Este sábado 28 de abril la Iglesia ha beatificado en el Santuario de la Divina Misericordia de Cracovia (www.milosierdzie.pl) a la enfermera y oblata benedictina Hanna Chrzanowska, modelo de fe y de servicio a los enfermos, que durante la Segunda Guerra Mundial, bajo la ocupación nazi, se arriesgaba atendiendo enfermos perseguidos y judíos aprovechando la protección -limitada- que le daba ser de ascendencia alemana por parte materna. 

El Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, afirmó en su homilía que "Hanna fue una linterna de luz en la oscuridad del dolor humano". También el Papa Francisco la mencionó en el Ángelus del domingo: “dedicó su vida a cuidar a los enfermos, en los cuales veía el rostro de Jesús sufriente; demos gracias a Dios por el testimonio de esta apóstol de los enfermos y esforcémonos a imitar su ejemplo”.




Nació en 1902 en Varsovia. La madre de Hannah pertenecía a los Szlenkier, una familia de industriales germano-polacos, protestantes. Su padre era un terrateniente polaco católico. Ambas ramas de la familia eran conocidas por su tradición de obras caritativas. Por parte de padre era, además, pariente de Henryk Sienkiewicz, el autor de la novela "Quo Vadis". 



De niña Hannah pasó temporadas enferma y apreció la delicadeza de las enfermeras. Su tía Sofía, enfermera y fundadora del hospital pediátrico de Varsovia donde ella se recuperó, también fue un modelo para la niña. 


Hizo sus estudios de secundaria con las ursulinas. Durante la guerra de Polonia contra los bolcheviques atendió como voluntaria a los heridos. Luego, con 18 años, en 1920, empezó sus estudios de enfermería. También estudió enfermería en Francia y en Bélgica. Fue profesora de enfermeras e higienistas en Cracovia de 1926 a 1929 y editora de la revista mensual "Polonia Enfermera" desde 1929 a 1939. Ayudó a crear la Asociación Católica de Enfermeras Polacas en 1937


En 1932, "a los 30 años, su vida tuvo un giro decisivo hacia la santidad, cultivada con la oración, con la comunión y la adoración eucarística, con ejercicios espirituales, con la recitación del Santo Rosario", afirmó el cardenal Amato. Para Hanna no bastaba cuidar a los pacientes en el hospital e inició un sistema de visitas domiciliarias, lo que llamó “enfermería abierta”.


Después llegó la Segunda Guerra Mundial. El 6 de noviembre de 1939, los nazis detuvieron y deportaron a 184 académicos de Cracovia, incluyendo a su padre, que murió en el campo de concentración de Sachsenhausen. Bogden, el hermano de Hannah, murió asesinado en la matanza de Katyn, con otros 22.000 oficiales polacos desarmados y ejecutados en secreto por los soviéticos.

Ella en Varsovia organizó a las enfermeras para que atendieran a los enfermos en casas y ayudó a alimentar y emplazar a los refugiados de la guerra, incluyendo judíos. También se presentó como enlace entre el comité polaco de Cracovia para aliviar a las víctimas y las autoridades alemanas, al ser ella de ascendencia alemana por parte de madre. 


En esos años de guerra, los nazis prohibían a los polacos celebrar actividades festivas y culturales, incluyendo las de Navidad, sus adornos, trajes tradicionales o comidas. Las estudiantes de enfermería recuerdan, sin embargo, que cuando llegaron al comedor del hospital en Navidad, Hanna les esperaba con traje tradicional polaco, les sonreía, les felicitaba la navidad y las animó a cambiarse y celebrar la fiesta. Así lo hicieron. Era un riesgo, pero ella pensó que la Navidad valía la pena: ese día, el Niño Jesús, en su pequeñez, fue más fuerte que la prohibición del poder ocupante. 




Después de la guerra llegaron los comunistas. Ella fue un tiempo directora de una escuela de enfermeras psiquiátricas en Kobierzyn hasta que los comunistas la cerraron. Entonces se dedicó a atender como enfermera a los pobres de su zona parroquial.

Le diagnosticaron cáncer en 1966 y murió por esa enfermedad en 1973. Su paisano, el cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II, celebró su funeral. Él la había ayudado a organizar redes de enfermeras parroquiales desde 1957 y la había acompañado varias veces a visitar enfermos. 



En su funeral, Karol Wojtyla dijo: “Gracias a ti, Hanna, que has vivido en medio de nosotros, que fuiste así, como eras, la encarnación de las bienaventuranzas de Cristo, especialmente la que dice: bienaventurados los misericordiosos”.

Ahora es ya beata de la Iglesia Católica y un modelo público para todos los que cuidan de los débiles y enfermos.