Si hace veinte años nos hubiesen hablado de los ataques que iba a recibir la familia en nuestro mundo occidental y cristiano, seguro que no nos lo hubiésemos creído, y por supuesto hubiésemos tildado de fantasioso a quien nos lo hubiese dicho. La familia, en los tiempos actuales, ha sufrido como tal vez ninguna otra institución la acometida de las transformaciones de la sociedad y de la cultura. Sin embargo, todavía hay mucha gente que sigue estando en la Luna y no se entera de lo que está pasando a su lado.
 
Hoy la familia está pasando por una crisis muy grave, donde fuerzas muy poderosas, como pueden ser organizaciones internacionales o fundaciones que manejan mucho dinero y que han conseguido atraer a su órbita a buena parte del mundo político, están intentando destruir la familia, apoyándose en la ideología de género, ideología fundamentalmente hija del marxismo y del relativismo, que rechaza la ley natural y está al servicio de las fuerzas del mal, como denunció hace tiempo el que entonces era cardenal Bergoglio y hoy es el Papa Francisco, con una oposición frontal a los valores familiares cristianos.

En cambio la Iglesia, en su seguimiento de Cristo, ha de estar al servicio de la Verdad, aunque ello no coincida con la opinión de los poderosos o, a veces, de las mayorías, lo que le constituye como el obstáculo más serio con el que se enfrentan quienes quieren destruir el matrimonio, la familia, la maternidad y la religión.
 
La Unesco, el Parlamento europeo, muchas comunidades autónomas de nuestro país y, dentro de muy poco, el Congreso de los Diputados ya han aprobado que la educación afectivo-sexual hay que darla de acuerdo con la ideología de género, aunque ello signifique vulnerar el artículo 27.3 de nuestra Constitución, que reconoce que ese derecho de educar a los hijos conforme a sus convicciones pertenece a los padres. Y es que se trata, según esta ideología, de realizar, aunque se violen los derechos de las personas y familias, el cambio cultural que supone defender la total liberación sexual que permita tener relaciones sexuales con cualquier otra persona, ya que el fin de la sexualidad, según ellos, es el placer egoísta, mientras que el amor o la fidelidad son valores obsoletos.
 
Pero, pese a todo, siempre se ha considerado que el núcleo fundamental de la sociedad es el matrimonio y la familia. El valor de la familia en nuestro desarrollo es fundamental. La familia es el lugar donde se recibe el don de la vida y donde uno es querido simplemente por ser miembro de ella. El hogar familiar es el ámbito que más fácilmente presta una seguridad afectiva, el que garantiza mayor continuidad en el proceso de educación e integración social. Es también una escuela de humanización y virtudes, y también el lugar ideal para aprender lo que es el amor, porque allí lo estamos viviendo. En pocas palabras, es el sitio ideal para aprender a ser personas y realizarnos como tales, cosa que evidentemente molesta a quienes pretenden manipularnos y por ello llaman familia a cualquier tipo de asociación de personas, aunque no favorezca la personalización.
 
La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido al conjunto de la sexualidad humana (CEC nº 2336). Pero como lo que se pretende es crear individuos fácilmente manipulables y sin personalidad, que no sepan distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, no nos extrañe que el Parlamento europeo encargue el informe sobre la educación afectivosexual a una diputada, Ulrike Lunacek, partidaria de la pederastia, que se promuevan las relaciones homosexuales (ver lo que dice sobre esto Romanos 1, 18-32), que se defienda la adopción por homosexuales, cuando en la adopción lo que debe buscarse es el bien del niño y no el contentar a unos adultos.

Como dice la Asociación Española de Pediatría: “Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo y adaptación social del niño” (La Razón 4-VI-2003, 27). Los pediatras italianos se pronuncian, igualmente por motivos profesionales, con un no rotundo a las adopciones por parte de homosexuales. Para ellos, aunque los niños tienen una gran capacidad de adaptación, “sin embargo, teniendo en cuenta la literatura científica disponible, viven mejor cuando pasan toda su infancia con sus padres biológicos casados”.
 
La última alcaldada de la ideología de género es el Pacto contra la Violencia de Género, aprobado en septiembre en el Congreso sin votos en contra y con la abhstención de los podemitas porque les parecía demasiado suave. En cierta ocasión comí con una fiscal del género femenino, quien me comentó que las leyes conceden a las mujeres tan abrumadoras ventajas y colocan a muchos varones en tan desesperada situación que son para éstos una incitación al crimen. Por cierto, ¿se dan ustedes cuenta de que no se publican las estadísticas de las mujeres que asesinan a sus compañeros sentimentales o de homosexuales que matan a su pareja? En 2016 hubo dieciséis homosexuales víctimas de su pareja, y en cuanto a las mujeres asesinas, se puede calcular que la tercera parte de los asesinados son varones.
 
De todos modos pienso que por mucho que intenten destruir la familia no lo conseguirán porque es una institución divina, si bien pueden hacer mucho daño.