El universo no es fruto del azar, sino una obra diseñada por Dios con orden, belleza y armonía divina.
La avaricia nos destruye, aunque no nos demos cuenta
🔹San Agustín. (Costumbres de la Iglesia y de los maniqueos 1, 3, 4)🔹

🔹San Agustín. (Costumbres de la Iglesia y de los maniqueos 1, 3, 4)🔹
La avaricia, en efecto, es la inmundicia del corazón. Nada sacas de este mundo que amaste, a no ser el vicio que también amaste 🔹San Agustín. (Costumbres de la Iglesia y de los maniqueos 1, 3, 4)🔹
▶️ En el contexto de la Espiritualidad Católica: Esta frase de San Agustín es una de las advertencias sobre la muerte y nuestra esperanza de eternidad. Es “recuerda que morirás” centrado no en el miedo, sino en la coherencia del amor. Nos dice que la muerte actúa como un filtro absoluto: la materia se queda, pero la forma que le dimos a nuestra alma (virtud o vicio) pasa con nosotros.
La Avaricia actúa como una especie de "suciedad" espiritual. Para San Agustín, el ser interior nos da el conocimiento que nos permite ver a Dios. Si este ojo no funciona bien, tiene cataratas o lodo, no puede ver la Luz. La avaricia (el apego desordenado a lo temporal) es la suciedad que enturbia la visión". No se trata solo de dinero, sino el egoísmo, vanagloria o indiferencia, que nos impide de llenar el espacio de nuestro ser con Dios. Si nuestro ser está lleno de amor al mundo, no hay sitio para que habite en nosotros la Gracia.
El Equipaje del ser es lo que te llevaremos con nosotros cuando dejemos este mundo. Esta es una clave importante porque implica que nos convertimos en lo que amamos. Si amamos a Dios, tenemos nuestro ser lleno de Él y estamos listo para el vivir con plenitud.
En cambio, si amamos el dinero, el placer o la fama, al morir dejamos todo ello detrás y sólo nos llevaremos el vacío. Nos llevaremos la ansiedad, la sed insaciable y la deformidad del ser, que no es otra cosa que el vicio que nos destroza.
San Agustín también sugiere que el sufrimiento de nuestro ser, separado de Dios, procede del deseo egoísta (vicio) que ya no puede esconderse detrás del objeto de la avaricia. Es una sed eterna sin posibilidad de alcanzar el agua.
▶️ En el contexto de la evangelización digital: Apliquemos esta frase al entorno digital. Si reflexionamos un poco veremos que esta frase es devastadora. Devastadora para la vanidad del influencer o del ansioso usuario compulsivo.
En redes, la avaricia se manifiesta de muchas formas, por ejemplo como "consumismo visual", "acumulación de atención" o sumar números que no tienen sentido. Queremos ver más, saber más, recibir más likes. San Agustín llamaría "inmundicia" a este ruido mental que nos aturde después de horas viendo e interactuando sin sentido trascendente alguno. Es esa sensación de vacío, de mente sucia y saturada que nos impide rezar o descansar con paz y silencio.
Imaginemos el momento de la muerte, que para muchos es simplemente cuando se apaga el dispositivo que le aprisiona mental y espiritualmente. ¿Qué es lo que dejas? Cuando te alejas del foco mediático dejas atrás varias cosas: tu cuenta-perfil, tus miles de seguidores, tus posts virales y tus polémicas aparentemente ganadas. Todo eso se queda muy lejos en el mundo real, que no digital. ¿Qué es lo que te llevarías? Te llevas la vanidad que cultivaste. Te llevas la ira que sentiste al discutir en Twitter. Te llevas la necesidad patológica de aprobación social y la adoración aparente de las multitudes.
El evangelizador debe preguntarse: ¿Estoy usando las redes para acumular tesoros en el cielo o estoy cultivando un vicio (egolatría) que se pegará a mi alma cuando apague el ordenador? No amemos nunca la plataforma, amemos a las personas que están en ella. Amemos a estas personas una a una, no como un todo impersonal que aplaude sin sentido. La plataforma digital desaparecerá tarde o temprano, pero el amor (o el desamor) con el que trataste a las personas, permanecerá en nosotros eternamente. Nosotros elegimos.
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