Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

EN UN MONASTERIO BENEDICTINO

El miedo a que Hitler intentara robar la Sábana Santa, hizo que el Vaticano la escondiera

La Sábana Santa, cuya ostensión se produce de nuevo este año con un éxito de peregrinos asegurado, fue trasladada y escondida durante la Segunda Guerra Mundial a un monasterio benedictino por miedo a que Hitler, imbuido por el esoterismo, intentara robar la reliquia. Las tropas nazis a punto estuvieron de conseguir encontrar la tela sagrada.

Nicolás de Cárdenas/ReL

Adolf Hitler, vestido de civil en su despacho
Adolf Hitler, vestido de civil en su despacho
La Sábana Santa fue trasladada al santuario benedictino de Montevergine en Avellino, Italia en 1939 y no fue llevada a Turín hasta 1946, por miedo a que Adolf Hitler quisiera robarla, según detalla el Daily Telegraph. 
 
El actual director de la biblioteca de la abadía, el padre Andrea Cardin, ha asegurado que tras este cambio de ubicación de la sindone se encuentra la obsesión del líder nacionalsocialista con la reliquia sagrada. Tanto el Vaticano como la familia real italiana de los Saboya, que era la custodia y propietaria de la sábana, temían que el líder alemán, muy interesado por el mundo esotérico, intentara robar la tela.
 
En una entrevista concedida a la revista italiana Diva e Donna, el padre Cardin asegura que «la Sábana Santa fue movida en secreto al santuario en la región de Campania bajo órdenes precisas de la Casa de Saboya y el Vaticano». «Oficialmente, era para protegerla de bombardeos, pero en realidad, fue trasladada para esconderla de Hitler, que estaba aparentemente obsesionado con ella. Cuando visitó Italia en 1938 los más estrechos colaboradores Nazis de alto rango realizaron preguntas recurrentes sobre la Sábana Santa»
 
El padre Cardin, monje benedictino, asegura que después de que Italia se aliara con Hitler en la guerra y las tropas alemanas se instalaran en Italia, casi fue descubierto el emplazamiento secreto de la reliquia. «En 1943, cuando las tropas alemanas registraron la iglesia de Montevergine, los monjes que allí se encontraron simularon estar realizando una profundísima meditación ante el altar, en cuyo interior estaba el escondite. Fue la única razón por la que no fue descubierta».
 
El último rey de Italia, Humberto II, ordenó que la reliquia volviera a Turín en 1946. ese mismo año se proclamó la república en Italia y la Santa Sede asumió la propiedad de la reliquia.
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