7. AL FINAL BRILLARÁ PARA NOSOTROS LA LUZ ETERNA.

Después de seis días de viaje en tren, hacinados en los vagones de ganado, el 19 de junio llegaba a Dachau un nuevo grupo de prisioneros. Tras rellenar sus fichas y fotografiarlos, les llevaron a desinfectar y despiojar para darles sus "nuevos uniformes". Al padre Tito le asignaron el nº 30.492. Ya se habían cumplido cinco meses de tortura, de humillación, de miseria, de hambre y de enfermedad, de traslados de una prisión a otra... sabía que era ésta su última parada... ¡faltaban menos de cuarenta días! y aunque ignorase que el momento final estaba ya tan próximo... ¡llevaba tanto tiempo preparándose para ese precioso instante!...

Le destinaron al bloque 28, el de los sacerdotes polacos. También en el campo de concentración de Dachau se vio sometido a vejaciones y malos tratos. Le golpeaban sin piedad, a puñetazos, con mazos y con palos. En cierta ocasión uno de los kapos[1] le golpeó tan fuertemente que le tiró contra el suelo rompiéndole sus gafas. Allí tirado siguió recibiendo patadas e insultos. El padre Tito no dudó un solo instante en apretar con más fuerza aún el estuche de sus gafas que contenía su más preciado tesoro: el Santísimo Sacramento.

Desde los otros dos bloques, en los que estaban los sacerdotes no polacos, concretamente desde el bloque 26, con enorme peligro para todos, le llevaban la Sagrada Comunión. Eran las horas más felices de toda la jornada cotidiana. A pesar de todo, su humor no dejaba de ser agradable... su serenidad tocaba profundamente los corazones de aquellos que le rodeaban:

No cedáis al odio. Tened paciencia. Nosotros estamos aquí en un túnel oscuro, pero debemos seguir adelante. Al final brillará para nosotros la luz eterna.

Pese a su edad -sobrepasaba ya los 61 años- y su estado de salud, se le consideró apto para trabajar. Le resultó muy duro cumplir su tarea puesto que unido a las pocas fuerzas de las que disponía contrajo una infección en el pie y un envenenamiento de uremia. Su salud estaba completamente minada. El 16 de julio, solemnidad de Nuestra Señora del Carmen, aún pudo felicitar a la numerosa comunidad de carmelitas de Dachau, encarcelados allí con él. Dos días después entró en el Revier (barracón que hacía funciones de hospital o enfermería), donde los prisioneros eran sometidos a experimentos bioquímicos.

En dos ocasiones el doctor católico Fritz Kühr[2], que trabajaba en la enfermería, arriesgando su vida consiguió llevarle la comunión. Con gran intensidad resonaron nuevamente en su corazón los versos Ante Jesús de Scheveningen: 

Si quieres añadir nuevos dolores

a este viejo dolor que me tortura

fina muestra serán de tu ternura,

porque a ti me asemejan redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío

y en esta soledad, que no me aterra:

a nadie necesito ya en la tierra

en tanto que Tú estés al lado mío.

26 de julio de 1942. "He sido puesta en el camino recto por la intercesión del padre Tito. Personalmente creo que es un mártir porque el Nacionalsocialismo era el Anticristo". Con estas palabras y un extenso relato sobre los últimos diez días que el padre Brandsma vivió en aquel espantoso barracón, declaró en el proceso de canonización, la enfermera encargada de ponerle la inyección de ácifo fénico que pondría fin a la vida del sacerdote carmelita.

Igualmente el padre Tito habría muerto, aunque hubiera llegado al campo totalmente sano, porque se tenía un gran odio a los eclesiásticos de alta posición. Cuando llegó a la enfermería era ya un candidato a la muerte. Esto se deduce por el hecho de que el médico le señalara como uno de los que, pasado cierto tiempo, debía recibir la "inyección de gracia". Se le había declarado disentería y su cuadro clínico presentaba todos los síntomas de una muerte segura.

Desde que llegó el padre Brandsma al Revier comenzó a conversar con aquella enfermera.

Los mejores sacerdotes, exponía el carmelita moribundo, no son siempre aquellos que suben al púlpito a predicar hermosos sermones, sino aquellos que sufren mucho y ofrecen sus sufrimientos por los pecadores. Estoy contento de poder sufrir...

La enfermera también expresa sus sentimientos: "Me hizo quererle como a un paciente estimado. Un día cogió mi mano y dijo: ¡Pobre muchacha, yo rezaré mucho por ti! Me regaló incluso un rosario para que lo rezara". Ella contestó: "Ni creo en nada ni sé rezar. Es igual -repuso el padre Tito- tú vas pasando las cuentas y a cada una vas diciendo: ruega por nosotros pecadores".

Según este valiosísimo relato, el religioso estuvo dos días en estado de coma, hasta que el Doctor Wolter ordenó a la enfermera inyectarle el ácido fénico. Murió a las dos de la tarde del 26 de julio de 1942. Tres días más tarde su cuerpo fue trasladado a los hornos crematorios para ser incinerado. El parte médico enviado a la familia Brandsma habla de muerte por catarro intestinal.

El proceso diocesano se realizó entre 1955-1957. La causa fue introducida el 10 de diciembre de 1973 y fue la primera de un mártir del nacionalsocialismo y de los campos de concentración. Su fama creció tras su muerte por la publicación de sus numerosas obras[3]. El 3 de noviembre de 1985 fue beatificado por san Juan Pablo II con la asistencia de treinta y siete familiares del nuevo Beato. El 15 de mayo de 2022 fue canonizado por el papa Francisco.

[1] Los kapos (abreviación de las palabras "KAmaraden POlizei") eran los responsables de los comandos de trabajo, de los diferentes bloques o de cualquier servicio. Estos "responsables" eran elegidos de entre los delincuentes comunes. En su mayoría eran gente sin escrúpulos al servicio de las S.S.

[2] Se trata del primer miembro con el cual el padre José Kentenich funda, diez días antes de la muerte de Brandsma, la Obra Familiar de Schoenstatt. El doctor Kühr llevó la Sagrada Comunión al padre Tito hasta el día en que entró en coma.

[3] San Juan XXIII recordó la figura del carmelita ante los corresponsales de prensa extranjera en Roma recibidos en audiencia el 25 de octubre de 1961 ( Ecclesia, 4 noviembre 1961, nº 1.060):

Justamente en estos últimos días Su Santidad ha leído un bello libro; la biografía de Tito Brandsma, un culto e intrépido periodista holandés, nacido en 1881, y que unía a la actividad de publicista y profesor universitario la profesión de vida religiosa en la Orden del Carmelo. En el último conflicto mundial fue hecho prisionero por su actitud y disposiciones como consultor eclesiástico de la Prensa Católica en Holanda; y murió el 26 de julio de 1942, en un campo de concentración, víctima de su caridad y de la constante defensa de la verdad. Más allá de los azares humanos, aun de las más dolorosos y crueles, queda la permanencia de Cristo en el mundo.

Querida Señora de Dachau... - ReL (religionenlibertad.com)