El Papa anuncia una serie de catequesis sobre parábolas de Jesús
Catequesis del Papa sobre el Hijo Pródigo: «...como si el verdadero amor no pudiera existir»

El Papa Francisco escribe a mano... durante estas semanas de dificultades para hablar, difunde sus catequesis escritas
El Papa Francisco sigue con muchas dificultades para expresarse oralmente y desde hace semanas no lee sus habituales catequesis de los miércoles, pero la Santa Sede ha difundido el mensaje que el Papa ha escrito para este miércoles 16 de abril, un texto que se centra en la parábola del Hijo Pródigo. Anuncia además que en próximas catequesis seguirá comentando parábolas de Jesús.
El Papa medita aquí sobre Lucas 15, 31-32: "El padre le respondió: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era necesario celebrar y alegrarnos, porque este hermano tuyo había muerto y vuelto a la vida, se había perdido y había sido encontrado".
Las parábolas, dice, "son historias que toman fotografías y situaciones de la realidad cotidiana. Esto también afecta nuestras vidas. Nos provocan. Y nos piden que tomemos una posición: ¿dónde estoy en esta historia?"
El Papa no llama a esta parábola por su nombre más difundido (la del hijo pródigo), sino "la parábola del padre y los dos hijos". "En ella encontramos el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios", asegura.
Jesús la contó a fariseos y escribas, y va dirigida a "los que están perdidos, pero no lo saben, y juzgan a los demás".
Parábolas sobre Dios que nos busca
El mensaje de muchas parábolas, también de esta, es que "¡Dios siempre viene a buscarnos!", dice el Papa. "Quizá nos perdimos como los dos hijos de este padre: el menor porque se cansó de estar en una relación que sentía que era demasiado exigente; pero el mayor también se perdió, porque no basta con quedarse en casa si hay orgullo y resentimiento en el corazón".
El Papa señala: "El amor siempre es un compromiso, siempre hay algo que debemos perder para encontrarnos con el otro. Pero el hijo menor de la parábola piensa solo en sí mismo, como sucede en ciertas etapas de la infancia y la adolescencia. En realidad, a nuestro alrededor también vemos a muchos adultos así, que no pueden mantener una relación porque son egoístas".
"Sólo cuando vivimos para alguien vivimos de verdad", sentencia el Pontífice.
Vivir como sirvientes, mendigando migajas de afecto
"Este hijo menor, como todos nosotros, tiene hambre de afecto, quiere ser amado. Pero el amor es un don precioso, debe tratarse con cuidado. En cambio, lo derrocha, se vende a sí mismo, no se respeta a sí mismo. Se da cuenta de esto en tiempos de hambruna, cuando nadie se preocupa por él. El riesgo es que en esos momentos pidamos cariño y nos apeguemos al primer amo que suceda", añade.
Así, muchas personas creen que "solo podemos estar en una relación como sirvientes, como si fuéramos a expiar una falta o como si el verdadero amor no pudiera existir. El hijo menor, de hecho, cuando ha tocado fondo, piensa en regresar a la casa de su padre para recoger algunas migajas de afecto del suelo. Solo aquellos que realmente nos aman pueden liberarnos de esta falsa visión del amor".
Francisco comenta detalles que se han comentado en ocasiones del cuadro que Rembrandt pintó sobre el abrazo del padre al hijo pródigo: "la cabeza del joven está rapada, como la de un penitente, pero también parece la cabeza de un niño, porque este hijo está naciendo de nuevo. Y luego las manos del padre: una masculina y otra femenina, para describir la fuerza y la ternura en el abrazo del perdón".

Así representó en 1669 Rembrandt el retorno del hijo pródigo; el Papa Francisco comenta dos detalles
La puerta de la fiesta, abierta también al hijo mayor
Después, Francisco habla del hijo mayor, que estaba en la casa del padre "pero que estaba distante de él, distante de corazón. Puede que este hijo también quisiera irse, pero por miedo o por deber permaneció allí, en esa relación. Pero cuando te adaptas contra la voluntad, comienzas a albergar ira dentro de ti, y tarde o temprano esta ira explota. Paradójicamente, es precisamente el hijo mayor quien al final corre el riesgo de quedarse fuera de casa, porque no comparte la alegría de su padre".
El padre invita a entrar en la fiesta y deja la puerta abierta. "Esa puerta permanece abierta para nosotros también. De hecho, este es el motivo de la esperanza: podemos esperar porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta".
"Queridos hermanos y hermanas, preguntémonos dónde estamos en esta maravillosa historia. Y pidamos a Dios Padre la gracia de poder encontrar de nuevo el camino de regreso a casa", concluye la enseñanza del Pontífice.