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La Virgen a punto de dar a luz en 'Virgen y Madre', un corto de Siervos del Hogar de la Madre. El 'fiat [hágase]' de María fue la condición querida por Dios para la Encarnación del Redentor.

La Virgen a punto de dar a luz en 'Virgen y Madre', un corto de Siervos del Hogar de la Madre. El 'fiat [hágase]' de María fue la condición querida por Dios para la Encarnación del Redentor.

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En la reciente nota doctrinal Mater populi fidelis sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el prefecto cardenal Víctor Manuel Fernández señala que “es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María” en la obra de la Redención operada por Jesucristo (n. 22).

La afirmación –que lleva a preguntarse por el alcance del denominado magisterio ordinario de la Iglesia– requiere un examen y citar entero el párrafo en el cual se encuentra. He aquí el texto:

  • “Teniendo en cuenta la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo y, por tanto, puede generar confusión y un desequilibrio en la armonía de verdades de la fe cristiana, porque «no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4,12). Cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente. En este caso, no ayuda a ensalzar a María como la primera y máxima colaboradora en la obra de la Redención y de la gracia, porque el peligro de oscurecer el lugar exclusivo de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, único capaz de ofrecer al Padre un sacrificio de valor infinito, no sería un verdadero honor a la Madre. En efecto, ella, como «esclava del Señor» (Lc 1,38), nos señala a Cristo y nos pide hacer «lo que Él os diga» (Jn 2,5)”.

Llama la atención una de las afirmaciones que incorpora el párrafo para desaprobar el título de Corredentora atribuido a la Virgen María. Sostiene el cardenal Fernández: “Cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente”.

  • En primer lugar, ¿cómo podría comprobarse que la expresión Corredentora requeriría “muchas y constantes explicaciones” para evitar que se desviara de un significado correcto? En realidad, y la historia de la teología da cuenta del hecho, ninguno de quienes enseñan que la Virgen María es Corredentora confunde su papel en la obra de la redención con el lugar de Jesucristo, su Hijo. Precisamente, la partícula “Co-” da cuenta de la distinción entre una y otra cosa. Para el sensus fidelium, para el sentido de la fe católico, es fácil percibir que es la Virgen María quien se asocia, gratuitamente, a la obra salvadora de Cristo. ¿Cómo podría pensarse en otro sentido? El problema, aquí, no es el sensus fidelium sin la mentalidad protestante instalada, desde hace rato, en buena parte de los pastores y fieles en la Iglesia Católica en el altar de un ecumenismo mal entendido, dado que el genuino ecumenismo busca que los que se fueron –por ejemplo, los protestantes–, es decir, los que atentaron contra la unidad de la Iglesia, se reintegren a la misma. Esta reintegración exige, por supuesto, profesar la misma Fe, incluidas las verdades sobre la Virgen María.
  • En segundo lugar. Dicho lo de arriba, es decir, habiendo apuntado que existe un sentido auténticamente católico de la Corredención de la Virgen, en sentido contrario a lo que dice el cardenal Fernández, el término Corredentora sirve a la fe del Pueblo de Dios. Por una sencilla razón: reafirma la centralidad de Jesucristo en la obra de la Redención a la vez que indica la participación especial que la Virgen María tuvo y sigue teniendo en la misma. ¿Sería católico pensar en una separación entre el Hijo y su Madre?
  • Por último. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña, citando al Concilio Vaticano II: “«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo» (Dei Verbum 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma” (n. 85). Y agrega: “«El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído» (Dei Verbum 10)” (n, 86). A su vez, la vocación del teólogo católico “tiene la función especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de la iglesia” (instrucción Donum veritatis sobre la vocación eclesial del teólogo, n. 6). En lo que se refiere a la verdad de la Virgen María como Madre Corredentora, de lo que se trata es de descubrir lo que nos enseña Dios en su Palabra con el auxilio de la teología y la voz autorizada de la Iglesia. Dios nos obsequió la inteligencia para ponerla al servicio de la Fe y afirmar que la Virgen María es la Madre Corredentora es de inteligentes.

Ahora sí, dos consideraciones finales. 

  1. La primera: fuera de ser algo erróneo, hacer propia la mentalidad protestante es algo anacrónico. Parece mentira que haya católicos –incluidos cardenales– que tengan un complejo de culpa por ser marianos, que es tanto como decir católicos. Basta de ese falso ecumenismo que no convierte a nadie al catolicismo y que, por el contrario, desnaturaliza a la Iglesia católica. 
  2. La segunda: como recuerda Luisella Scrosati en una nota reciente, el 1 de noviembre el Papa León XIV proclamó a San John Henry Newman doctor de la Iglesia. Destaca Scrosati: “Newman era uno de aquellos que habían defendido la posibilidad de utilizar el título de Corredentora”. En concreto, en Carta a Pusey (Edward Pusey, teólogo anglicano del Movimiento de Oxford), a quien objeta que, si no tiene objeción a títulos como Madre de Dios, Segunda Eva o Estrella de la Mañana, por qué tenerla a "que sea llamada Corredentora".

¿Será de Dios que el más reciente doctor de la Iglesia, protestante convertido a la fe católica, abogue por María Corredentora?

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