El séptimo mandamiento (no robarás) hace tiempo que dejó de cumplirse en las iglesias. Prueba de ello es lo ocurrido en los últimos días en dos templos de Riveira (municipio coruñés de 27.000 habitantes) en donde los cacos han hecho de las suyas con muy mala fe. El último robo, en la parroquia de Olveira, estuvo acompañado de un incendio en el almacén de la sacristía.

Este repunte de las sustracciones ha despertado una gran preocupación, tanto entre los párrocos de Barbanza y su zona como en el seno del Arzobispado de Santiago, en donde son conscientes del peligro que rodea a los sacerdotes, muchos de ellos de avanzada edad.


Un párroco consultado ayer, y que prefería mantener el anonimato, reconocía que la Guardia Civil y la Policía Nacional no pueden tener un agente vigilando cada iglesia las 24 horas del día. «Tampoco sabría dar una respuesta al problema que vivimos, pero lo que está claro es que no remite, más bien todo lo contrario».

La Guardia Civil también es consciente de la profanación a la que son sometidas numerosas iglesias en todo el territorio nacional. Prueba de ello es que a finales del 2014 emitió una orden de servicio, a nivel estatal, para que todas las comandancias inspeccionasen los templos para saber si habían sido objeto de robos.


El balance de aquel trabajo de campo realizado por la compañía del instituto armado en Noia, que gestiona todos los puestos de la comarca, fue claro. El grueso de las sustracciones eran cometidas por delincuentes de poca monta, toxicómanos la mayoría, que tienen como objetivo prioritario hacerse con el dinero de las colectas.

Ahora, casi dos años después, el escenario no ha variado. Los robos se cometen con cierta periodicidad y, a falta de dinero en los cepillos (los párrocos lo recogen casi todos los días), buscan objetos que puedan venderse de segunda mano. En el caso de los objetos patrimoniales casi siempre han finalizado de la misma forma: los cacos los dejan abandonados en algún lugar al entender que su venta podía acabar delatándolos.


Imagen mutilada en un templo gallego tras el robo de su brazo.


La Policía Nacional de Ribeira, que instruye las diligencias iniciadas por los dos últimos robos registrados en iglesias (Olveira y Santa Clara), tiene indicios para pensar que ambas sustracciones están relacionadas. Los agentes arrestaron a M.L.M. el pasado martes 2 de febrero, después de encontrar, según parece, objetos del templo de Olveira en su coche (el sagrario y un copón fueron recuperados en una finca próxima a la capilla).

Ahora se intenta relacionar a este individuo, y a otras personas de su círculo, con el robo de Santa Clara en el que cortaron las manos de una imagen y sustrajeron un equipo de sonido valorado en unos 5.800 euros, según explicó el párroco, Cesáreo Canabal.