Cada cierto tiempo, cuando se publican las tablas de los hombres más ricos del mundo, el sultán de Brunei figura en ellas. Ya los lectores de las novelas del pirata Sandokán, ambientadas en los mares malasios del siglo XIX, asociaban Brunei con lujo.

Brunei es hoy un pequeño país independiente de unos 400.000 habitantes en la isla de Borneo, entre Indonesia y Malasia.

En el sultanato los católicos apenas son 20.000, la mayoría de ellos -como en otros países musulmanes en vías de desarrollo industrial- inmigrantes filipinos (un 70%).

Según los índices internacionales, Brunei es un país desarrollado y, sobre el papel, de los más ricos del mundo, aunque el reparto de la riqueza es desigual. El idioma oficial es el malayo, pero también son comunes el inglés y chino. Casi el 70% de los habitantes de esta monarquía absoluta son musulmanes de etnia malaya, un 15% son no musulmanes de origen chino, seguido por otras poblaciones indígenas y grupos menores. El 10% dice que no profesan ninguna religión, un 12% se declaran budistas. Los cristianos son un 10%, la mitad de ellos católicos.


El sultán Hassanal Bolkiah ha introducido recientemente la ley islámica, la sharía, que se aplica sólo a los musulmanes y prevé -de acuerdo con el Corán- la condena a muerte por lapidación por adulterio, la amputación de las extremidades para los ladrones, azotes por otros crímenes como el aborto y consumo de alcohol. Entre otras cosas, están prohibidas su venta y consumo público y las autoridades vigilen atentamente las actividades de otras religiones.


El padre Arin Ssugit, auxiliar del obispo en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en la capital, Bandar Seri Begawan, confirma con cifras que atiende una diócesis formada por la inmigración: el 70% son filipinos, otro 20% son inmigrantes católicos de Indonesia, India y Malasia, y apenas unos 2.000 católicos son nativos de Brunei.

El clero consiste en el obispo y tres sacerdotes. Los cristianos son libres de vivir la fe en el hogar y en lugares de culto, pero existen fuertes restricciones para su expresión de fe en público. Todos los domingos, dijo el P. Sugit, entre 5 y 6.000 personas asisten a las misas en la catedral.

El Vicariato Apostólico fue fundado en 2004 por el Papa Juan Pablo II, quien elevó al rango de obispo a monseñor Sim, consagrado el 21 de enero de 2005 por el entonces Nuncio Salvatore Pennacchio. "Es un comienzo humilde -concluye monseñor Sim- y debemos seguir enriqueciendo nuestra fe, basándonos en el principio de la comunidad".