Bienaventurados todos lo que acudieron ayer en Valencia -que fueron muchos millares de gentes de buena fe- a manifestar su amor a la histórica patrona de la ciudad, la Virgen de los Desamparados.

En una época triste y lamentable en la que algunos se sirven de una supuesta "libertad de expresión" para ofender las creencias de los demás sin el menor respeto, y encima tratan luego de amordazar a algún pastor de la Iglesia por salir en defensa del Evangelio, es muy necesario desagraviar a aquellos en los que creemos y amamos: Nuestro Señor Jesucristo y Su Santísima Madre, que es Madre de todos también, aunque algunos se empeñen en denigrarla con un odio febril proveniente de las tinieblas que les impiden ver la luz.

¡Basta ya de silencio cobarde y cómplice! ¿Qué alegarán aquellos que ahora callan cuando Jesucristo, en el juicio particular, les inquiera por qué no salieron en defensa de Su Madre cuando la vituperaron? ¿Pondrán cara de póker? ¿Volverán a enmudecer, esta vez ante Dios mismo? ¡Qué vergüenza!

Ha llegado la hora de los valientes. Los cobardes, que sigan parapetándose en sus mensajes de prudencia y tolerancia que en realidad esconden el pavor que tienen.
Bienaventurados los que defienden el buen nombre de la Santísima Virgen María ante tan reiteradas ofensas, como haría cualquier bien nacido con su madre. 

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