Viernes, 03 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Qué hacer para combatir el aborto


Desligar una causa tan noble como esta de las refriegas partidistas para alcanzar cuotas de poder. Distanciarse de aquellos sectores, grupos, partidos o partiditos que convierten su opción por la vida, en banderín de enganche político

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

Partamos de hechos incuestionables: primero, la biografía de cada ser humano empieza en el momento de su concepción. El embrión en un ser humano en agraz, en desarrollo dentro del vientre nutricio de la madre desde el instante de la concepción, como certifica la ciencia objetiva. Segundo, matarle de manera voluntaria y violenta es un homicidio, un crimen, con el agravante de la absoluta indefensión de la víctima. El gran escándalo de nuestro tiempo es que la ONU, ese monstruo supranacional creado supuestamente para mantener la paz internacional, sea el primer genocida del planeta al propiciar el aborto en grandes áreas de la Tierra con el pretexto de que somos demasiados en este mundo de nuestros pecados.

Precisado lo anterior, viene ahora la pregunta clave: ¿qué hacer para combatir esta espantosa plaga humana? Mejor dicho y antes de nada, qué NO hacer en este combate sin cuartel a favor de la vida. Por lo pronto evitar su politización. Desligar una causa tan noble como esta de las refriegas partidistas para alcanzar cuotas de poder. Distanciarse de aquellos sectores, grupos, partidos o partiditos que convierten su opción por la vida, en banderín de enganche político. La lucha contra el aborto es una causa demasiado grande para rebajarla al nivel de las pendencias por el poder.

La política es, de suyo, contingente y cambiante. Lo que hoy es casi un dogma de fe, mañana puede ser una antigualla o pieza de museo de antigüedades. Ahí tenemos los casos del marxismo o del fascismo que lo evidencian. Incluso el “progresismo”, tan avasallador en tiempos recientes, hoy muestras signos clarísimos de fatiga ideológica y decadencia política. Es decir, que lo que hoy es negro mañana puede verse blanco, o viceversa, porque la política es volátil, demasiado sujeta a los cambios del tiempo, a los ciclos históricos. Someter por tanto, una gran causa humana como es la defensa de la vida, a los pendulazos de la acción política, constituye un gravísimo error que debemos evitar.

También importa mucho no mezclar los planos ni los conceptos ni dar el mismo tratamiento a hechos bien diferenciados. Algo así se da, por ejemplo, cuando se equiparan los métodos anticonceptivos con el aborto voluntario propiamente dicho. El uso de anticonceptivos previos a la concepción, no es un acto criminal, como si lo es, en cambio, el aborto voluntario, por mucho eufemismo que le echen encima los abortistas, que llaman al aborto provocado “interrupción voluntaria del embarazo” como si se tratara de algo totalmente inocuo y sin víctimas mortales. La anticoncepción previa podrá ser un acto inmoral, según el código ético al que se atenga cada persona, pero en ningún caso es un acto criminal. Cristo condenó la fornicación y sobre todo el adulterio de acuerdo con los preceptos bíblicos, aunque fue indulgente con los pecadores, sin embargo no dijo nada acerca del comportamiento de los matrimonios en su intimidad. No seamos, pues, más rigurosos de lo que fue nuestro Maestro.

Aislado en su parcela estricta el asunto concreto del aborto voluntario, no podemos ser tampoco, los aguafiestas de todos los acontecimientos que satisfacen las expectativas de la mayoría de la sociedad, echando en cara a la gente su tibieza o indiferencia ante el genocidio abortista. El don de la oportunidad es una virtud que nunca debemos olvidar. Para alcanzar un objetivo social, y tal vez no haya otro más noble y humano que la defensa de la vida, hay que atraerse primero el apoyo de la mayoría ciudadana, de la gran mayoría, añadiría, y ello no se consigue con actitudes agrestes y antipáticas. Mejor son las técnicas enternecedoras y suaves. El calabobos, el chirimiri que dicen los vascos o el orbayo de los asturianos. La lluvia fina apenas perceptible pero que acaba empapándolo todo. Insistir, como quien no quiere la cosa, en la idea que cada vez que se produce un aborto, se mata a un ser humano. Es decir, se comete un crimen. ¿Qué hay personas que rehuyen los hijos pero no están dispuestas a privarse de ningún goce, pues que recurran, si su conciencia se lo permite, a cualquiera de los numerosos métodos anticonceptivos que pueden tener a mano. Es decir, todo antes que el aborto. El aborto es siempre un crimen, y es lo que de verdad nos debe preocupar a los defensores de la vida.
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