Las icónicas fotos de Santa Teresita disfrazada de Juana de Arco fueron hechas por ella
Céline, «la primera monja fotógrafa»: así era la hermana más desconocida de Teresita de Lisieux

Céline (a la izquierda) y Teresita (a la derecha) posan antes de una obra sobre Juana de Arco.
Céline Martin, de monja llamada sor Genoveva de la Santa Faz, murió el 25 de febrero de 1959, a la edad de 89 años. Su hermana menor era Santa Teresita de Lisieux y sus padres los santos Luis y Celia, y su hermana mayor, Leone Martin, Sierva de Dios.
El fotógrafo Jeffrey Bruno acaba de contar la interesante historia de Céline en el portal National Catholic Register. La pregunta es, de ser santa, ¿podría ser catalogada como la patrona de los fotógrafos? Por ahora, lo que es cierto es que sus fotografías están entre las más icónicas del mundo católico y, por supuesto, de la vida en clausura.
Porque, hasta que llegó Céline solo se había fotografiado a un puñado de santas del siglo XIX, y, como mucho, no más de una o dos veces a cada una de ellas. Sin embargo, Santa Teresita, su hermana, tenía docenas de fotografías que abarcaban toda su vida.
Talento y pasión por la pintura
Céline y Teresita fueron inseparables en su juventud hasta que "la pequeña flor" se fue al convento. Precisamente, fue en clausura donde se reencontraron ambas, cuando Céline se unió a ella en 1894. La joven Céline era una inconformista. Tenía un espíritu tenaz, un corazón de artista y una mente de ingeniera.
En su autobiografía afirma:
"Me gustaba mucho hacer inventos y entender su mecanismo. Como tenía una máquina de coser, la desmontaba por completo y, después de limpiar cada pieza, las volvía a colocar en su sitio. También sabía cómo hacerla funcionar".

Céline Martin, de monja sor Genoveva de la Santa Faz.
Céline destacó en los estudios y ganó varios premios por su excelencia en matemáticas. Sus talentos eran muy diversos (galvanoplastia, dibujo, fotografía...), pero, sin duda, la pintura era su gran pasión. Recibió ofertas para estudiar con los maestros del Salón de París.
Tras la muerte de Luis, su padre, Céline entró en el convento de las Carmelitas de Lisieux y tomó el nombre de Hermana Genoveva de la Santa Faz, uniéndose así a sus hermanas y a su prima. Junto con sus grandes habilidades y talentos, se le permitió llevar con ella su voluminosa cámara, un gesto sencillo que impactaría al mundo.
La cámara era una caja de madera de 13x18 con una lente "Darlot". Utilizaba un proceso de placa seca o "ferrotipo", también conocido como ferrotipia, una técnica fotográfica del siglo XIX.
El proceso era muy laborioso y consistía en recubrir una placa de hierro delgada con una mezcla de colodión y nitrato de plata fotosensible. Esta se exponía a la luz en una cámara y luego se revelaba, se fijaba y se barnizaza inmediatamente, lo que daba como resultado una imagen duradera, detallada y relativamente económica.
Fotorreportera de la vida en clausura
Además del proceso técnico que exigía, Cèline debía idear y preparar las escenas cuidadosamente, y hacer posar a los sujetos impasibles durante un minuto, debido a la baja sensibilidad a la luz de los medios.
Pero, sin duda, más allá de sus habilidades con la cámara, lo verdaderamente innovador fue el lugar donde fotografiaba: dentro de los muros sagrados de un claustro. Algo que para entonces era toda una novedad.
Cèline fue una de las primeras personas, y la primera monja, en tomar fotografías dentro de un claustro. El ser miembro de la comunidad le dio acceso al corazón de la orden y al funcionamiento interno.
Tras entrar en el convento, la monja tomó 41 fotografías, entre las que figuraba su hermana menor, Santa Teresita de Lisieux, en las que se narraba su vida y, también, su muerte. Entre las imágenes más famosas y, con diferencia, las más creativas, se encuentran las que tomó el 21 de enero de 1895, festividad de Santa Inés.
Cada año, la comunidad carmelita celebraba la fiesta de la priora, en este caso, Madre Inés de Jesús (Pauline Martin), que era su hermana mayor. Santa Teresita contribuía a estas celebraciones escribiendo y produciendo obras de teatro que luego representaban las hermanas.
Para la fiesta de la Madre Inés, se representó en el convento una obra sobre Santa Juana de Arco. Céline se había unido a la comunidad unos meses antes e interpretó el papel de Santa Catalina... e hizo de fotógrafa.

Céline llevó su cámara al convento y hacía las fotos comunitarias.
Se cuenta que durante una de las actuaciones, Santa Teresita, que interpretaba a Juana de Arco, estuvo a punto de ser quemada viva en un incendio accidental, pero permaneció firme, demostrando su voluntad de ofrecer su vida a Dios.
Más allá de su pasión por la fotografía, Céline tenía una gran devoción por Cristo, que se podía comprobar en sus escritos:
"Desde el primer momento en el que buscamos su reino y su justicia, Él se alegra de nosotros. Incluso en ocupaciones que no tenían como meta inmediata la eternidad, siempre me entregué a ellas con la intención de encontrar allí alguna belleza que me acercara a mi Creador. Además, no era difícil, todo me elevaba hacia Él, incluso las cosas que naturalmente deberían haberme alejado de Él".