Antipapas de nuestro tiempo: de Benedicto XL al Pío XIII chino, pasando por Inocencio XIV

Anthony Quinn en "Las sandalias del pescador", un Papa incógnito.
Ser antipapa “de verdad” es algo muy serio, si vale la expresión. Exige cierta apariencia de legitimidad o cierta racionalidad en la pretensión. Por eso los listados clásicos de antipapas que manejan los historiadores eclesiásticos enumeran solamente 36 en dos mil años de historia de la Iglesia. Casi todos, en el primer milenio, y ninguno desde el cisma de Occidente.
A partir de ese momento, el progresivo perfeccionamiento en la elección del Sumo Pontífice y la mayor estabilidad del colegio cardenalicio convierte en patético cualquier intento de dar verosimilitud a un Papa alternativo. La excentricidad de los casos que veremos es patente incluso en su número: una veintena en medio siglo, y sin pretender exhaustividad, sistematicidad ni grandes honduras.
Setecientos años en secreto
La primera historia se remonta precisamente a 1423, cuando muere, casi centenario, el aragonés Don Pedro de Luna, elegido Papa en 1394 bajo el nombre de Benedicto XIII. A su fallecimiento, el cisma de Aviñón, en el que llegó a haber tres Papas, ya se había solucionado tras la elección en 1417 de Martín V.
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El Papa Luna tenía sus razones. El problema es que Benedicto XIII, empecinado frente a todos en ser él el auténtico Sumo Pontífice, eligió cuatro cardenales para perpetuar su poder. Uno de ellos, Bernard Garnier, fue elegido Papa a la muerte del Papa Luna bajo el nombre de Benedicto XIV, pero prácticamente sólo lo supo otro de los cardenales de Luna, Jean Carrier, quien sin embargo no reconocía a Garnier como Papa. Tres años después Carrier fue hecho prisionero, y cuando murió Benedicto XIV, Carrier fue elegido Papa por Jean Farald, cardenal designado por el mismo Carrier. Como éste no había reconocido Papa a Garnier, eligió su mismo nombre, Benedicto XIV, y al poco murió en prisión en fecha indeterminada. A partir de ahí comienza el misterio -del que se han ocupado diversos novelistas-, dando lugar a una sucesión de supuestos pontífices clandestinos que habrían mantenido una Iglesia paralela y secreta vinculada, cómo no, a la custodia del Santo Grial. La línea “apostólica” llegaría hasta un supuesto Benedicto XL, de identidad desconocida pero de quien se hallan trazas en la Red, a la espera de un Dan Brown que fabrique con él una historia vendedora. El engima Siri Del mismo modo que con un origen serio como el Papa Luna ha salido una línea esotérica, también se ha jugado con la egregia figura del cardenal Giuseppe Siri (19061989). Fue arzobispo de Génova desde 1946 hasta dos años antes de su muerte, y uno de los prelados más brillantes de su tiempo, papabile en los cuatro cónclaves en los que participó (1958, 1963 y los dos de 1978) y hombre de probada fidelidad a todos los Papas que conoció.
Precisamente el origen del misterio se encuentra en el primero de los cónclaves citados. El 26 de octubre de 1958, Siri habría obtenido los sufragios suficientes para ser Papa, renunciando a los pocos minutos por razones desconocidas. En las votaciones posteriores resultaría finalmente elegido el patriarca de Venecia, Angelo Roncalli, futuro Juan XXIII. Sobre esta hipótesis se ha especulado mucho y probablemente no se resuelva jamás, pues amén del secreto que rodea al cónclave, en 1991 murió el cardenal canadiense Paul-Émile Léger, último de los que participaron en él. Es cierto que durante unos minutos de aquel 26 de octubre se vio humo blanco en la chimenea vaticana, y así lo recuerdan los testigos y lo recogieron los diarios Corriere della Sera o The New York Times al día siguiente. También es cierto que un antiguo asesor del FBI, Paul L. Williams, autor del libro The Vatican Exposed (típico alegato tremendista sobre las finanzas del Vaticano), habla de un informe de la agencia que declara haber visto, fechado en 1961 y desclasificado en 1994. Este informe atribuiría la renuncia de Siri, firme anticomunista, a una información que habría llegado al cónclave sobre repercusiones de su nombramiento en el contexto de la Guerra Fría. Por último, y es el dato más importante, hay un obispo –aún vive- que recibió del cardenal Siri, en el lecho de muerte, una confesión, que este obispo ha transmitido a algunas personas: “Que Dios me perdone haber renunciado a una responsabilidad muy grande”, dijo Siri. Aparece un vietnamita con un billete de Metro Sea como fuere, nada de todo ello obsta a que ese gran obispo mantuviese absoluta lealtad a Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, que le distinguieron también con su aprecio. Sin embargo, a medida que estos rumores se fueron difundiendo –sobre todo los minutos de fumata blanca y la especulaciones posteriores-, hubo quien empezó a disparatar. Y empezó a circular la especie de que el cardenal Siri no rechazó en realidad la tiara, sino que, bajo el nombre de Gregorio XVII, habría estado ejerciendo como Papa en secreto, designando cardenales.
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