Jessica Francisco (el apellido le viene por matrimonio) es una administrativa de Singapur que cuenta en un vídeo de Shalom World una historia de conversión a Jesús, de transformación y perdón por el Espíritu Santo y también de confianza en Dios para su vida amorosa. Empieza su historia hablando de tristeza y traición, y acaba llena de alegría y amor.

Una familia taoísta, un padre con un secreto

Jessica nació en una familia taoísta. Su madre, que era muy religiosa, "el pilar de la familia", la llevaba de niña a templos con bastante frecuencia y participaban en los ritos y ofrendas de incienso.

Jessica de niña en Singapur.

Su padre se ausentaba mucho. De niña, Jessica pensaba que era por su trabajo de reparación de barcos. Pero más adelante supo que su padre tenía una doble vida, otra esposa y otros hijos. "Yo vi que eso dañaba mucho a mi madre".

Cuando la madre de Jessica enfermó de cáncer, afrontó su enfermedad sin el apoyo de su marido. Se apoyaba sobre todo en su hija mayor. También Jessica la acompañaba al hospital a sus tratamientos, casi diariamente, de los 10 a los 12 años. Finalmente, su madre murió, delgada y demacrada. Además, recuerda Jessica, "murió con ira, acritud y sin perdonar".

"Ver eso fue duro para mi familia, incluso pensar hoy en ello me entristece", admite.

Un duelo ocultado e interrumpido

Al morir la madre, vino su padre a instalarse en la casa con su "otra familia" y de repente tuvieron que compartir vivienda y vida con unos perfectos extraños, casi sin espacios. "No pudimos ni hacer duelo por la pérdida de mi madre".

Su padre había nacido y se había formado en China y era un hombre muy autoritario. No permitía que nadie expresara quejas ni sentimientos. Jessica no podía expresar su dolor ni a sus hermanas, quienes también vivían su propio duelo incompleto.

En clase de Historia le hablaron de Jesús

Un día, en el colegio, en clase de Historia la maestra les habló del Imperio Romano.

"De repente, ella mencionó a Jesús, que decía que era el Hijo de Dios, que murió en la cruz por los pecados de los demás, que se sacrificó por los demás, y eso, por alguna razón, capturó mi atención. Me pregunté por qué una persona estaría tan dispuesta a entregar su vida. Mi mamá había perdido la suya, y era algo muy valioso. Y empecé a preguntar a mis amigos qué sabían de ese Jesús que murió por otros".

Tenía compañeros cristianos protestantes que le contaron algunas cosas de Jesús y le presentaron la Biblia. "Me consolaban las historias del Evangelio en que Jesús curaba personas", recuerda. Empezó a ir con algunos amigos a los servicios protestantes y allí encontró la acogida de una comunidad cristiana.

"Cuando mi padre descubrió que me juntaba con cristianos se enfadó mucho, me prohibió ir con ellos y restringió mis movimientos. No podía salir y perdí el contacto con ellos, pero guardé mi Biblia en secreto porque la Palabra de Dios me daba consuelo".

Un buen trabajo, pero un gran vacío

Jessica se centró entonces sus estudios, como su madre había deseado. Creció y pasó a trabajar en servicios administrativos de un centro politécnico. Tenía buenos jefes, buenos colegas y sentía que le iba bien. Pero también sentía un gran vacío.

Jessica, administrativa politécnica.

Un día le llamó su hermana mayor y le dijo: "¿Te apuntarías conmigo a un programa de la Iglesia Católica? Es para saber más de Jesús".

Y Jessica pensó: "¿Y si esto es la respuesta a lo que yo buscaba, a ese vacío?"

Por el horario, no pudo apuntarse, pero vio cómo su hermana cambiaba en ese curso. "Mi hermana odiaba a mi padre, no quería tener nada que ver con él. Pero gradualmente cambió. Empezó a preguntar qué tal le iba a papá, vi que su ira iba disminuyendo", recuerda. "Cuando ella se bautizó, pude ver su gozo, su alegría".

Bautizo... y Seminario de Vida en el Espíritu

Más adelante, sus horarios de trabajo cambiaron y pudo hacer el curso de iniciación católica. "Mi ira hacia mi padre fue disminuyendo, aunque no diría que me reconcilié del todo".

Se bautizó con alegría, diez días después fue confirmada y un mes después se apuntó a un Seminario de Vida en el Espíritu de la Renovación Carismática.

"Allí sentí el poder del Espíritu Santo. Me condujo a querer reconciliarme del todo con mi padre. Hice el acto voluntario de perdonar a mi padre, y cuando tomé esa decisión, el Espíritu obró en mi corazón", explica.

"Primero fue la decisión. Después, el corazón quiso dejar ir todo el dolor, la ira, falta de perdón. Pude perdonar a mi padre. Y desde entonces, cuando rezo el Padrenuestro, puedo verme como una hija de Dios y rezarlo con todo mi corazón", detalla con alegría.

Con gozo pudo ver que poco a poco todos sus hermanos se reconciliaban con su padre y la vida de toda la familia mejoraba.

Dios, los novios y el santuario de Lourdes

Durante 10 años tuvo una buena relación con un joven que era firmemente budista, pero fue dándose cuenta de que aquello no parecía llevar a un buen matrimonio. Ella consultó a Dios, y le pareció que Dios le pedía seguirle a Él, donde fuera. Y dejó a ese novio.

Y poco después, en su grupo carismático de oración, conoció a Gerard Francisco, que sería su marido. Durante un tiempo eran solo amigos cristianos, él era mayor y un cristiano veterano. Pero cuando peregrinaron a Lourdes, cada uno de ellos recibió en oración, por separado, la sensación, o el aviso de Dios, de que el otro sería su cónyuge.

No se atrevieron a decirse nada el uno al otro. Pero de vuelta a Singapur, otras personas que no sabían nada del asunto, recibieron esa misma sensación en oración, y fueron a comentársela a Gerard. Él se atrevió a comentarlo con ella y así se cimentó su relación. Tuvieron 3 hijos, que ya estudian en la universidad.

Desastre económico, ¡pero hermosos frutos evangelizando!

Hubo momentos a la vez duros y extraños. Al poco de nacer el primer hijo, perdieron sus negocios y hasta su casa en la crisis económica del Sudeste Asiático. Fueron a una casa barata de alquiler. "Pero esos mismos años nos volcamos en el ministerio, la predicación, la oración de sanación... cuanto peor nos iba económicamente, más frutos florecían en el ministerio", señala. "Dios fue grande y envió después gente a ayudarnos y pudimos empezar de nuevo, con un negocio que fue creciendo".

También en una enfermedad grave que ella tuvo, él la acompañó con su oración, "imponiendo la manos en mí y orando", y su presencia. Vivió algo muy distinto a la soledad de su madre en su enfermedad.

Jessica considera que Dios fue quien lo cambió todo: Él llenó su corazón de amor y perdón, su vida familiar se sanó, ha podido tener un matrimonio lleno de amor y felicidad y llevar ese amor de Dios a muchas más personas.