El obispo Musengamana, de Byumba, describe la «poderosa influencia» de las redes y la globalización
Internet, principal enemigo de la Iglesia en África: «En 10 años todo ha cambiado, nadie es inmune»

"La influencia de Internet, las redes y la televisión es muy poderosa. No somos inmunes a las ideologías. Hay mucho más individualismo, materialismo y tenemos muchos divorcios".
En Ruanda, donde en 1994 un sangriento genocidio acabó con cerca de un millón de personas -la mayoría perteneciente a la etnia tutsi- los católicos representan cerca del 40% de la población, cifra que desde hace algunos años se encuentra en retroceso. Obispos como Papias Musengamana, de Byumba, aseguran que a medida que los católicos disminuyen, las sectas se multiplican y la evangelización es para ellos “una prioridad” que debe sortear no pocos retos.
Entrevistado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), detalla algunos de ellos como la falta de recursos e infraestructuras o el carácter rural de amplios territorios, lo que obliga a los fieles a recorrer largas distancias para ir a la iglesia y afecta especialmente a ancianos y discapacitados.
Otro de los retos es el de promover la reconciliación entre la población y las familias treinta años después del gran genocidio y que así “el Evangelio pueda echar raíces aún más profundas”.
Una labor que la Iglesia emprendió hace mucho tiempo, pero en la que queda “un largo camino por recorrer”. Durante el genocidio, cuenta, “muchos sacerdotes murieron o huyeron: al final, en mi diócesis solo quedaban tres o cuatro. En aquel entonces no teníamos esperanzas de volver a contar un día con suficientes sacerdotes para las parroquias”.
El resultado no fue el esperado, muchos jóvenes ingresaron en el seminario y actualmente celebra con emoción que su diócesis, Byumba, cuenta con más de 130 sacerdotes, la mayoría “bastante jóvenes” y ordenados después de 1994, año del genocidio.

El obispo de Byumba (Ruanda), Mons. Papias Musengamana.
El futuro de la Iglesia, en disputa entre la familia y la globalización
Ruanda es uno más de los muchos países africanos que asisten a una auténtica explosión vocacional. En opinión de Musengamana dos aspectos que tienen mucho que vez en ese auge son la importancia de los seminarios menores -cada año en torno a diez jóvenes pasan a integrarlos- y de la influencia de la familia.
“Observamos que un gran número de sacerdotes y religiosos proceden de familias en las que al menos uno de los padres es o ha sido catequista. Los catequistas están muy comprometidos y profundamente arraigados en la fe y son los primeros evangelizadores en nuestro país. Y esa fe también se la transmiten a sus hijos”, comenta.
Aunque uno de los retos de la Iglesia de Ruanda es la carencia de recursos, eso no impide que la pastoral familiar ocupe un destacado papel para la diócesis, ya que son conscientes de que, en cierta manera, el futuro de la Iglesia depende de la ayuda que se preste a mantener la fe de las familias.
Entre los principales retos que enfrentan estas últimas, el obispo subraya la creciente globalización e influencia exterior en la familia que supone internet, las redes sociales o la televisión. Todo ello supone una “poderosa influencia” que no hace sino resaltar que “nadie es inmune a las ideologías”.
“Hay mucho más individualismo, materialismo… las parejas se pelean por dinero. Tenemos muchos divorcios, incluso en los pueblos de las zonas rurales. Estos cambios han ocurrido muy rápidamente y en diez años las cosas han cambiado muchísimo”, asegura el obispo.
Un matrimonio asesinado, faro de los jóvenes ruandeses
Además del episcopado, Musengamana también es el responsable de la pastoral juvenil de la Conferencia Episcopal de Ruanda. Preguntado por los ejemplos y modelos que tiene la juventud en la Iglesia ruandesa, el obispo habla de una pareja en proceso de beatificación, Cyprien y Daphrose Rugamba, asesinados junto con varios de sus hijos durante el genocidio.
“Su camino juntos como pareja no fue fácil, pero tanto más hermoso es su testimonio. La pareja sentía un gran amor por la Eucaristía”, relata, convencido de que su ejemplo pueda ayudar a unos jóvenes que, aunque siguen siendo muchos, cada vez van menos a misa.
En su lugar, no es raro que muchos de ellos pasen el día en las calles y den sus primeros pasos en el mundo de las drogas, especialmente en los meses de vacaciones escolares. Por ello, es una prioridad para la diócesis mantenerles ocupados, lo que tratan de hacer mediante campamentos de verano, donde pueden aprender el catecismo, conocer los peligros de las drogas, etc.
Si perdemos a los jóvenes, perdemos también a la sociedad, concluye el obispo Musengamana, que alude de nuevo a los siervos de Dios. “Cyprien y Daphrose, que también hicieron mucho por los niños de la calle, son valiosos intercesores para que nuestros jóvenes encuentren el camino al Cielo”.