MALA DEL MUNDO

  No está muy en alza el vocación de madre. Hay mujeres que rechazan esta vocación natural. Muchos hijos/as no valoran suficientemente su dura labor. La sociedad no apoya justamente la maternidad, y en bastantes empresas quedarse embarazada una empleada es jugarse el puesto de trabajo.
Traigo este escrito de una hija que descubrió con el tiempo el bien que le hizo su madre al llevarla por buen camino. Esto ha hecho posible que ella sea hoy una buena madre. Una lección que hay que aprender.

 
 Siempre estuve segura de que me había tocado la mamá más mala del mundo. Desde
 que era muy pequeña, me obligaba a desayunar o a tomar algo por la mañana.
 Antes de ir a la escuela, por lo menos debía tomar leche, mientras que otras
 madres ni se ocupaban de eso. Me hacía un sándwich o me daba una fruta, cuando
 los demás niños podían comprar papitas y comer otras cosas ricas. ¡Cómo me
 molestaba eso! Y también sus palabras: "Come, ¡anda!, ¡no dejes sin terminar!,
 ¡acaba! , ¡hazlo bien!, ¡vuelve a hacerlo!", y así siempre...
 
 Violó las reglas al poner a trabajar a menores de edad, y me obligaba a hacer
 mi cama, a ayudar en la preparación de la comida y hacer algunos mandados. El
 más horrible era ir por las tortillas con ese calor y las largas filas. ¡Cuánto
 trabajo!
 
 Fui creciendo y mi mamá se metía en todo: "¿quiénes son tus amigas?, ¿quiénes
 son sus mamás?, ¿dónde viven?". Lo peor fue cuando empecé a tener amigos.
 Mientras las otras amigas los podían ver a escondidas, yo los tenía que pasar a
 la sala y presentarlos. ¡Era el colmo! Y el interrogatorio de costumbre: "¿Cómo
 te llamas?, ¿dónde vives?, ¿qué estudias?, ¿trabajas?".
 
 Los quehaceres fueron en aumento... que barre, que arregla el armario, todo eso
 era enfadosísimo.
 
 Los años también pasaron. Me casé e inicié una nueva familia. Ahora soy madre
 también, y en este 10 de mayo me he acercado a comulgar y con gran satisfacción
 le he dado gracias al Señor por mi mamá. Gracias al cuidado que tuvo con mis
 alimentos crecí sana y fuerte, y cuando llegué a enfermarme me cuidó con mucho
 cariño.
 
 Gracias a la atención que puso en mis tareas logré terminar mi carrera. Gracias
 a que me enseñó a hacer labores en la casa ahora tengo mi hogar limpio y
 ordenado y sé administrar mi hogar. Gracias al cuidado que puso para que yo
 escogiera a mis amigas aún conservo algunas, que son un verdadero tesoro...
 Gracias a que conoció a mis amigos, pude darme cuenta quién era el mejor y
 ahora es mi esposo.
 
 "Gracias, Señor", le dije desde el fondo de mi corazón, "por darme a mi mamá, a
 mi mamá querida, a quien solo le vi defectos y no cualidades, a esa mamá, que
 me ha amado tanto y me formó tan bien. Sólo te pido, Señor, que ahora que tengo
 mis hijos, me consideren la mamá más mala del mundo".