Yo nunca:

-voy a ser feliz

-voy a encontrar el amor de un hombre que me haga sentir segura, amada y feliz

-voy a encontrar trabajo

-voy a tener casa propia

-voy a tener independencia económica

-voy a aprender a conducir ni a tener coche

-voy a poder dedicarme a las vacas ni a los caballos

-voy a dejar de sufrir las secuelas de los abusos y el maltrato

-voy a recuperarme de la separación de mis hijos ni de su rechazo

-voy a tener seguridad en mí misma

-voy a atreverme a salir con amigos ni a bailar en público

-voy a sentirme segura y sin miedo

-voy a librarme de la angustia que me produce la incertidumbre acerca de mi futuro

-voy a encontrar mi sitio en el mundo

-voy a tener esa paz interior que me haga sentir tranquila y segura y con ganas de sonreír y de cantar

-voy a librarme de la tristeza y las ganas de llorar

-voy a creerme las cosas buenas y bonitas que otros dicen de mí

 

Yo siempre:

-voy a tener miedo

-voy a tener ansiedad

-voy a depender de otros para vivir

-voy a sentir inseguridad, miedo a meter la pata y al rechazo

-voy a sentirme inferior a los demás, más ignorante que los demás en todo

-voy a cometer errores en las tareas del campo

-voy a ser una carga para otros

-voy a necesitar el ánimo y la aprobación de las personas a las que quiero y me importan

 

Pues va a ser que no, maja.

La vida no es sólo negra o blanca, del negro al blanco hay muchos matices. Tampoco es sólo de color de rosa y con pajaritos cantando todo el tiempo pero sí hay colores y música y risas y días buenos y bonitos.

Lo que pasa es que en la vida hay dolor y cuando es muy intenso nos deja ciegos, sordos, mancos y cojos y no podemos movernos ni respirar, mucho menos avanzar para salir de él y mucho menos nosotros solos. Y es entonces cuando aparecen los “yo nunca, yo siempre”.

A mí particularmente el sufrimiento intenso me hace sentir ahogada, me hace sentir dolor físico y dificultad para respirar, me provoca crisis de pánico y parálisis mental, me impide razonar, me bloquea y me hace llorar y verlo todo negro y sin solución.

Y puede ser que sí, que esté hundida, pero en un palmo de agua que el pánico y la angustia me hacen creer que son metros y metros de profundidad.

Me sería de gran ayuda poder poner en práctica lo que tantas veces he escrito en este blog: CONFÍA EN DIOS, DESCANSA EN ÉL, pero en los momentos álgidos de angustia y temor me da miedo SOLTARLO TODO, SOLTARME TODA en sus manos, en su amor, en su providencia, en su sabiduría; me falta fe, confianza.

Por eso se la pido. Y sé que Él cuenta con esta desconfianza mía precisamente para que yo haga ejercicios de fe y de confianza. Parece un sinsentido, ¿verdad? Eso es porque Dios no piensa como nosotros, sus caminos no son nuestros caminos y sus planes no son nuestros planes.

Dios piensa y actúa a lo grande, ¡a lo divino! Y sabe qué es el dolor, el sufrimiento, la angustia, el miedo, la soledad, porque todo eso lo ha sentido Cristo, lo ha vivido Dios en su hijo hecho  hombre verdadero.

Cuando te vengan los “yo nunca, yo siempre” llama a alguien que te quiera, ponle un WhatsApp, dile que estás fatal y verás cómo siempre hay alguna persona que te anima, te alienta y te devuelve la esperanza. Yo lo he comprobado muchas veces.

Y cuando esa angustia me impide rezar porque no sé ni por dónde empezar digo esto:

A todas las personas que en este tiempo me han animado, ayudado, alentado, querido, apoyado… algunas sin conocerme personalmente, otras muy cercanas, les doy las gracias de todo corazón y les devuelvo todo su amor con esta canción: