El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego, "pentecostés") vividos y celebrados como un solo día: los cincuenta días que median entre el domingo de Resurrección y el domingo de Pentecostés "se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo" (Normas universales del año litúrgico, n. 22).

Es lo que debemos de hacer los cristianos, y no "hacer la pascua" de forma humana e hipócrita. ¿Cómo podemos celebrar una Pascua cristiana si no practicamos la misericordia y el perdón? Es curioso que en el tiempo pascual celebremos el Domingo de la Misericordia, algo que dejamos a Dios, pues no somos capaces de ponerlo en práctica...

-Nos creemos tan perfectos que invitamos a nuestros hermanos a irse de nuestras comunidades para que las mismas no se ensucien.

-Nuestra forma de ayudar a nuestros hermanos es pasarles la pelota a otros, para así quedar libres de sus faltas.

-Juzgamos acciones de otros de una manera impecable como jueces y no como hermanos.

-Aplicamos a los demás unas sentencias impecables e intolerantes con sus acciones en vez de acogerlos como a nosotros nos gustaría ser acogidos.

-No creemos ni en el perdón de nuestros pecados ni en la misericordia de Dios, sin tener en cuenta el arrepentimiento de la persona ni el tiempo pasado sin recaer.

-Practicamos el arte del cumplí-miento: hacia los demás, pero no hacia nosotros.

Por todo ello:

-Perdóname, por favor, cuando hago un espectáculo provocado por la mucha duda en mí mismo.

-Perdóname, por favor, por mi silencio y por molestarme demasiado por la bulla de otro.

-Perdóname, por favor, cuando grito y me quejo, cuando hablo demasiado o cuando, airado, maldigo.

-Perdóname, por favor, por amar cosas, por chismear y lamentarme porque no somos iguales.

-Perdóname, por favor, cuando no te perdono: Dios dice que eso está mal si deseamos vivir bien.

-Perdóname, por favor, cuando alardeo: quiero que sepas que se trata de sentimientos de inferioridad.

-Perdóname, por favor, por lastimarte: las palabras te roban el gozo y luego destrozan mi corazón.

-Perdóname, por favor, cuando me preocupo y hago berrinches de ser humano: no te disgustes.

-Perdóname, por favor, cuando actúo como si fuese mejor que tú, porque en realidad es tan solo una actuación y tú lo sabes.

-Perdóname, por favor, cuando detesto lo que no soy: solo ora por mí que eso significará mucho.

-Perdóname, por favor, cuando traigo mi pasado y te hago pagar por lo que otro hizo ayer, o por hechos ya pasados y juzgados.

-Perdóname, por favor, mientras pido tu perdón: porque tú también lo necesitarás si no quieres que tu corazón se endurezca.

No nos hagamos sordos ni rebeldes ante estas palabras. Vivamos la caridad con todas sus consecuencias, también con la exigencia del perdón. Si descubres que guardas rencor a alguien, tienes ahora la oportunidad de perdonar. Este es el momento. Verás que te ayudará a vivir la Pascua de un modo más alegre y generoso.

Ignacio Segura Madico es vicepresidente de Fidaca (Federación Internacional de Asociaciones Católicas de Ciegos).