Hija de padre agnóstico y de una directora evangélica de escuela dominical, Lee Ann fue educada en los pilares del protestantismo pero dejó toda religión en la adolescencia. 

“Acepté a Jesucristo cuando tenía nueve años. No tenía una fe muy madura, porque era bastante joven, pero mi madre era muy activa en nuestra iglesia y yo la ayudaba en la escuela dominical”.

Lee, a caballo entre la fe de su madre y un padre agnóstico con retazos de cristianismo cultural, se involucró más profundamente conforme crecía, hasta que tuvo una gran crisis durante la adolescencia.

“Pensé que toda religión organizada era estúpida, especialmente la fe católica. Me rebelé”, confesó a California Catholic Daily.

Espiritualidades alternativas

Mientras, desarrolló gran interés por las creencias americanas nativas y orientales.

Un día, le invitaron a colaborar en un disco de espiritualidad. “La canción para la que querían que cantara estaba dedicada a todos los dioses. Había un gran creador y se alababa a Krishna, a Buda y a Alá”, explica. 

En un primer momento le emocionó la idea. Pero, "cuando intenté cantarlo, algo dentro de mí dijo: `No´. Literalmente, no pude cantarlo".

Poco después, comprendió que aquel episodio fue lo que le llevó de vuelta a un Salvador mucho más concreto y con un nombre propio: Jesucristo.

“Comencé a rezar de nuevo en privado y miré a Jesús. Sabía que Dios me estaba atrayendo hacia Él”.

Conoció al que, años después, sería su esposo. “De repente me dijo que era católico, no tenía ni idea y cuando un día me invitó a misa, fue mi primera vez”.

Impactada en su primera misa 

Esa primera misa la dejó impresionada. “Me asombró la reverencia y adoración. Vi que no se centraba en el sacerdote o en lo que estuviese diciendo. De hecho, la homilía fue aburrida y la música no fue muy buena, pero sentí la reverencia”, detalla.

Le dijo a su madre evangélica: “Fui a una iglesia católica y fue una locura, pero estaban centrados en adorar a Jesús”.

Cuando comenzó a salir con su novio vio que los padres de él estaban redescubriendo el catolicismo. “Habían tenido un encuentro con Cristo, comenzaron a tener una relación personal con Él”.

Pero la conversión seguía sin entrar en sus planes

Conocer a la familia de su novio motivó su interés en la fe. “No estaban tratando de convertirme, pero estaban creciendo espiritualmente y no podían evitar hablar de ello”. Cada vez que los veía, Lee Ann preguntaba a sus suegros por la fe y, un día, le recomendaron escuchar la historia de conversión de Scott Han.

Comenzó a leer cosas y siguió yendo a misa con su esposo pero, incluso al prometerse, la conversión seguía sin entrar en sus planes. “Estaba de acuerdo en que él quisiera educar a nuestros hijos como católicos”, pero nada más.

Cuando Lee y su novio se casaron, resurgió con fuerza el interés de la joven por la religiosidad. En una misa, cuando conoció a los miembros del coro, aprovechó su gusto por la música para hablar con ellos sobre su fe y lo que sabían sobre ella.

Solo buscaba investigar, y encontró la respuesta de Dios

“Decidí que quería aprender más al respecto sobre la fe y comencé los cursos de iniciación cristiana. No con la intención de convertirme, sino como una investigación”.

“Esto es todo”, pensó dos años después de comenzar el curso. “Aquí es donde Dios me ha estado llamando. He estado rezando durante 6 o 7 años para ello y esto es lo que Dios me está diciendo que haga: es la Iglesia Católica”.

Sin embargo, durante los primeros años de matrimonio, Lee y su marido no tenían una fe muy asentada. “No íbamos a misa todos los domingos ni comprendíamos bien nuestra fe”.

El matrimonio deseaba crecer espiritualmente, pero no tenía los medios ni sabía cómo hacerlo, hasta que un día, cuando ya tenían dos hijos, conocieron a un arraigado matrimonio católico de su parroquia. Eran los encargados de impartir catequesis a los jóvenes, con quienes también cantaban en las misas.

La Teología del Cuerpo le ayudó a crecer en la fe

Nos hablaron sobre la Teología del Cuerpo”, explica Lee Ann. “Ahí comencé a crecer como católica”.

Solo había un problema que ninguna explicación lograba resolver: la Virgen María.

A Lee Ann solo le quedaba superar un punto de inflexión que le llevaría a su conversión definitiva: María y la oración.

Aquel momento llegó cuando le diagnosticaron cáncer a su suegro. “Fue la primera vez que aprendí a rezar el rosario o abrazar a María. Me humillé ante ella y comencé a pedirle consuelo. Nunca me molesté en comprender a la Virgen o los santos hasta que se estaba muriendo”, explica.

Una intervención de Dios: María, de "problema" a madre y regalo 

“Sinceramente, no entendí lo que ocurrió”, admite. “Creo que Dios y María intervinieron de una forma sobrenatural: después de eso abracé a María como mi madre y un regalo de Dios”.

Debido a sus orígenes evangélicos, aquella pregunta siempre volvía sobre sí misma: "¿Por qué necesitas a María, si Jesús es suficiente?"

Después de comenzar a rezar el rosario, lo tuve claro: María, nuestra madre, es un regalo”, concluye.

Algunas de las reflexiones de Lee Ann tras su conversión.