El Papa Francisco ha vuelto a conceder una entrevista con motivo de los diez años de su pontificado. En este caso, al periódico italiano Il fatto quotidiano, donde ha emitido no pocos mensajes dirigidos a la actitud que los fieles deben mostrar ante desafíos locales o globales, como la corrupción, la fraternidad en la Iglesia o la importancia de no callar ante determinados males frente a la "globalización de la indiferencia".  

Preguntado por sus afecciones a lo largo de estos diez años, Francisco destacó que la corrupción tanto económica como "del corazón" es lo que más le ha hecho sufrir durante el pontificado. Concretamente se refirió a la mafia, a la que ha condenado duramente a lo largo de estos diez años tanto de forma verbal como administrativa -entre otras formas, con la creación de una comisión para la excomunión de las mafias-.

"Hace que se pudra el alma y por eso los mafiosos están excomulgados: tienen las manos sucias de dinero manchado de sangre. Hacen negocio con las armas y la droga. Matan a los jóvenes y a la sociedad" y en la Iglesia "¡no hay lugar para los mafiosos!" Los beatos Pino Puglisi y Rosario Livatino no pactaron con la mafia y pagaron con su vida", expresó.

La corrupción de las mafias no fue la única que salió mal parada a lo largo de la entrevista. También situó de nuevo en el punto de mira los escándalos y los abusos, combatidos firmemente por Benedicto XVI. Como cardenal, recordó, "luchó con todas sus fuerzas contra la omisión y el encubrimiento que durante décadas encubrió a quienes cometían abusos en la Iglesia". "Yo -subraya- me he puesto en el camino trazado por él".

Hoy "no hay lugar en la Iglesia para quienes se manchan con este abominable pecado contra Dios y contra el hombre". El cambio de mentalidad más radical en la Iglesia para afrontar este escándalo, para el Pontífice, ha sido "empezar por escuchar a las víctimas. Para un pastor esto es fundamental". Benedicto XVI empezó a hacerlo en sus viajes, y luego lo hicieron por primera vez muchos presidentes de las conferencias episcopales", subrayó.

Luchar por la unidad, no por la uniformidad 

Preguntado por las disputas presentes actualmente en la propia Iglesia, Francisco expresó su propósito de "luchar por la unidad", que no por la "uniformidad".

Para Francisco, "es hermoso que entre hermanos se tenga el coraje de decirse las cosas a la cara, no alimentando las habladurías que matan". La Iglesia, agregó, "no es una orquesta en la que todos tocan la misma parte por lo que debemos luchar por la unidad, que no significa uniformidad. ¡Somos hermanos! Debemos tener el valor de nuestras ideas, el valor de decírnoslas directamente, pero después debemos reunirnos en torno a la misma mesa".

Se refirió nuevamente a la "atormentada Ucrania y todos los demás países que sufren la guerra". En esta ocasión, aludió a la responsabilidad de la sociedad frente a la indiferencia.

"Una cosa que me hace sufrir mucho es la globalización de la indiferencia, volver la cara hacia otro lado y decir: '¿A mí qué me importa? ¡A mí no me importa! No es mi problema'", expresó comparando esta actitud a la mostrada en la persecución de los judíos: "Aquella masacre de millones de personas tuvo lugar ante la cobarde indiferencia de tantos que prefirieron volver la cara y decir: 'A mí qué me importa'". 

En este sentido, destacó que el papel de la Iglesia debe ser "salir, estar en medio de la gente", como hizo don Tonino Bello. A él se refirió como "un profeta" y un "gran obispo de Apulia que estuvo en medio de su pueblo y luchó con todas sus fuerzas por la paz. Un hombre incomprendido en su época porque estaba muy adelantado. Hoy se le redescubre".

"Sintonizarse con el Señor, no con el mundo"

También reiteró su "sueño de una Iglesia sin clericalismo, la cosa más fea que le puede pasar a la Iglesia. Un sacerdote, un obispo o un cardenal que se enferman de clericalismo hacen mucho mal a la Iglesia'. Y aún peor "son los laicos clericalizados", una "peste en la Iglesia". El laico debe ser laico".

Antes de concluir, el Pontífice subrayó que su programa de gobierno ha sido y seguirá siendo "escuchar humildemente" la voluntad del Señor y ponerla en práctica. "Puede parecer una tarea muy sencilla, pero no lo es. Hay que sintonizarse con el Señor, no con el mundo".

Emitió, por último, un mensaje de aliento: "¡Nunca pierdan la esperanza! Aunque les hayan pasado cosas malas, aunque la experiencia que hayan tenido con algún hombre o mujer de la Iglesia no haya sido muy buena, no se dejen condicionar. El Señor siempre los espera con los brazos abiertos".