Jesús nos pone en pie, ante el agobio de cada día

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Enfrentamos otra semana del Tiempo de Adviento. La segunda semana de este hermoso tiempo de la liturgia nos sigue invitado a la esperanza, y a la alegría de quien se sabe salvado porque Dios viene habitar dentro de él.
Estos días se nos quiere hacer caer en la cuenta de que somos elegidos y participamos de las promesas de Dios. El profeta Isaías nos indica un camino lleno de esperanza, de consuelo y de anhelos que se van a cumplir. Nos muestra sitios y lugares llenos de vida. Nos anima a volar como las águilas, y planear alto en la vida, porque amando, pocas veces nos fatigaremos.
El profeta nos consuela con la promesa de ser un pueblo de hijos, que son amados por Dios. Los que se sienten pequeños y pobres son los predilectos de Dios. Por eso, solo los que se abajan pueden alcanzar el cumplimiento de la promesa.
Yo he sido elegida por Dios por un acto de amor libre, que me llama al amor y la entrega. Dios viene a mí para redimirme, y hacerme suya. Él carga conmigo sobre sus hombros y me viene a buscar de entre las ovejas del rebaño, pues soy su hija amada.
Jesús viene a mí y nace por mí, porque yo soy como el pueblo de Israel, ese gusanillo elegido por Dios, para seguirle y ponerme en camino. El Señor me llama a estar dentro de su corazón donde puedo descansar cada día, y darle mi debilidad y miseria, porque él la ha tomado. Con Jesús puede volar y experimentar el cansancio y la lucha, sabiendo que en su corazón estoy segura. Con el Señor, puedo ser sanada, porque él ha venido a por mí.
Los pobres y humildes encuentran en él, el reposo necesario. Para estar con Jesús, necesito como él hacerme pequeña y sencilla. Pero, esto solo él lo puede hacer posible. Con Jesús, puedo disfrutar de las cosas bonitas que ocurren en la vida: una comida, una cena, un compartir, porque él hizo eso mismo.
Jesús me dice una y otra vez en este tiempo de Adviento, que soy suya, que él jamás se aparta de mí. Con él soy consolada, amada y llamada a participar de la misma misión del Hijo de Dios, pero cada uno a su modo.
También, Jesús nos señala a San Juan Bautista. Como él, soy llamada a anunciar en este tiempo de Adviento, con mi vida, con mi existencia y con mis palabras que Dios viene a hacerse presente en la historia del hombre, si este lo reconoce.
Cuantos hombres y mujeres veo, por la calle y en el metro, que andan sin rumbo y sin alegría, con un rostro fruncido que pone su mirada, en un juego, en el móvil. Como desearía que pusieran su vista en el Señor, que viene a darles la paz que necesitan y el consuelo que ansían.
Podrán ver a un Dios que es humilde, que nos les pide más, que le entreguen su existencia para que él la pueda llenar de su gloria. Muchas veces veo a mujeres y hombres que usan el móvil mientras están con sus hijos, y gentes que no son capaces de ver, muchas veces, lo bueno que les rodea, porque viven solo mirando pantallas o escuchando música, sordos, a todo el bien que les circunda.
Somos débiles y frágiles, pero Dios en esta segunda semana de Adviento, nos quiere poner de nuevo en pie. Quiere que nuestra vida sea transformada en gloria, y que nuestros cansancios y agobios se queden en su corazón, porque solo Él nos puede renovar y dar el ánimo necesario para seguir caminando.
Belén Sotos Rodríguez