"Hermanos y hermanas, soñemos, busquemos, adoremos", concluyó el Papa su homilía en la festividad de la Epifanía del Señor, que celebró este jueves en la basílica de San Pedro.

El modelo para todo ello son los Reyes Magos, en cuyas motivaciones indagó porque "tenían buenas excusas para no partir": "Eran sabios y astrólogos, tenían fama y riqueza. Habiendo alcanzado esa seguridad cultural, social y económica, podían conformarse con lo que sabían y lo que tenían, podían estar tranquilos".

El deseo de Dios

Sin embargo, "su corazón no se deja entumecer en la madriguera de la apatía, sino que está sediento de luz; no se arrastra cansado en la pereza, sino que está inflamado por la nostalgia de nuevos horizontes". Una inquietud que "nace del deseo", un fuego "que arde dentro de nosotros y que nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de lo visible" para acoger la vida "como un misterio que nos supera, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá".

"Dios nos ha hecho así", dijo Francisco: "Amasados de deseo... Somos lo que deseamos, porque son los deseos los que ensanchan nuestra mirada e impulsan la vida a ir más allá".

Un deseo que es necesario para "la vida y el camino de la fe", pues "es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio. Es triste cuando un sacerdote ha cerrado la puerta al deseo; es triste caer en el funcionalismo clerical, es muy triste".

El mal de nuestro mundo

Es el problema que vive nuestro mundo hoy, "la desaparición del deseo de Dios", que guarda relación "con la somnolencia del alma, con la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros".

Entrada del Papa para la misa de Epifanía.

"Nos hemos replegado demasiado en nuestros mapas de la tierra y nos hemos olvidado de levantar la mirada hacia el Cielo", subrayó: "Estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta. Nostalgia de Dios. Nos hemos obsesionado con las necesidades, con lo que comeremos o con qué nos vestiremos (cf. Mt 6,25), dejando que se volatilice el deseo de aquello que va más allá".

Nos encontramos "personas cerradas, comunidades cerradas, obispos cerrados, sacerdotes cerrados, consagrados cerrados", con una "falta de deseo" que "lleva a la tristeza, a la indiferencia": "Comunidades tristes, sacerdotes tristes, obispos tristes", reiteró.

Los Reyes Magos, maestros en el camino de la fe

La festividad de la Epifanía es el día preciso "para volver a alimentar el deseo", yendo a la "escuela del deseo", a los Reyes Magos: "Miremos los pasos que realizan y saquemos algunas enseñanzas".

¿Qué pasos son esos?

Los Reyes "parten", enseñándonos que la fe es "un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios".

Los Reyes "preguntan", enseñándonos que "Dios se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas" y que "el camino es dejarse interrogar".

Los Reyes "desafían" [a Herodes], enseñándonos que "necesitamos una fe valiente, que no tenga miedo de desafiar a las lógicas oscuras del poder, y se convierta en semilla de justicia y de fraternidad en sociedades donde, todavía hoy, tantos Herodes siembran muerte y masacran a pobres y a inocentes, ante la indiferencia de muchos".

Por último, los Reyes "regresan" [por otro camino], enseñándonos "la creatividad del Espíritu, que siempre realiza cosas nuevas... para llevar el Evangelio al corazón del que es indiferente, del que está lejos, de quien ha perdido la esperanza".

Oración de adoración

Por último, Francisco recordó que la finalidad última del viaje de los Magos fue la adoración del Niño. "Recordemos esto", dijo: "El camino de la fe sólo encuentra impulso y cumplimiento ante la presencia de Dios. El deseo se renueva sólo si recuperamos el gusto de la adoración. El deseo lleva a la adoración y la adoración renueva el deseo".

Solo Jesús sana "la dictadura de las necesidades", el corazón enfermo cuyos deseos coinciden con sus necesidades: "No olvidemos la adoración, la oración de adoración, que no es muy común entre nosotros. Adorar, en silencio. No nos olvidemos de la adoración, por favor".

"El mundo espera de los creyentes un impulso renovado hacia el Cielo", concluyó el Papa, quien pidió por ello seguir "abiertos a las sorpresas de Dios".