El quinto centenario de la muerte de Leonardo ha servido para reverdecer el interés por su obra, pero no siempre en beneficio de un mejor conocimiento de sus motivaciones más profundas. Un artículo en el portal mariano Cari Filii pone como ejemplo la mermada atención -comparativamente a sus méritos- que en ocasiones han merecido sus Madonnas

Leonardo da Vinci, nacido en 1452, murió en 1519, así que su excepcional personalidad, paradigmática del Renacimiento, ha estado presente a todo lo largo de su quinto centenario. Como denunciaba en mayo Elisabeth Lev, historiadora del Arte, en numerosas ocasiones esa atención ha tergiversado interesadamente su figura para encajar su condición de visionario científico y técnico en las conveniencias del discurso dominante, que lo presenta como un hombre escéptico y descreído en conflicto con las autoridades de su tiempo. La propia Lev explicó por qué no es así, y viene a corroborarlo la publicación de una obra centrada en una parte sustancial de su obra como pintor: los retratos y escenas de la Virgen María.

Rosa Giorgi es experta en franciscanismo y ha escrito, entre otras obras como historiadora del Arte, una biografía de San Francisco de Asís y una reciente monografía sobre su encuentro con el sultán Al-Kamil en 1219.

Rosa Giorgi, también historiadora del Arte y directora del Museo de los Capuchinos de Milán, experta en iconografía, ha recogido en un bellísimo volumen, Le Madonne di Leonardo [Las Vírgenes de Leonardo], todas las que creó el genio florentino, que pueden ser en torno a cuarenta, entre aquellas ciertamente suyas y las que los expertos le atribuyen con suficiente fundamento, más algunos bocetos y dibujos.

Giorgi, además, las ha analizado para mostrar en qué medida reflejaban la fe y la devoción del artista o en qué medida eran obras de encargo o destinadas a una sociedad que demandaba todavía mayoritariamente el arte religioso.

Las dos versiones de La Virgen de las Rocas que pintó Leonardo. A la izquierda, la que se conserva en el Museo del Louvre, data de 1483-1486. A la derecha, la que se conserva en la National Gallery de Londres, data de 1491-1508.

"A Leonardo no se le recuerda principalmente como autor de Madonnas", explica la autora, a pesar de que en los elencos de sus obras destacadas siempre figuran algunas de ellas, como La Virgen de las Rocas, su maravillosa Anunciación o la Adoración de los Magos que no llegó a completar.

Dos de las joyas de Leonardo en la Galeria degli Uffizi de Florencia: la Anunciación y la inacabada Adoración.

Sin embargo, y aunque "difícilmente pensamos en Leonardo como en un pintor especialmente consagrado a temas marianos, el tema de la Virgen María vuelve con insistencia en su abordaje de los personajes sagrados, que por otro lado son la mayor parte", dice la profesora Giorgi.

"Leonardo", añade, "hace su propio recorrido de maduración 'teológica', durante el cual la figura de la Virgen es cada vez más compleja y razonada con el curso de los años, alcanzando invenciones particularmente densas, si no enigmáticas. Desde las primeras tablas con esta temática en torno a 1470, cuando aún tenía fresca su experiencia en el taller del Verrochio y muy próximo a jóvenes compañeros como el Perugino y Lorenzo di Credi, hasta las extraordinarias invenciones que no siempre llegaron a ser firmadas (es el caso de la Virgen con el Niño y Santa Ana probablemente completada a su muerte por sus alumnos), parece que se revela un modo de aproximarse a 'Nuestra Señora' que va cambiando en el tiempo, en un crescendo de conocimiento y conciencia casi único entre sus contemporáneos".

Virgen con el Niño y Santa Ana, de Leonardo, probablemente concluida por sus discípulos.

¿En qué medida reflejan estas obras la fe de Leonardo? Giorgi explica que, "si lo que se buscan son rastros de práctica religiosa, la documentación es bastante escasa. Sin embargo, no son pocos los apuntes suyos que atestiguan un pensamiento filosófico sobre Dios". Que fuese hereje o ateo es "un falso mito", pues sus críticas a hombres de Iglesia concretos "no autoriza a pensar que no tuviese fe... Al revés, precisamente en virtud de su fe estaba en disposición de juzgar comportamientos eventualmente poco conformes a la religión".

También hay quien ha atribuido la abundante presencia de la Virgen en las obras de Leonardo a una especie de compensación psicológica por haber sido separado de su madre desde que nació, pues fue hijo ilegítimo, criado por su abuelo paterno. La primera nota manuscrita que se conserva de él, de 1478, cuando tenía 26 años, dice "Comencé las dos Vírgenes Marías...", en referencia a dos tablas que debía haber pintado en sus primeros pasos con el pincel. En esa década y la siguiente se concentra buena parte de su producción mariana, pero hacia el final de su vida la retomó con vigor, y entre 1505 y 1510 pintó de nuevo en abundancia a Nuestra Señora, "sin dejar como estaba ninguno de los temas abordados", según dijo de él, aludiendo a su genio transformador y precisamente en un ensayo sobre sus Vírgenes publicado en 1979, otro crítico, André Chastel (1912-1990), a quien cita Rosa Giorgi.

Giorgio Vasari, uno de los primeros biógrafos de Leonardo, fue quien en 1550, en su Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos italianos, le calificó como "hereje" y sembró la semilla a la que se aferran quienes hoy le presentan como tal. Sin embargo, a partir de 1568, el mismo Vasari eliminó esa referencia en suscesivas ediciones. Tanto en unas versiones como en otras, apunta a que murió cristianamente tras haber pedido y recibido los sacramentos, seguro de no ser abandonado en los últimos momentos por la Virgen y el Niño a quienes había consagrado tantas horas de contemplación.

Artículo publicado originalmente en el portal mariano Cari Filii.