Desde hace seis años realizan juntos las visitas a los feligreses más enfermos
Joe Krupp es sacerdote y se lleva a su padre anciano por Michigan a repartir sacramentos de noche

Joe ve la presencia de su padre como una compañía, y le da la oportunidad de hacer cosas por él.
Su madre murió en 2015 y, unos años después, el padre Joe Krupp tuvo una gran idea: que su padre se fuera a vivir con él. National Catholic Register cuenta la historia de esta familia.
La casa parroquial de la Iglesia de la Sagrada Familia en Grand Blanc, Michigan (EE.UU), construida a principios de la década de 1960 en una época de abundantes vocaciones, era demasiado grande para los únicos dos sacerdotes que la utilizaban.
Rezan juntos por el camino
Había una habitación disponible en el primer piso, así que Gordon Krupp, un fontanero jubilado que ahora tiene 89 años, se fue a vivir allí en 2019. Ese mismo día, su hijo recibió un llamado urgente de un feligrés en medio de la noche para recibir los sacramentos.
"Teníamos una línea de emergencia, era temprano, en la mañana, como las 3 o 4 de la madrugada. Joe estaba fuera con su Sudoku y su rosario", recuerda el sacerdote.

Joe (a la derecha) con su padre ya jubilado.
Como muchos sacerdotes, el padre Joe, de 55 años, a menudo viaja a hospitales, hogares de ancianos y casas para administrar la confesión, la comunión y la unción de los enfermos.
Tiene dos parroquias a su cargo: Holy Family y la cercana St. Mark Evangelist, y también dirige Joe In Black Ministries, que incluye un canal de YouTube y un podcast, con un gran número de seguidores.
Las llamadas para la unción de enfermos desde las dos parroquias suelen ser entre tres y cinco por semana. Siempre que el sacerdote ha ido a una visita en los últimos seis años, su padre ha ido con él.
Suelen viajar juntos en una furgoneta. A veces es la Chevrolet Silverado 2022 media tonelada negra y, otras veces, en la Chevrolet Silverado 2012 media tonelada azul grisáceo metalizado. Ahora planean instalarle un nuevo motor de 5.3 litros y ocho cilindros.
Joe y su padre aprovechan para rezar en el camino por la persona a la que van a visitar. "Luego enumeramos a todos los hijos de papá y rezamos por su nombre", comenta Joe. Cuando dice "todos los hijos de su padre", se refiere a los seis hijos biológicos (él es el más pequeño), y a otros seis niños que su madre y su padre acogieron de forma permanente. Llegaron a acoger a 38 niños.
Uno de los muchos jóvenes que vivieron en la casa Krupp es Jesse Ortega, de 67 años, ingeniero jubilado. Tenía 19 años y cursaba segundo año en la Universidad de California, Berkeley, en 1978, cuando conoció a la familia Krupp en una barbacoa. Insistieron en que se quedara con ellos, lo cual hizo durante los dos veranos siguientes mientras trabajaba.
El vínculo es tan estrecho que Ortega y Joe se consideran como hermanos. Desde que está jubilado, Ortega pasa todos los miércoles por la mañana con su padre hablando de energías alternativas. Ambos han instalado un pequeño panel solar y un molino de viento para cargar la batería de un coche, además de las tiras de luces LED de los armarios del garaje de una parroquia.
"La Iglesia es una Iglesia comunitaria. Estamos destinados a vivir en comunidades. Pero, a veces, llevamos a nuestros sacerdotes a estar solos. No estamos destinados a estar solos. Ojalá pudiéramos encontrar la manera de tener sacerdotes en comunidades", comenta Ortega.
El drama de la soledad
Más del 40% de los sacerdotes ordenados desde el año 2000 muestran signos de soledad, según una encuesta publicada el 14 de octubre por el Proyecto Católico de la Universidad Católica de América. "La soledad es como un cáncer que está matando el espíritu que una vez tuve", declaró un encuestado a los investigadores.
La relación de Joe con su padre lo ha llevado a reflexionar sobre las dificultades del celibato. Cuando era más joven, él pensaba: "Dios mío, ayúdame; simplemente que pueda comportarme. Y, a medida que uno crece, me doy cuenta de que es la compañía lo importante. Es el 'ésta persona me ha visto en mis peores momentos y todavía me quiere'. Papá me ofrece esto", dice.
El padre Joe ve la presencia de su padre como una compañía y, al mismo tiempo, le da la oportunidad de cuidarlo y hacer cosas por él, incluso si es solo prepararle el café por la mañana.
Durante las visitas para repartir los sacramentos con su hijo, Gordon no entra, se suele quedar en la furgoneta. No le gusta hablar con desconocidos, pero disfruta rezando por ellos, incluso en plena noche. Tampoco le molestan los largos viajes en coche; algunas de las visitas de emergencia duran horas.
Personajes
Tiene 94 años, 70 de sacerdote, va en patinete, no quiere ser «cura de museo»... y vive en Guayaquil
Religión en Libertad
Gordon reza el rosario en la furgoneta mientras espera. Al terminar, hace sudokus. El padre Joe considera a su padre como un salvavidas mental para él. Algunas llamadas por las noches son difíciles, como cuando se trata de un accidente de tráfico con víctimas que atender espiritualmente.
"Mi padre es un verdadero estabilizador. Mi hermana me dice —y eso me encanta—: 'Papá es nuestra Estrella Polar'. Es una presencia tranquilizadora. Ya no me siento solo todo el tiempo", concluye Joe.