La matanza de los inocentes
Nuestro alejamiento de Dios ha normalizado la agresión y aniquilación de las personas más indefensas: los no nacidos.

Nicolas Poussin, 'La matanza de los inocentes', una representación del hecho evangélico que muestra el odio a Jesús en su forma más cruel.
Nicolás Poussin (1594-1665), pintor seducido por la mitología griega y romana, realizó un tipo de pintura muy culta, poco asequible al espectador común. A pesar de su denominado clasicismo, me parece un precursor de las vanguardias del siglo XX precisamente por ese esfuerzo que exige al espectador de interpretación de lo que allí se representa. Pues en la mayoría de sus obras no sabemos a ciencia cierta quién es el personaje representado en el cuadro ni lo que allí está haciendo o padeciendo. Véase si no La caza de Meleagro del Museo del Prado, cuadro magnífico en el que no se nos muestra dónde está Meleagro ni qué es lo que va a cazar.

Meleagro, hijo del rey de los etolios, es un personaje de la mitología griega que sale a la caza de un jabalí gigante (que no se muestra en el cuadro) que asolaba el país.
No ocurre esto, sin embargo, en sus obras de temática religiosa, en las que trata de hacer visibles los temas tradicionales.
Uno de los ejemplos de este tipo de pintura lo representa el cuadro La matanza de los inocentes, que Poussin realizó hacia 1628 (Museo Condé, Chantilly). El pintor francés había llegado a Roma en 1624 y trataba de abrirse camino entre los pintores de la ciudad. La obra había sido un encargo del marqués Vincenzo Giustiniani y le sirvió para entrar en contacto con círculos de coleccionistas y entendidos. Probablemente Poussin conoció la obra del mismo título que Guido Reni había realizado en 1611 (Pinacoteca Nacional de Bolonia), realmente espectacular.

Guido Reni, 'La matanza de los inocentes', un cuadro de 1611 que pertenece a la Pinacoteca Nacional de Bolonia.
En el caso de Poussin, el autor ha reducido drásticamente el número de personajes del cuadro, concentrando la acción en un soldado, un niño y su madre. Impresiona su dramatismo. Poussin ha sabido representar de modo excelente la violencia, el horror. No es necesario recurrir a muchos artefactos eruditos para su interpretación. La escena se impone por sí misma. A diferencia de otras obras suyas, en las que es preciso conocer con precisión y profundidad imágenes y textos de la Antigüedad, en este caso es suficiente contemplar el cuadro para sumergirse en él.
El terrible espectáculo de la agresión y aniquilación de las personas más indefensas e inocentes nos produce inevitablemente una reacción de malestar y protesta. Sin embargo, podemos comprobar que este horrible suceso se ha venido repitiendo a lo largo y ancho de la historia. En las guerras, en los atentados terroristas, en los terremotos, en las inundaciones siempre hay víctimas inocentes. Los más débiles, los menos culpables, los más indefensos siempre perecen en las grandes catástrofes.
Pero, digámoslo claramente, los más indefensos entre los indefensos son los no nacidos. Los más inocentes entre los inocentes. Y también son masacrados, aniquilados, exterminados por motivos cada vez más injustificables. Las narraciones que se hacen en Éxodo 1, 15-22 [las comadronas hebreas desobedecen la orden del rey de Egipto de matar a los bebés varones] o en Mateo 2, 13-18 [la matanza de los inocentes] no son solamente documentos históricos sino sobre todo testimonios de esa batalla entre el Bien y el Mal que describe el Apocalipsis. Una batalla que desencadena siempre la aniquilación de los que no tienen culpa de nada.
En la instrucción Donum vitae, de 1987, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmada por el cardenal Joseph Ratzinger, se afirma:
- “En virtud de su unión sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ni puede ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta”.
En nuestro mundo la unión sustancial es ridiculizada y perseguida. El concepto de alma espiritual es arrinconado como un residuo que hay que depurar, cancelar y destruir. Por eso el ser humano se ha reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones. Solo eso. Al igual que los animales. Con estos principios no es difícil imaginar el valor que pueda tener un no nacido, en el que sus tejidos y órganos no están aún formados.
La misma instrucción Donum vitae añade más adelante:
- “La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”.
De modo solemne e impresionante se destaca en este texto el valor inigualable de la vida humana. Pero quizás no conseguimos entenderlo en su verdad, porque nos vamos alejando de Dios más y más.