El corazón de san Francisco de Sales (3)
Por el dominico Pedro Fernández Rodríguez

En 1923 la Iglesia católica nombró a san Francisco de Sales patrón de los periodistas y de los escritores.
La comunicación epistolar de la M. Superiora de Belle Cour con la M. Superiora de Viena y con el P. Capellán, refugiado ya en Mantua, aunque difícil, fue posible y ello favoreció la decisión y los preparativos para la huida de las hermanas a tierras italianas.
En enero de 1793 un comerciante de Lyon, gran bienhechor de la comunidad, a quien la difunta Emperatriz de Austria, María Luisa, había encomendado proteger a las religiosas de Belle Cour y preparar su huida de Francia facilitó que los primeros equipajes de la Comunidad con los objetos más necesarios llegaran pronto a Mantua; pero más difícil fue disponer con eficacia y seguridad el viaje de las religiosas. El número de las religiosas constituyó un primer problema, pues el Emperador para la fundación de Mantua reclamaba sólo 31 religiosas con su confesor, y en Belle Cour había 47. Finalmente la M. Superiora de Lyon, solicitó 37 pasaportes ante el gobierno austriaco… Con todo, lo realmente difícil era conseguir los pasaportes de salida ante el gobierno francés. Además, todos desaprobaban un viaje a Italia en aquellas circunstancias tan difíciles.
Antes de abandonar Lyon, la Comunidad visitandina de Belle Cour, en orden a proteger el futuro de la reliquia del Corazón de San Francisco de Sales, consiguió la M. Superiora María Jerónima Verot, un documento de Monseñor Castillon, Vicario General de Lyon, con fecha 13 de febrero de 1793, donde se autentificaba de nuevo la reliquia como verdadera; al final de este año moriría mártir monseñor Castillon. En el documento aludido se afirma que el corazón se encuentra encerrado ahora en una teca de plata y anteriormente en una de oro y se lamenta de que Lyon y Francia pierdan tal prenda de amor, que san Francisco de Sales les había dejado, y que la impiedad de los tiempos obligara a protegerla llevándola a otras tierras. ¡Buen testimonio escrito de la veneración que seguía recibiendo por entonces la reliquia de San Francisco de Sales en Lyon!

El relicario del corazón, tal cual se conserva hoy en día.
Obtenida la autorización del Sr. Arzobispo de Lyon el 13 de febrero de 1793, firmada por el Vicario General, para trasladarse a Italia y ante la imposibilidad de obtener un permiso civil, se organizó un plan de huida bajo el consejo del Vicario General; la Comunidad se dividió en tres grupos, los cuales habrían de subdividirse en territorio francés, para avanzar con mayor seguridad y, finalmente reunirse una vez pasada la frontera; pensemos en las numerosas dificultades que implicaba la salida del país, dados los caminos de entonces y sin medios de transportes adecuados, amén de la persecución religiosa a la que estaban sometidos oficialmente los religiosos; el plan de huida lo sabía solamente una persona en cada familia de Lyon donde habían sido acogidas las hermanas. El primer grupo partió el 17 de febrero de 1793, domingo, puesta toda la confianza en Dios y bajo la guía de una de esas mujeres valientes y no menos prudentes que de vez en cuando sorprenden al mundo; se llamaba Catalina Brevieux, del Ayuntamiento de Fontaine, Departamento del Ródano-Loira. “La Providencia Divina os invita a salir, ella os protegerá”, les había dicho el Vicario General.
El día convenido salió este primer grupo hacia Ginebra, que era el puesto fronterizo más cercano, en el que iba la M. Superiora, la hermana Depuesta, Ana Seráfica Verot y otras tres hermanas. La Madre Superiora decidió no llevar consigo la reliquia del Corazón del Santo Fundador, pues los peligros eran muchos. Ayudadas por la Providencia y conducidas valientemente por la Sra. Catalina llegaron las fugitivas a Ginebra, pasando por una familia que llevaba dos enfermas a la consulta de un famoso médico ginebrino. El 22 de febrero de 1793, cinco días después de haber salido de Lyon, eran recibidas en Lausana por el Vicario General de Aix en Provence, abate Mezenod, por la Sra. Marquesa Dampièrre y por el abate Miguel, rector y profesor del Seminario de Aix; este último era el enviado del confesor de la Comunidad, abate Jaumar, con el fin de acompañarlas hasta Mantua. Al saberse fuera de Francia este grupo de mujeres valientes, donde habían pasado tres años de cautividad, experimentaron el gozo de haber recuperado la libertad y el poder vivir en paz su vocación.
La guía, Sra. Catalina, regresó a Lyon, donde la esperaban las demás hermanas, ansiosas de saber qué había pasado con el primer grupo. Prometió disponer la huida de las demás religiosas en diversos grupos, uno por semana, trayendo ella misma con el último grupo también la preciosa reliquia, para lo cual la M. Superiora le confió la mitad de la carta escrita, que había de entregar como contraseña a la actual depositaria. Mientras el primer grupo de cinco religiosas, ya huido, era acogido fraternalmente el 26 en San Mauricio y más tarde en Sion y otras ciudades del cantón católico del Vallese, donde se habían refugiado algunos eclesiásticos franceses, la M. María Jerónima Verot estaba preocupada por las otras hermanas que habían quedado en Lyon.
Con todo, ella después de haber pasado cinco días en Sion vio prudente seguir camino el 4 de marzo hacia los Alpes, una vez obtenido los pasaportes reglamentarios; así con la ayuda necesaria se encaminaron a Briga, donde el 11 llegaron las otras cinco hermanas que habían salido el 28 de febrero detrás de ellas; para facilitar el trayecto del Puerto del Simplón (2.005 metros) por caminos entonces nevados y helados se dividieron en dos grupos hasta llegar a Domodossola, donde se juntaron de nuevo.
El 18 de marzo, después de superar altas montañas e inclemencias del tiempo, tomaron la nave en Stresa llegando a Arona, donde fueron hospedadas en el Monasterio de la Visitación y el 20 se embarcaron de nuevo en el Lago Mayor camino de Sesto y Milán, donde celebraron el Domingo de Ramos, felices al verse de nuevo revestidas con el Santo Hábito el día 25; en Milán quedó enferma la hermana externa Luisa Antonieta. Finalmente, el 30 de marzo, Sábado Santo, después de pasar por Lodi, Cremona y Bezzolo, llegaron a Mantua, acogidas por las autoridades y por el pueblo…
Veamos los avatares sucedidos a las demás hermanas que habían quedado en Francia.
El 7 de marzo de 1793 abandonó Lyon el segundo grupo de religiosas, integrado por seis hermanas, quienes después de varias peripecias llegaron a Lausana, donde fueron recibidas por el abate Mezenod; después de pasar por Briga comenzaron a atravesar el Puerto del Simplón con un sol espléndido, pero al día siguiente se vieron sorprendidas por una lluvia intensa, llegando exhaustas a Domodossola, donde esperaron a otras seis hermanas que venían detrás, las cuales se vieron obligadas a esperar en Briga, hasta que se pudiera pasar el Puerto del Simplón obstruido entonces por la nieve. El cinco de abril llegaron al Monasterio de Arona, donde volvieron a vestir el Santo Hábito. El 18 de abril entraba en Mantua el segundo grupo integrado por 11 hermanas, las que habían salido de Lyon los días 7 y 9 de marzo, más la hermana Luisa Antonieta que había quedado enferma en Milán; la hermana Catalina Constanza de La Vernouse se quedó en Arona enferma; llevaban consigo el sombrero del Santo Fundador.
Faltaba por llegar a Mantua el tercer grupo de hermanas, que había partido de Lyon en dos pequeños grupos, los días 18 y 26 de marzo de 1793.

Detalle de la tumba de san Francisco de Sales en la basílica de la Anunciación de Annecy.