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Primera homilía de León XIV: «Dios me confía un tesoro para que sea su fiel administrador»

León XIV, durante su primera homilía como Papa, en la Capilla Sixtina.

León XIV, durante su primera homilía como Papa, en la Capilla Sixtina.Vatican Media.

Redacción REL
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A las once de la mañana del viernes, León XIV presidió en la Capilla Sixtina la misa con los cardenales. A ellos y al mundo dirigió un primer mensaje con su primera homilía como Papa

La segunda lectura se hizo en español, y el nuevo pontífice inició sus palabras en inglés, con gesto simpático hacia sus ex compañeros del colegio cardenalicio, a quienes agradeció la consideración en que le tenían para elegirle.

Posteriormente, en italiano, en un texto que leyó y en el que comentó el evangelio en el que Jesús le pregunta a los discípulos quiénes creen que es Él.

Administrador de un patrimonio de dos mil años

"«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16)", leyó, recordando la respuesta de Pedro: " Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre".

"En Él Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre, hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso", dijo el pontífice: "Nos ha mostrado así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades".

Y recordó que "Pedro, en su respuesta, asume ambas cosas: el don de Dios y el camino que se debe recorrer para dejarse transformar, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie por el bien de la humanidad". 

"Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles", sentenció León XIV en la frase quizá más significativa de la homilía, "me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones -como los monumentos en los que nos encontramos-, sino por la santidad de sus miembros".

Las respuestas erróneas, entonces y ahora

A continuación, León XIV hizo referencia a la pregunta de Jesús sobre "qué dice la gente" sobre el Hijo del Hombre: "Podremos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que delinean otras tantas actitudes".

  • Una es "la respuesta del mundo", que consideraba entonces a Jesús "una persona que carece totalmente de importancia, al máximo un personaje curioso, que puede suscitar asombro con su modo insólito de hablar y de actuar", por lo que, cuando estorbe "por las instancias de honestidad y las exigencias morales que solicita, no dudará en eliminarlo".
  • La segunda es "la de la gente común", para quien Jesús "es un hombre recto, un hombre valiente, que habla bien y que dice cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos hasta donde pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y, por eso, en el momento del peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van, desilusionados.

Misión urgente, ateísmo de hecho

Son dos respuestas que encontramos también hoy "en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo", ambientes en los que "no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece".

Son esos ambientes los lugares donde "la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad".

Señaló que incluso entre bautizados, Jesús es considerado a veces como un líder carismático o un superhombre, por lo que viven "un ateísmo de hecho".

Un camino cotidiano de conversión

"Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador", concluyó, pero "es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia".

"Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de San Ignacio de Antioquía", citó antes evocar el "compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad": "Desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo".

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