Religión en Libertad

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Decídete y serás libre.

-Longfellow-



- Profe, ¿Se acuerda de Aitor?

- Claro.

- Me he encontrado con su madre y me ha impactado.

- ¿Su madre?

- No, lo que me ha dicho de Aitor.

- Tu dirás.

- Resulta que está enfermo y lo tienen que operar, pero en lugar de estar acongojado, tranquiliza a todo el mundo repitiendo “no fear”.

- ¿No fear?

- Es una expresión que usamos los jóvenes para indicar que no hay que tener miedo.

- ¡Ah! ¿Y sabes por qué Aitor no tiene miedo?

- Según me comentó la madre porque ve en todo la mano de Dios. Desde que cayó enfermo ha empezado a leer y cultivarse espiritualmente y ve la vida desde otro ángulo.

- Fui a visitar a Aitor. Nos dejaron solos y fui descubriendo a un Aitor distinto a aquel joven alocado y superficial que yo conocía.

- Cuando me dijeron que me tenía que operar, me entró un miedo tremendo y, no se por qué, me fui a misa. El sacerdote habló de la confianza en Dios: “El verdadero cristiano se mueve por el amor y está hecho para el amor. Quien ama no teme. ¿Miedo? Miedo a nada ni al nadie. ¡Ni a Dios! A Dios menos porque es mi Padre”.

- Entonces se volvió hacia el sagrario y con la naturalidad de quien de veras conversa con alguien que está allí, añadió: “No te tenemos miedo, porque te amamos”

- Eso me recuerda, Aitor, lo que me contó un amigo. Salió a la montaña con sus hijos, el más pequeño tenía 7 años. Les hizo un día espléndido y tan a gusto estaban que no se dieron cuenta de la hora que era. En el regreso les cogió la noche y aunque el padre se conocía perfectamente el camino de vuelta, no dejaba de impresionar a los niños, los ruidos, las asombras, la oscuridad. Los mayores trataban de asustar al pequeño que se cogía con fuerza a su padre:

- ¿Tienes miedo?

- No, respondió el niño, mientras se agarraba más fuerte a su padre.

- ¿De veras?

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