Sacer[dog]tes

La capilla del jardín camposanto de mascotas Los Rosales, en Guatemala.
Os invito primero a ver estos dos breves vídeos antes de leer el artículo:
"El Camposanto de Mascotas Los Rosales, líderes y pioneros en Centroamérica, ahora desarrolló para todas las mascotas y amantes de las mascotas el primer templo o iglesia ecuménica temática para mascotas en Guatemala y en América Latina":
Al menos, el pastor protestante deja claro que no es igual un animal a un ser humano:
Me he estado resistiendo a escribir estas líneas. Pero creo que nos estamos volviendo locos. Desde que el cine animado nos regaló en 1989 Todos los perros van al cielo, hemos ido a peor. Mentes más preclaras que la mía han escrito antes sobre esto:
Según los últimos datos publicados por la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (REIAC), que recoge los animales censados a mediados de 2023, en nuestro país había 10.165.498 perros y 967.834 gatos. Mientras, en enero de ese mismo año había 1.786.406 niños de entre 0 y 4 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Pero, de verdad, que en un país como Guatemala hay que presumir de tener la primera iglesia ecuménica para mascotas. ¿En serio?
En la prensa local se leía este verano pasado:
"El Instituto Nacional de Estadística -INE- presentó oficialmente los resultados de pobreza en Guatemala, luego de recopilar y analizar los datos obtenidos con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), realizada en el 2023, la cual permitió actualizar los indicadores de pobreza y desigualdad en el país. Según la Encovi 2023, el 56,0% de población se encuentra en condición de pobreza, de la cual un 16,2% vive en pobreza extrema y un 39,8% en pobreza no extrema. El 44,0% de la población se considera no pobre».

Una capilla se anuncia, en las carretera de Guatemala, como la primera iglesia para mascotas de América.
De acuerdo que estamos hablando de una empresa privada con un cementerio para mascotas, que ya existía, a la que se le ha sumado un templo. Que se ha inaugurado con una misa católica. El sacerdote hizo lo que hacemos los que tenemos a San Antón en la parroquia o lo vivido en tantos lugares el pasado 17 de enero: bendecir a los animales. Pero también el Papa Francisco dijo hace menos de un año: "No faltan perros y gatos, faltan hijos".
Es algo tan sencillo como lo que declaró hace unos años el arzobispo de Friburgo, monseñor Stephan Burger: "Estoy claramente a favor de un trato éticamente responsable hacia los animales y me preocupa su bienestar. Pero no debemos humanizar a los animales. Un rito católico de duelo para las mascotas es impensable para mí".
No faltan los dueños de mascotas muertas que desean que se celebre misa por su eterno descanso y llevan las cenizas para que el sacerdote las bendiga. En qué apuros nos vemos para explicarle a los dolientes que su mascota no tiene una vida sobrenatural y que no hay necesidad de orar por ella.
Tengamos clara la teología católica.
San Juan Pablo II afirmó en la audiencia general del 10 de enero de 1990 que en la Biblia hay textos que explican que "los animales poseen un soplo de vida recibido por Dios" y que "el hombre, salido de las manos de Dios, resulta solidario con todos los otros seres vivientes, como aparece en los salmos 103 y 104, donde no se hace distinción entre los hombres y los animales".
Pero añadió que, en el Génesis, "el modo en que es descrita la creación del hombre sugiere... que en el hombre hay un soplo o espíritu que se asemeja al soplo o espíritu de Dios". Sin embargo, "cuando el libro del Génesis, en el capítulo segundo, habla de la creación de los animales (v. 19), no alude a una relación tan estrecha con el soplo de Dios".
Una vez más, recordemos lo obvio.
Nuestra mascota, cualquiera que sea, no es humana. El alma del hombre sobrevive a la muerte del cuerpo porque es el mismo espíritu divino insuflado por Dios a su creatura (Gen 2, 7) para hacerlo a su imagen y semejanza. El hombre tiene comienzo, Dios le crea un alma nueva cuando sus padres le crean un cuerpo, pero el hombre es inmortal. Muere su cuerpo y descansa hasta el día de la resurrección el que se volverá a unir con su alma. El alma humana, al morir el cuerpo, sigue viviendo.
Los animales no son humanos, no son imagen y semejanza de Dios, aunque reflejan maravillosamente la bondad de Dios. Al morir, también muere el espíritu que les daba vida.
2,8 millones de niños mueren al año por causas relacionadas con la desnutrición. Y las cifras de gastos por el cuidado de los animales son desorbitantes…
Recuerdo hace décadas que a un compañero de curso, en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, una señora iba a pedirle hostias (lógicamente sin consagrar) para darle a su perro… ¡¡¡para que comulgara!!!
Lo que nos pareció una chaladura terminará con la lógica católica.