San Guillermo de Rochester, panadero mártir. 23 de mayo y 22 de abril (traslación de las reliquias).

Su culto consta desde el siglo XII, pues en 1160 el monje Thomas de Monmouth escribe la primera “vita” que se conoce, pero está claro que es anterior, pues las biografías, legendarias o no, suelen responder a la necesidad de conocer más sobre un santo al que ya se le venera lo suficiente.

Según esta, Guillermo era un panadero, hijo de panaderos, de la ciudad de Perth, quien de joven vivió una vida disoluta, alejado de las enseñanzas de sus padres. Por intercesión de la Santísima Virgen fue sanado de una grave enfermedad y se convirtió de su mala vida. Enmendado, tomó el negocio familiar, se casó y tuvo varios hijos. Era un hombre nuevo: oraba, iba a misa diariamente, socorría a los pobres, para los cuales separaba un pan de cada diez que cocía. Una mañana de invierno, al salir de misa, vio un bebé abandonado a las puertas de la iglesia, lo recogió, lo bautizó y lo adoptó como hijo propio. Aunque le llamó David, el niño creció con el apodo de Cockerman, o sea “expósito”. Lo educó como a sus propios hijos, sin distinciones de cariños ni exigencias, pero le salió mal. David Cockerman no se sentía igual, y tenía envidia de los hijos carnales de sus padres, aunque lo callaba.

Pasaron los años y libre de la carga del trabajo, Guillermo quiso hacer una peregrinación a Jerusalén, eligiendo a su hijo adoptivo para que le acompañase a visitar los Santos Lugares. No avanzaron mucho. Al llegar a Rochester, camino de Canterbury David temió que el viaje menguara demasiado los dineros que llevaba su padre, así que guió a este a una callejuela apartada y allí le abrió la cabeza con un hacha, le abrió la garganta con un cuchillo y le robó la bolsa, las ropas y huyó a Escocia.

El cuerpo fue descubierto por una mendiga loca, que conmovida, trenzó una guirnalda de madreselvas, la colocó primero en la cabeza del cadáver y luego la suya, quedando de pronto sana. Contó lo sucedido y viendo los que la conocían su curación, corrieron a ver el cadáver, al que hallaron resplandeciente. Avisaron al clero y este, preventivamente, llevaron el cuerpo a la catedral, verificándose varios milagros en el traslado, por lo que los monjes decidieron enterrarlo allí mismo. Enterados de quien era, la viuda y los hijos decidieron perdonar al agresor, del que nunca más se supo, y constatando la devoción que el pueblo comenzaba a tener a su pariente mártir, no reclamaron el cuerpo, sino que lo dejaron en la catedral de Rochester.

En 1266 Lorenzo de San Martín, obispo de Rochester, pidió y obtuvo, la canonización del santo al que todos llamaban mártir. Alejandro IV la concedió. El 22 de abril de ese año se elevaron las reliquias y se trasladaron al crucero de la catedral, a un bello sepulcro. Sus reliquias llegaron a ser tan veneradas como las de Santo Tomás Becket (29 de diciembre) en Canterbury, el sitio de peregrinación inglés por excelencia. Como memoria de la canonización, se construyó una ermita en el sitio del asesinato. En el siglo XIV se amplió y se añadió un hospital para los peregrinos que la visitaban. Varios papas y prelados enriquecieron la devoción con diversas indulgencias y perdones. Reyes y nobles se encomendaban al mártir y dotaron de prebendas y beneficios su culto. En el siglo XVI fue proclamado santo patrón de Perth. Es abogado de los niños adoptados, de los panaderos, los locos y los peregrinos.




-"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
-"The history and antiquities of Rochester". SAMUEL DENNE y WILLIAM SHRUBSOLE. Londres 1772.