Con motivo del 25º aniversario de la fundación de la capellanía congoleña en Roma, Francisco celebró misa este primer domingo de Adviento según el rito zaireño, una adaptación del rito romano aprobada por la Congregación para el Culto Divino en 1988.

En su homilía, según recoge ACI, el Papa afirmó que "el consumismo es un virus que infecta la fe desde la raíz, porque te hace creer que la vida depende sólo de aquello que tienes, y así te olvidas de Dios, que viene al encuentro, y de quien tienes a tu lado. El Señor viene, pero en cambio sigues los apetitos que te llegan; el hermano llama a tu puerta, pero a ti te molesta porque interrumpe tus planes”.

Francisco explicó que “en el Evangelio, cuando Jesús señala los peligros para la fe, no se preocupa de enemigos poderosos, de hostilidades y de persecuciones. Todo eso lo ha habido y lo habrá, pero no debilita la fe. El verdadero peligro, por el contrario, es aquel que anestesia el corazón: depender del consumismo, y cargar el corazón con necesidades... Entonces se vive de cosas y no se sabe para qué; se tienen muchos bienes, pero no se hace el bien; las casas se llenan de cosas, pero se vacían de hijos; se pierde el tiempo en pasatiempos, pero no se dedica tiempo a Dios y a los demás”.

El coro interpretó las oraciones litúrgicas según los ritmos de la música congoleña propia del rito.

"Cuando se vive para las cosas", continuó el Papa, "las cosas no bastan nunca, la codicia crece y los demás parecen obstáculos en el camino, y así se termina por sentirse amenazados e insatisfechos siempre, y enfadados, se eleva el nivel del odio”.

Francisco subrayó que Jesús quiere despertar al pueblo de este consumismo, y “lo hace con el verbo ‘vigilad’. Vigilar era el trabajo del centinela, que vigilaba permaneciendo despierto mientras los demás dormían. Vigilar es no ceder al sueño que atrapa a todos”.

“A nosotros nos toca hoy vigilar", concluyó: "Vencer la tentación de que el sentido de la vida sea acumular, desenmascarar el engaño de que se es feliz si se tienen muchas cosas, resistir las luces resplandecientes del consumismo que brillan por todos sitios durante este mes, y creer que la oración y la caridad no son tiempo perdido, sino los tesoros más grandes”.