Este sábado, la archidiócesis de Nueva York renunció definitivamente a conservar los restos del Venerable Fulton J. Sheen (1895-1979) en su ubicación actual, bajo el altar de la catedral de San Patricio. Se resuelve así un largo procedimiento legal emprendido por Joan Cunningham, sobrina del célebre obispo norteamericano, para que fuesen trasladados a la diócesis de Peoria (Illinois), a la catedral de Santa María.

Sheen murió en Nueva York, por lo cual le correspondía a esa diócesis abrir su proceso de beatificación, reclamado por miles de fieles. Pero Nueva York optó por no hacerlo, y en 2002 lo abrió la diócesis de Peoria (Illinois), donde había sido ordenado sacerdote. Benedicto XVI le proclamó venerable en 2012.

Pero en 2014 el obispo de Peoria, Daniel Jenky (autor de la célebre homilía La Iglesia sobrevivirá, donde denunciaba los ataques de Barack Obama al cristianismo), decidió suspender la causa hasta que los restos estuviesen bajo su custodia, a lo que el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, se negaba alegando la voluntad del difunto.

Fulton Sheen, el más popular apóstol de la radio y la televisión en Estados Unidos en el siglo XX (con su apogeo en los años 50 y 60), fue nombrado en 1951 obispo auxiliar de Nueva York, y en 1966 obispo de Rochester. Tras su retiro en 1969 regresó a la Gran Manzana, donde falleció al cabo de una década.

La Santa Sede había optado por dejar que el insólito choque entre ambas diócesis, que ha detenido durante un lustro una causa que parecía ir sobre ruedas, se dirimiese en los tribunales civiles. Así sucedió finalmente este 8 de junio, cuando la archidiócesis neoyorquina anunció que facilitará el traslado de sus restos a Peoria, toda vez que el Tribunal Supremo del estado declaró inapelable su fallo en ese sentido.

De entre las miles de charlas que ofreció Fulton J. Sheen a lo largo de su vida, solo existe una serie que se conserva grabada al completo, y que pronunció, ante una iglesia abarrotada de gentes de toda edad y condición, a modo de ejercicios espirituales. Datan de sus últimos años de vida y se agruparon bajo el título Family Retreat [Retiro familiar].

Los DVD con discursos y charlas del obispo Fulton Sheen perpetúan su mensaje.

Con ocasión de la feliz resolución del litigio que entorpecía el reconocimiento de un posible santo, ofrecemos a los lectores de ReL, en selección de Gastón Escudero y traducción de Joaquín Muñoz, una de esas alocuciones: Wasting your life [Gastar tu vida].

GASTAR TU VIDA

Hoy voy a hablarles sobre trabajar más duro, estudiar más duro, vivir más duro, ser más derrochador de energía, ser más considerado con los demás. Trabajar duro porque, realmente, la mayoría de nosotros vivimos por debajo del nivel de nuestra energía y, para ser felices, tenemos que hacer más. Espiritualmente o de cualquier otra forma, podemos hacer más de lo que hacemos.

Nuestro mundo está sufriendo de indiferencia. Indiferencia es apatía, no interesarse. Me pregunto si Nuestro Señor no sufre más por nuestra indiferencia que lo que sufrió por su crucifixión.

Hubo un poeta en tiempos de la I Guerra Mundial, Studdert Kennedy, quien nos dio un poema en el que comparó a Nuestro Señor llegando al Calvario y llegando a la moderna ciudad de Birmingham en Inglaterra. Y esto fue lo que él escribió: “Y cuando Jesús vino al Gólgota fue colgado de un árbol, lo coronaron con una corona de espinas, rojas y profundas fueron sus heridas, porque aquellos fueron días duros y crueles y la carne humana era barata. Cuando Jesús vino a Birmingham sólo lo pasaron por alto, no se le lastimó ni un cabello, sólo lo dejaron morir, porque los hombres se habían vuelto más tiernos; no le causaron dolor, sólo pasaron por la calle y lo abandonaron bajo la lluvia. Y entonces llovió, la lluvia invernal lo empapó por completo. Las multitudes se fueron a casa y vaciaron las calles, y Jesús se acurrucó contra una pared y lloró por el Calvario”.

Geoffrey Studdert Kennedy (1883-1929) fue un poeta inglés y pastor anglicano célebre durante la Primera Guerra Mundial por su labor espiritual como capellán.

En otras palabras, Él encontró la crueldad del Calvario más aceptable que nuestra indiferencia. Les suplico, por lo tanto, que no se aburran de la vida. La razón por la que estamos aburridos es porque no amamos.

El gesto del Rey David

Para llevar a casa esta lección voy a sacar historias de la Biblia. La primera historia nos induce a aprender a gastarse, a darse uno mismo a los demás. El rey David, que vivió mil años antes de Cristo, estaba en una batalla contra los filisteos y el frente de batalla lo llevó a su propia aldea de Belén. Cuando envejecemos a veces tenemos anhelos de gustos,  visiones y experiencias de cuando éramos jóvenes y así, cuando David vio la ciudad de Belén, dijo a los soldados: “Si sólo pudiera probar de nuevo las aguas del pozo en las puertas de Belén”. Y los soldados dijeron: “Te daremos el agua, iremos a través de las líneas enemigas”. Volvieron con el agua, y David levantó la vasija y derramó el agua en el suelo diciendo: “No soy digno de beber el agua que se compró con tal sacrificio”.

David derramó el agua, la derramó en el sentido de que si la hubiese bebido yo no les estaría contando esta historia. Cuando guardamos ciertas cosas para nosotros, las estropeamos. Cuando, por ejemplo, guardamos nuestra carne para usarla sólo para nuestro propio placer, entonces se convierte en lujuria; cuando guardamos dinero, se convierte en avaricia; cuando guardamos conocimiento —no lo usamos para entrenar a otro— se convierte en orgullo. Que David haya derramado el agua es para nosotros una lección de que, a veces, tenemos que perder las cosas de la vida para ser recordados.

Jesús, en casa de Simón el fariseo

Otra historia con la misma moraleja. Jesús fue invitado a la casa de Simón, el fariseo (los fariseos eran personas muy santurronas). Y mientras estaba en la cena con los apóstoles, una mujer entra por la puerta. En aquellos días era muy fácil entrar en una sala de banquetes; cualquiera entrar a la casa y, aunque no comiera, podía escuchar la conversación. Por lo tanto no era extraño que una mujer viniese a escuchar la conversación, pero a Simón le preocupó lo que pensaría Jesús: “Si Él supiera qué clase de mujer es ella” (me pregunto: “¿Y él cómo lo supo?”). La mujer se acercó a los pies de Nuestro Señor. En aquellos días la gente no se sentaba a la mesa sino que se apoyaba en una mesa, ponía la cabeza en la mano izquierda y luego comía de la mesa con la mano derecha. La mujer se acercó a Nuestro Señor llorando y mojó los pies de Jesús con sus lágrimas y, avergonzándose, los secó con sus cabellos. Luego ella tomó de alrededor de su cuello un pequeño recipiente de perfume (en aquellos días un perfume valioso se llevaba generalmente alrededor del cuello y era una costumbre entre los judíos, cuando iban a un funeral, romper la botella de perfume sobre el cadáver y luego incluso dejaban caer la botella rota) y rompió el recipiente para derramar el perfume sobre Jesús. Tú y yo lo habríamos derramado suavemente, gota a gota, como para indicar la generosidad de nuestro regalo. No así ella, que simple simplemente rompió el recipiente y derramó todo el perfume de una vez.

Judas estaba ahí (Judas sabía el precio de todo y el valor de nada) y dijo: “¿Por qué no fue conservado y dado a los pobres?”. Pero Nuestro Bendito Señor habló en favor de la mujer: “Esta mujer ha hecho esto para mi entierro”; porque este incidente tuvo lugar diez días antes de que Nuestro Señor fuera crucificado. Los escritores del Evangelio registraron esta historia para enseñarnos a perder, a dar, a romper, a entregar, tal como Nuestro Señor lo planteó en otra ocasión cuando dijo: “Caminen la segunda milla”. En aquellos días quien hacía de correo tenía la autoridad cuando estaban cansados de encargar, a quien entregaban la correspondencia, la entrega de las otras cartas que llevaba. Eso fue lo que Nuestro Señor quiso decir, que si el cartero te obliga a caminar una milla, camina otra; y si alguien toma tu abrigo, dale también tu capa. Es decir, entrega ilimitada.

La energía renovada de los santos

Entonces, cuando alguien te pida que hagas cosas, prepárate para hacer más. ¿Por qué, por ejemplo, nos cansamos? Creemos que estamos cansados porque tenemos cierto límite de energía, como si tuviéramos cierta cantidad de dinero en el banco y, así como ese dinero se gasta o esa energía se usa, entonces no tenemos más, estamos agotados. Pero no es así con la energía, pues ésta se renueva si amamos; en cambio, a medida que la virtud y la santidad declinan, la energía disminuye. ¿Pueden imaginar, por ejemplo, a la Madre Teresa siempre cansada? Esta mujer que pesa alrededor de 41 kg ha arrastrado a 25.000 personas de las calles de Calcuta y ha convertido a 15.000 de ellas. Nunca parece estar cansada porque obtiene nueva fuerza, porque ha roto el vaso, derramando su vida como David derramó el agua.

La tontería de Pedro

Con esto espero motivarlos a que no sean egoístas, a querer complacer siempre al prójimo incluso cuando aparentemente exige demasiado, aunque hagamos tonterías como la de Pedro en el mar de Galilea. Nuestro bendito Señor acababa de multiplicar los panes y los peces y la gente estaba emocionada y pensaron: “¡Oh!, aquí está un gran rey político, él puede alimentar a los hambrientos”. También sus discípulos fueron atrapados en este entusiasmo.

Nuestro Señor no quería que se quedaran con la idea de que su reino era político, así que dijo: “Súbanse al bote y aléjense de esa gente, vayan a la otra orilla del lago. Ésta no es la naturaleza de mi reino”. Y luego estaba Nuestro Señor en la cima de un cerro mientras los apóstoles remaban. Pasada la media noche aparece una tormenta en el lago y ellos se asustan. Nuestro Señor está orando por ellos y viéndolos durante la tormenta. A veces pensamos que, en nuestras pruebas y dificultades económicas, físicas, morales, el Señor no tiene ninguna preocupación, eso fue lo que ellos también pensaron. Él estaba observando el momento oportuno y, cuando los apóstoles estaban a punto de desesperarse, Nuestro Señor fue visto caminando sobre el agua hacia ellos y, asustados, dijeron: “¡Es un fantasma!”. “No teman, soy yo”, dijo Nuestro Señor.

Aquí llegamos a un gran acto de fe. Pedro ama a Nuestro Señor, quería estar con Él, no podía esperar que llegara al bote y le dijo: “Mándame que vaya a ti sobre el agua”.  Pedro amaba tanto a Nuestro Señor que pensó: “Yo puedo caminar sobre el agua”. En el momento en que Pedro saca su pie, su hermano Andrés debió decirle: “Pedro, no seas idiota”. Y Tomás: “¿Qué estás tratando de hacer? ¡Regresa, idiota, regresa!”. Pero él caminó sobre las aguas y, ¿porque caminó fue tonto? No, Nuestro Señor les había dicho: “Crean lo imposible y podrán hacer lo increíble. Crean las cosas que son casi imposibles y, si tienen fe, se harán realidad”. Pedro caminó sobre el agua, pero luego empezó a hundirse. ¿Por qué se hundió si sabía nadar? Porque quitó los ojos del Señor. Pensó: “Toda la naturaleza está contra mí”.

En el lenguaje actual, Pedro comenzó a considerar las encuestas sociológicas y se hundió.  Quitó sus ojos del Señor y entonces el Señor lo tomó de su mano y le dijo: “¡Oh!, hombre de poca fe, ¿por qué no me creíste?”. Si tienen fe, se pueden hacer cosas imposibles.

"Si nos damos, Dios nos da fuerza"

Espero que ustedes saquen de esta charla la siguiente lección: sean generosos con ustedes mismos, sólo den, den, den y, en la misma medida que damos, obtenemos. Esta es la lección del Evangelio: si nos damos, Dios nos da fuerza. Sean generosos, den toda su energía, su bondad, su caridad, su ayuda a los demás, y serán cristianos verdaderos. Si actúan así serán otro Jesús y darán testimonio de Él, y los demás dirán de ustedes, como las criadas dijeron de Pedro: “Tú has estado con Cristo”.

¡Gracias… y Dios los ama!