Ser Corderos

Manos
Alegrémonos en el Señor. Somos su pueblo, nacido de su amor. Nos nutrimos de su vida, y de su gracia. Hemos sido enviados, llamados y convocados. El Señor nos envía a estar con él para disfrutar de su vida, de su mensaje y de su entrega.
Él nos ha elegido a ser testigos valientes de su mensaje, aunque ello nos cuesta la vida. La oposición al anuncio mensaje del evangelio es algo con lo que tenemos que contar. Ser fiel implica lucha, muchas veces hasta dar la vida. Jesús nos ha llamado a seguirle, para llevar su mensaje al mundo. Una sociedad que no le conoce y muchas veces le rechaza. Pero a nosotros se nos pregunta de qué lado queremos estar, con Jesús o contra él.
Somos enviados en un mundo, que ya no reconoce a un Dios que le ama, porque le ha dado la vida. Vive alejado de él, en su refugio interior. Vive de un modo desordenado el descanso y el ocio. Solo le preocupa tener dinero para estar bien, tener un piso, adquirir un coche y disfrutar de las vacaciones. Todos necesitamos el descanso, disfrutar de la amistad, y tener bienes materiales. Pero la cuestión que tenemos que recoger es como los administramos. Dios mira a cada uno. Te invita a la generosidad como criterio de tu vida.
Jesús te envía para que puedas ser testigo en tu entorno de aquello que sientes en tu corazón. Sientes su amor y su presencia, dala. Te sientes amado, ama. Te sientes querido, quiere. Te sientes consolado, consolado, consuela. Te sientes escuchado, escucha. Te sientes que Dios está dentro de ti, pues dalo. Vive de todo aquello que has recibido.
Muchas veces tenemos miedo a vivir de todo aquello que hemos recibido, y comunicarlo a otros. Es la continua lucha. Cuando recibimos una buena noticia en nuestra familia enseguida la compartimos. Cuando gana nuestro equipo favorito saltamos de júbilo. Pero cuando se trata de Dios, que es el Dios de la alegría, la fiesta y el Dios amor, nos callamos y tenemos miedo. Cuando has sido transformado y tocado por Cristo, no puedes dejar de contarlo. Se lo quieres contar a todos. Sales de tu casa con el deseo de proclamarlo a todas partes. Quieres que todos puedan vivir de esa presencia que a ti te ha enamorado. Tu deseo es compartirlo. Pero a veces no es fácil, porque es un mensaje que interpela, y muchos no lo quieren escuchar. Son unas palabras que cambian la vida y la transforman, y muchos no quieren.
Pero Jesús nos envía como corderos en medio de lobos. Es necesario que seamos corderos, que se dejan llevar por el Señor. Corderos que saben que van a tener lo necesario para anunciar el evangelio, que van a poder vivir de la providencia. Corderos que llevan un mensaje de salvación, para todos. Muchos lo acogerán y otros no. Pero ellos no renuncian a anunciarlo. Son corderos mansos que con valor proclaman que Jesús ha muerto y ha resucitado.
El núcleo del mensaje de Jesús es su muerte y resurrección. Y esas palabras del kerygma traspasan corazones, y los aviva. Muchas veces es un anuncio más explícito, y otras veces más callado. Pero es el anuncio que Jesús te pide a ti y a mí. No te manda a que hables cosas bonitas de él, que también es necesario hacerlo. Sino que el mandato es claro anunciar al mundo de hoy que el Señor se hizo hombre para morir por ti y por mí, para resucitar por nosotros, para darnos una nueva vida.
Este anuncio tiene como signo el amor de una vida, la tuya y la mía, que se vive con amor, desde la debilidad, pero unida a la de Cristo, con entrega y generosidad, en medio de la lucha.
Dios cuenta con tus debilidades, tu pecado, tu angustia y miedo. Pero no te preocupes, porque Jesús también Jesús las tuvo, sin tener pecado (cf. Hb 4, 15). Pero en medio de ellas estás llamado a proclamar que el Señor viene a ti, para liberarte, para sanarte, y para que vivas mirando su amor y su misericordia. Esto que hace contigo, te invita a que lo digas a todos, para que sea su amor el que venza en medio del mundo.
Jesús nos convoca y nos envía a salir. Pero no vamos solos. Él está con nosotros, y estamos unidos unos a otros. Si tú caes, Jesús y tu hermano te levantan, te perdonan y te aman. Confía. Estás llamado a ser lo más grande: Testigo del amor de Dios, para proclamar a todos el anuncio de la resurrección del Señor que ha cambiado la historia.
Belén Sotos Rodríguez