Fray Manuel vuelve a Vélez-Málaga tras 12 años en Tierra Santa: «Allí estamos como ante la cruz»
Fray Manuel Domínguez Lama en Getsemaní en 2021; en 2025 ha vuelto a Andalucía
Fray Manuel Domínguez Lama, de Coria del Río (Sevilla) ha servido a la comunidad franciscana de Tierra Santa durante doce años. Ahora, por razones de salud, vuelve a España, al convento de San Francisco en Vélez-Málaga. Explica a Ana María Medina en la web de la diócesis de Málaga su experiencia en Tierra Santa.
Cuenta que fue al país de Jesús por petición propia. "Fue un destino pedido por mí y que se me concedió. Ninguno de nosotros [franciscanos] es sacado de su país si no quiere. Yo deseaba estar allí. En este tiempo he estado en Nazaret, Beit Sahur, Belén y en Jerusalén, los últimos tres años", explica.
Los franciscanos en Tierra Santa se vuelcan en distintas tareas, incluyendo la educativa. "La cifra de alumnos en nuestros colegios es muy alta, y los niños cristianos y musulmanes conviven, juegan y estudian juntos. Es un pequeño signo de esperanza. Mi labor en este tiempo ha sido reforzar la presencia franciscana en los santuarios, además de acompañar como asistente espiritual a los grupos de peregrinos que llegaban desde Estados Unidos, Chile, Argentina, México... para vivir su fe en los lugares más sagrados para un creyente… Eso me ha permitido ver la realidad de la Iglesia, esa catolicidad -que significa universalidad- viva y real".
Sobre las peregrinaciones, explica que eran la clave de la economía para muchos cristianos. "Los principales lugares de peregrinación están habitados por cristianos palestinos, que subsisten gracias a los ingresos que estas les generan", detalla. Al haber desaparecido casi las peregrinaciones con la guerra de Gaza (y antes con los confinamientos del coronavirus) las familias cristianas se encuentran sumidas en la pobreza.
Fray Manuel Domínguez Lama se dirige a hermanos franciscanos en el Monte de los Olivos
"Los cristianos en Tierra Santa somos una reducida minoría: 380.000 frente a los nueve millones de judíos y los dos millones de musulmanes. Y no todos católicos. También hay ortodoxos y un número menor de protestantes. A veces, la convivencia era difícil por cuestiones puntuales. Viviendo allí te das cuenta de que el fenómeno de la desconfianza se está generalizando, sometidos a una autoridad que no siempre te permite hacer lo que precisas, moverte libremente o soportando una gran pobreza de medios. La convivencia era buena, pero sufría esas tensiones en momentos puntuales que la podían hacer saltar por los aires", explica el franciscano.
Él mismo vivió hace un tiempo episodios de tensión y amenaza. "Yo estaba en el santuario de Betfagé, en el Monte de los Olivos, y mientras un grupo llegado de Polonia celebraba la Eucaristía allí, empecé a sentir las alarmas y salí a tiempo de ver en el cielo la estela de la bombas. Nada más terminar, los apremié a que se marcharan a Jerusalén y empecé a recibir en mi móvil vídeos y fotos de los ataques. A partir de ahí, cambió todo. El barrio donde estamos es fundamentalmente musulmán radical, e Israel se quedó sin peregrinos. Los cantos y las voces desaparecieron de las calles y los santuarios y solo se oían las alarmas. Entramos directamente en la nada, en la inseguridad absoluta", explica.
Con la guerra, fueron llegando las historias de pobreza e impotencia. "En las misas, la gente nos compartía su testimonio y eran verdaderamente impresionantes: personas que habían perdido a su familia, su casa, sin posibilidad de ir a los hospitales, padeciendo la falta de alimentos… Estas tragedias tan próximas nos marcaban profundamente porque no podíamos hacer nada. Solo confiar en la oración y esperar que el corazón del ser humano pueda cambiar".
Confiesa que ha rezado muchísimo por el fin de la guerra. "Rezamos por ambas partes: las autoridades israelíes y palestinas, para que cambien, que no se dejen manipular por los violentos, que no sea la guerra el único medio para unir voluntades. Ahí cualquier cristiano puede ayudarnos. Los cristianos de Tierra Santa estamos ahora mismo como si Jesús estuviese en la cruz y nosotros, al pie de la cruz, lo contempláramos. Esa sería la imagen que mejor nos definiría".
Hay una certeza que le mantiene fuerte y lleno de esperanza: "Saber que en medio de la prueba está Dios. Para mí ha sido y sigue siendo lo más importante".
Es posible ayudar a los cristianos de Tierra Santa a través de la web de la Custodia franciscana, aquí.
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