Belderrain, claretiano: Jesús no pidió al Padre que nos libre del mundo, pero sí de sus idolatrías

Pedro Belderrain es desde 2020 prefecto general de Apostolado de los misioneros claretianos.
Se llama Pedro Belderrain, asturiano, 61 años. Misionero claretiano desde 1983. Sacerdote desde 1990. Hoy es prefecto general de Apostolado y miembro del gobierno general de la Congregación, servicio que le ha llevado a visitar más de veinticinco países en los últimos cuatro años. Ha sido profesor de Sociología y compartido camino con muchos laicos y comunidades de vida religiosa.
Los Misioneros Claretianos son ahora unos 3.015 y viven en 73 naciones. Tienen cerca de cien novicios y unos 370 jóvenes profesos que caminan hacia la profesión perpetua en el espíritu de San Antonio María Claret, fallecido el 24 de octubre de 1870.
-¿Cómo se refleja hoy el carisma misionero de San Antonio María Claret en la misión y la espiritualidad de los Misioneros Claretianos?
-Como para cualquier bautizado, hombre o mujer, la espiritualidad es algo fundamental para nosotros. ¿Cómo dejamos actuar al Espíritu en nuestra vida? ¿Cómo lo secundamos? Hay pocas preguntas más importantes que estas.
»En 2024, al cumplir 175 años, la Congregación celebró un congreso, abierto a toda la familia claretiana, que tomó el pulso a la salud de nuestra espiritualidad. Es evidente que podemos mejorar nuestra respuesta al Señor, pero tras tratar año tras año a cientos de claretianos y escuchar a muchos laicos, religiosos y pastores de la Iglesia hablar de nosotros, creo que podemos estar contentos de nuestra apertura al Espíritu. Con defectos y pecados, tenemos cientos de hermanos que intentan dar lo mejor de sí y ser fieles a su vocación. En mis viajes he comprobado estremecido que muchos están dispuestos a morir por el Evangelio. Otros, enfermos o ancianos, ofrecen su vida y dolores cada día. Es un gozo vivir en una familia así. El centenar de jóvenes que profesa por primera vez cada año da cuenta de ello.
-¿Cómo ve la relación entre la fe y la cultura en el contexto actual?
-Hace ahora cincuenta años, en Evangelii nuntiandi, ya San Pablo VI puso la relación fe-culturas en el centro de la evangelización. La fe no se identifica con un único modo de vivir la relación con Dios, el resto de la humanidad y la creación. En muchos países no hay sólo una cultura; hay muchos modos de vivir. Todo discípulo misionero está llamado a descubrir qué hay en el corazón de cada cultura, qué aspiraciones, ilusiones, gérmenes de vida y muerte. En muchas hay semillas del Verbo, rastros del paso del Espíritu. Pero también restos de pecado, de anti-Reino y cerrazón al prójimo. Podríamos citar de nuevo a Pablo VI: el diálogo es fundamental.
-¿Qué papel juega la sociología en esa relación?
-Se trata de un diálogo que nos cuesta aceptar porque requiere tiempo, paciencia y dejarse interpelar. Un diálogo que a veces nos asusta porque tememos ‘rebajar’ el anuncio o el depósito de la fe. Como tantos, Benedicto XVI y el Papa Francisco demostraron muy bien que se puede dialogar y salir al encuentro sin renunciar a ningún principio evangélico. Vivimos en el mundo; no hay otro. No se puede renunciar al diálogo fe-cultura. Además, a ese diálogo nos envía el Señor, que no pidió al Padre que nos saque del mundo, pero sí que nos libre de sus idolatrías. Las ciencias sociales, la sociología, el compartir con los pobres nos espabilan y ayudan a entender el mundo.
-La educación es algo fundamental en la misión de la Congregación. ¿Qué importancia tiene hoy en la misión de los Misioneros Claretianos?
-Este año celebramos la fiesta de San Antonio María Claret pocos días antes del Jubileo del mundo educativo. Con una lucidez y flexibilidad impresionantes, hace unos 150 años, el padre Claret nos invitó a considerar la educación como un ministerio evangelizador fundamental, algo que quizá él aprendió impactado entre otras cosas por su experiencia cubana.
»El ideario de las presencias educativas claretianas en Europa, que sostenemos juntos seis instituciones distintas de religiosas, laicos y religiosos, afirma que “la razón de ser de nuestra misión educativa es cada alumno”. Con otras palabras: dilexit te. Todo hombre y mujer es hijo expresamente amado por Dios, llamado a la salvación y la vida plena, a desplegar en libertad responsable todos los talentos que ha recibido.
»La educación intenta potenciar ese despliegue, ayudar al niño, al adolescente o al joven a tomarse la vida en serio, a entender que no sólo importa la suya, sino también la de los demás. Educando queremos ayudar a las familias y a quienes crecen a elegir con conocimiento y libertad, a compartir con pasión sus talentos, a descubrir el amor infinito y personal que Dios le tiene.
-¿Y cómo se concreta hoy ese compromiso educativo?
-Los claretianos regentamos hoy en el mundo unas doscientas instituciones educativas que sirven a más de 140.000 alumnos en casi cuarenta países. Acompañamos desde jardines de infancia hasta centros universitarios, y un número cada vez más creciente de programas de educación no formal que atienden muchas veces a migrantes y todo tipo de personas en situación de riesgo.
»Entre mis alegrías más recientes ha estado el compartir unos días con cincuenta adolescentes filipinos de la zona de Sarangani, donde los modestos internados claretianos permiten estudiar a las niñas, librándolas de forzados matrimonios tempranos que suponían el fin de sus estudios. Eso sí, allí, como en cualquier otro campo de misión, si los Claretianos hacemos algo es gracias a la ayuda de otros muchos, religiosas, seglares, sacerdotes... ¡Todo un gozo!
-Cambiamos un poco de tema: ¿Qué papel juega hoy la devoción al Inmaculado Corazón de María en la espiritualidad y misión de los Misioneros Claretianos? ¿Cómo se puede profundizar en esta devoción en la actualidad?
-Como muchos de mis tres mil hermanos de congregación, yo estoy muy contento de ser claretiano, pero si tengo que preséntame insisto en que soy ‘misionero hijo del Corazón de María’, como nos llamó el Padre Claret.

Una profunda devoción a la Virgen es característica esencial de la vocación claretiana. En la imagen, religiosos de la congregación ante la imagen de Nuestra Señora.
»Sin el papel y la acción del Corazón de María ninguno de nosotros es nada. Gracias a ella oímos la llamada de Jesús; su intercesión nos ha acercado al amor de Dios y ha hecho que ese amor nos urja para aceptar que el Espíritu consagre nuestra vida a su servicio. Claret escribió que María era para él ‘todo después de Jesús’. Y así lo es para nosotros, seamos coreanos, brasileños, rusos o de Myanmar.
»La madre del Señor nos enseña a acoger la Palabra, a ‘meditarla’ en el corazón, a tratar de hacerla vida, anunciarla y reconocerla en los más pobres y castigados por la vida. Intentamos que esa centralidad de María se haga oración, canto, acción de gracias, silencio. Pero también cordialidad, servicio, pasión evangélica y ternura. Ojalá nuestra devoción alumbre siempre vida y entrega.
-Los Misioneros Claretianos tienen una larga tradición de evangelización en diferentes partes del mundo. ¿Qué desafíos y oportunidades se presentan a su misión en la actualidad?
-Con Claret y los cientos de Misioneros que nos han precedido, hemos entendido que al margen de la Iglesia no somos nada, aunque también recibamos una llamada a caminar con toda persona que busca el bien, sea del credo que sea. Nuestra misión no es, pues, distinta de la misión de la Iglesia, de la misión de Cristo. Los desafíos que el evangelio encuentra son nuestros desafíos. En muchas partes lo son la indiferencia, la no valoración de lo religioso, el desprecio a la dignidad humana, la crueldad de quien descarta o se acostumbra -como acaba de denunciar el Papa León- a considerar ‘natural’ la pobreza no deseada, la injusticia o el maltrato de la Creación.
»Los gérmenes de pecado y anti-reino pelean con el Espíritu dentro de cada uno de nosotros. Cuando dejamos que triunfen, surge el infierno, como bien saben las víctimas de injusticias y abusos, siempre inaceptables. Nos sentimos desafiados a vivir cada vez más entregados a Dios y a su Palabra, más al servicio de nuestros hermanos, sobre todo de los pobres, y gozamos mucho con la cantidad de oportunidades que el Espíritu siembra en el mundo: los frutos del progreso de la ciencia, el buen corazón de millones de personas, la entrega generosa de tantos laicos... El Señor está cumpliendo su promesa de acompañarnos todos los días, hasta el fin del mundo.
-¿Qué lecciones se pueden extraer de la experiencia de San Antonio María Claret como misionero y arzobispo para la misión de la Congregación en la actualidad?
-Nuestros últimos capítulos generales afirman con rotundidad que también después del Vaticano II, como antes, hemos sentido que el Señor nos sigue llevando de la mano. Gracias al Espíritu y a algunos hermanos cabe decir que hoy conocemos al Padre Claret mejor que nunca, que hemos podido profundizar en su vida que -incluso hecha película- cada vez nos impresiona más.
Cultura
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Pablo J. Ginés / ReL
»Conocer cada vez mejor al Claret obispo y a los pueblos de Cuba y España a los que sirvió como tal nos ayuda a discernir cómo ser misioneros hoy. El pasado junio, con ocasión del Jubileo de los Obispos, una quincena de obispos claretianos de los cuatro continentes dedicó con gozo tres días a profundizar juntos en ese Claret obispo, misionero y servidor, que también nos enseña tanto.
-¿Qué mensaje o invitación le gustaría transmitir a los fieles y a los seguidores de San Antonio María Claret en este aniversario de su fallecimiento?
-Mi felicitación a toda la Familia Claretiana, a quienes intentan vivir la fe y el amor en nuestras escuelas, en las parroquias, los colegios mayores, los medios de comunicación. Mi felicitación a toda la Iglesia: como cualquier santo, Claret es de todos.
-¿Qué esperanza tiene para el futuro de la Congregación y de la Iglesia?
-El mundo está lleno de personas, jóvenes y mayores, que siguen esperando entender qué significa que Dios los haya amado (dilexit te), que quizá no saben que a Dios le encantaría que este mundo se pareciera más al cielo, que todos vivamos de verdad como Fratelli tutti, sin polarizaciones, enfrentamientos interesados y fracturas. Dios nunca nos deja de su mano. El Corazón de María, tampoco. Como nos repitieron tanto misioneros como Fernando Sebastián o Pedro Casaldáliga, adelante, hay que seguir caminando con Él.