Pasolini enfrenta la IA a la «inteligencia de la cruz»: 5 ideas para vivir la confianza en Dios

Roberto Pasolini, predicador de la Casa Pontificia, durante la meditación de este Viernes Santo.
Roberto Pasolini, predicador de la Casa Pontificia, pronunció la meditación de la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro, presidida por el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, ante un Papa Francisco que ya confirmó que no presidiría ningún evento de Semana Santa.
El predicador dedicó su meditación por entero al sufrimiento de Cristo en la cruz y también al dolor humano, deteniéndose en la paradoja de que, en la muerte del Señor, “no hay fracaso de Dios, sino su misterioso triunfo en la forma de la cruz”.
Contemplando el presente como un tiempo “tan rico en nuevas inteligencias artificiales”, Pasolini observó cómo el misterio de la pasión y muerte de Cristo propone “otro tipo de inteligencia” como es “la inteligencia de la cruz”.
Esta, explicó, “no calcula, sino que ama, no optimiza, sino que se da, no es artificial, sino profundamente relacional, porque está totalmente abierta a Dios y a los demás. En un mundo en que parecen ser los algoritmos los que nos sugieren qué desear, qué pensar o incluso quién ser, la cruz nos devuelve la libertad de una auténtica elección, basada no en la eficiencia sino en el amor”.
Sin embargo, el predicador advirtió de cómo el silencio, la solemnidad o la oración son “actitudes necesarias” para reconocer esa “inteligencia del amor” en la pasión de Cristo, donde se condensa “la salvación del mundo”.
Centrando sus palabras en cómo Cristo vivió su pasión, dedicó a los fieles presentes en la basílica de San Pedro cinco meditaciones para vivir la cruz con una “confianza plena” en Dios.
1º Abandono total
En primer lugar, el predicador observó que Dios “no impidió que Cristo sufriera, sino que sostuvo su corazón, haciéndole capaz de entregarse a las exigencias del amor más grande, el que no se detiene ni siquiera ante los enemigos”.
Pasolini se refería así al “abandono total” de Cristo descrito en la Carta a los hebreos y que hoy podría traducirse como la “capacidad de aceptar con confianza lo que sucede y de tomarse bien también lo que inicialmente parece hostil o incomprensible”. En su Pasión, agregó, “Cristo no se limitó a sufrir los acontecimientos, sino que los aceptó con tal libertad que los transformó en camino de salvación”.
2º Permanecer interiormente libres y firmes
El primero de los momentos que describió propiamente sobre la Pasión fue el momento en que los soldados se presentan en el Huerto de Getsemaní para arrestar a Jesús. Del relato evangélico observa que no fue “simplemente arrestado, sino que ofreció su vida”.
Dirigiéndose al hombre de hoy, destaca que “en los momentos de un revés doloroso, de una enfermedad grave o crisis en las relaciones, también podemos intentar abandonarnos con la misma confianza, aceptando lo que nos perturba y amenaza”. Un paso que solo es posible “presentándonos al encuentro” y “dando un paso adelante”, algo que, aunque “casi nunca cambia el curso de los acontecimientos, si se vive con fe en Dios y confianza en la historia que Él conduce, nos permite permanecer interiormente libres y firmes. Solo así se aligera el peso de la vida, y el sufrimiento, sin dejar de ser real, deja de ser inútil y comienza a generar vida”.
3º Pedir abandonando todo orgullo
El predicador se detuvo en el momento de la Pasión en que el Señor, sintiendo sed, “manifestó sin vergüenza su necesidad”. Un gesto que Pasolini contrapone a los momentos en que se presentan el dolor, el cansancio, el miedo o la soledad y la humanidad siente la tentación de “encerrarse, endurecerse y fingir autosuficiencia”. En ese momento es según el predicador cuando “se abre espacio par aun amor verdadero, que se deja ayudar” y cuando se muestra que “pedir lo que necesitamos sin dejar que nos lo ofrezcan es quizá una de las formas más elevadas y humildes de amor”.
Para ello, explicó, “debemos abandonar todo orgullo e ilusión de que podemos salvarnos a nosotros mismos, aceptar la necesidad no como una debilidad que hay que ocultar, sino como una verdad que hay que habitar, y reconocer que solos no podemos ni queremos vivir”.
4º “La debilidad, donde el amor se hace pleno”
Un siguiente momento significativo de abandono es cuando el Señor entrega el espíritu y muere en la cruz. Un acto que “no es una entrega pasiva, sino de suprema libertad”, en el que “la debilidad es el lugar donde el amor se hace pleno. Con este gesto, Jesús revela que no es la fuerza lo que salva al mundo, sino la debilidad de un amor que no se reserva nada”.
El predicador mencionó que el “mito del rendimiento” y el “ídolo del individualismo” contemporáneos se derrumban “cuando la cruz nos deja sin aliento, nos inmoviliza y tendemos a sentirnos equivocados, nos resistimos y apretamos los dientes, con la esperanza de huir rápidamente”. Frente a esta actitud, Pasolini remarca cómo las últimas palabras de Cristo en la cruz “ofrecen otra interpretación” y muestran “cuánta vida puede brotar de esos momentos en los que queda en realidad lo más hermoso por hacer: entregarnos”.
5º El camino de la cruz, única dirección posible
El predicador concluyó sus orientaciones para abrazar la confianza en Dios alentando a los presentes a “elegir el camino de la cruz como la única dirección posible”.
“Somos conscientes de que nuestras fuerzas no serán suficientes, pero el Espíritu Santo que ya ha llenado nuestros corazones de dulce esperanza, vendrá en ayuda de nuestra debilidad, para recordarnos lo más importante: así como hemos sido amados, así seremos capaces de amar, a nuestros amigos e incluso a nuestros enemigos. Entonces seremos testigos de la única verdad que salva al mundo: Dios es nuestro padre y todos somos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, nuestro Señor”.