deseados. El 9% compartió su historia oralmente o por escrito con el fin de ayudar a otras personas que se enfrentan a situaciones similares. El 8% está comprometido en ayudar a otras mujeres a recuperarse de un aborto, compartiendo con ellas la misericordia y el amor de Dios. Otro 8% se convirtió al cristianismo como resultado del sufrimiento experimentado después del aborto, mientras que más del 6% de las mujeres se convirtió en miembros activos del movimiento provida. Todos estos son resultados positivos, consecuencia directa de la experiencia negativa de las mujeres en relación al aborto.

Lo que solo Dios puede hacer
El aborto es un mal intrínseco y debe ser siempre rechazado como tal. No hay nada que justifique el aborto y estos resultados no deben ser interpretados de manera que sugieran que la muerte de un niño no nacido no es más que un medio para un fin. Cada aborto es una tragedia de magnitud incalculable. Durante una entrevista reciente que le hice a la Dra. Coleman, ésta observó que muchas mujeres hubieran deseado acercarse a Dios por otro motivo que no fuera el aborto.
 
Sin embargo, el hecho es que no podemos cambiar el pasado. Para quienes han elegido el aborto, Dios tiene el poder de coger una tragedia y convertirla en algo hermoso. Sólo Él tiene el poder de hacer todo nuevo. Sólo Él puede transformar los corazones de maneras que no podemos imaginar. He visto estas transformaciones en mujeres y hombres que tienen un aborto en su pasado y los resultados de la encuesta de Coleman corroboran esta verdad.


Esperanza Puente ha vivido en primera persona el síndrome postaborto y a raíz de ello se ha entregado totalmente a ayudar a madres que pueden estar pensando abortar o lo han hecho y padecen por ello. 

En un estudio cuantitativo nunca se hubieran visto estos resultados y ningún inventario de síntomas hubiera sido capaz de captar lo que estas mujeres han verbalizado en esta encuesta. No sólo fueron capaces de identificar la respuesta emocional negativa que experimentaron después del aborto, sino que fueron capaces de discutirla detalladamente y describir cómo ha impactado en otros ámbitos de sus vidas. Fueron capaces de explicar que el aborto no es un incidente aislado o un aspecto de una parte de sus vidas, sino una decisión que ha afectado a su bienestar emocional durante muchos años después de haber abortado.
 
Se debería aplaudir a la Dra. Coleman por sus esfuerzos en reunir datos cualitativos sobre las experiencias de las mujeres tras elegir el aborto. Aunque en su encuesta falta una muestra representativa, la muestra seleccionada es suficiente para proporcionar una visión valiosa de la complejidad de la confusión emocional causada por el aborto. Con suerte, su búsqueda de datos cualitativos sobre la experiencia post-aborto estimulará la realización de más encuestas sobre este tema a medida que los investigadores reconozcan el valor de este método particular de reunir información.
 
Por nuestra parte, debemos recordar que Dios tiene el poder de transformar la más terrible de las tragedias en algo hermoso para quienes buscan Su perdón y misericordia.
 
Traducción de Helena Faccia Serrano.