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Tememos mirarnos a nosotros mismos

San Agustín. Comentario al Salmo 118,8,2

San Agustín. Comentario al Salmo 118,8,2

San Agustín. Comentario al Salmo 118,8,2N.M.N.

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Pero muchos ni a sí mismos se conocen, puesto que el conocerse a sí mismo, conforme debe conocerse el hombre, no es de todos los hombres; es cosa de pocos. Luego ¿Cómo amará al prójimo como a sí mismo el que se desconoce a sí mismo? (San Agustín. Comentario al Salmo 118,8,2)

Empecemos con una breve cita del Evangelio:

Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22,36-40)

Si nos amamos mal ¿Cómo vamos tener verdadero amor-caridad con nuestro prójimo? En todo caso, odiaremos al prójimo como nosotros mismo nos odiamos. San Agustín nos muestra la conexión esencial entre el autoconocimiento y el amor al prójimo. Esto no es algo secundario, sino esencial. San Agustín nos dice que la capacidad de amar verdaderamente al prójimo está intrínsecamente ligada a la profundidad de nuestro autoconocimiento. No se trata de un simple conocimiento superficial, sino de una comprensión profunda de nuestra propia naturaleza, motivaciones, fortalezas y debilidades.

la mayoría de las personas no se conocen a sí mismas en un nivel profundo. Viven en la superficie, sin explorar las profundidades de su ser. El autoconocimiento verdadero es un proceso exigente y no es algo que todos logran. Necesitamos la guía del Espíritu Santo y la fuerza que nos imprime la Gracia de Dios. Conocerse requiere reflexión sincera, esfuerzo, introspección y honestidad, cualidades que no todos estamos dispuestos a cultivar. No es un simple inventario de gustos y disgustos, sino una comprensión de nuestros patrones de comportamiento, nuestras heridas emocionales y nuestras tendencias hacia el bien y el mal. En este proceso, nos daríamos cuenta de los dones recibidos por días y los vicios adquiridos por nosotros. Por esto San Agustín se pregunta: "¿Cómo amará al prójimo como a sí mismo el que se desconoce a sí mismo?" Es la pregunta clave. Si no nos conocemos a nosotros mismos, no podemos amar al prójimo de manera auténtica y completa. ¿Por qué? Porque el amor a uno mismo sirve como un modelo, un punto de referencia para el amor al otro. Si no entendemos nuestros carismas, dones, necesidades, deseos y limitaciones, ¿Cómo podemos comprender y atender las necesidades de los demás?

Pero hay que tener en cuenta algo: el autoconocimiento no es un fin en sí mismo, sino un medio, una herramienta para un fin más elevado: el amor al prójimo. Hay espiritualidades que señalan el autoconocimiento como fin, lo que contradice la revelación de Dios. Lo que nos dice Cristo es que, al comprendernos a nosotros mismos, podemos extender esa comprensión y compasión hacia los demás. Podemos vernos reflejados en ellos y sentir la hermandad de ser hijos de Dios.

También es muy importante distinguir entre un amor propio saludable y el viciado por el egoísmo. El amor propio sano está basado en la aceptación y el respeto por uno mismo. Llevamos la imagen de Dios impresa en nosotros. Esa imagen es la que debemos amar. Al contrario, el egoísmo se centra en la satisfacción de los propios deseos a expensas de los demás. Los demás se convierten en simples herramientas para alcanzar nuestros intereses. El autoconocimiento nos ayuda a cultivar el amor propio saludable.

Otro aspecto interesante es tener conciencia de nuestras propias debilidades y "sombras". ¿Por qué? Porque tendemos a proyectarlas en los demás. Dice el león que a todos cree de su condición. Tendemos juzgar a otros por las mismas faltas que llevamos y ocultamos en nosotros mismos. El autoconocimiento nos permite reconocer y aceptar nuestras propias sombras, evitando así la proyección y el juicio en los demás. Al comprender nuestras propias luchas y vulnerabilidades, podemos desarrollar una mayor empatía y compasión hacia los demás. Podemos conectar con sus experiencias a un nivel más profundo y ofrecer un apoyo más auténtico. El autoconocimiento nos permite construir relaciones más auténticas y significativas. Podemos ser más honestos y transparentes con los demás, lo que fomenta la confianza y la intimidad. El autoconocimiento no es un destino, sino un medio de transporte por la vida. Es un proceso continuo de exploración y descubrimiento que dura toda la vida.

En el contexto de la evangelización digital, esta frase nos exhorta a la autenticidad. No podemos predicar un mensaje de amor y compasión si no nos conocemos a nosotros mismos y no practicamos el amor propio. De nada vale usar a Cristo o cualquier figura eclesial, para machacarnos en las redes digitales. Debemos ser ejemplos de autoconocimiento y autenticidad en nuestras interacciones en línea. Si no nos conocemos a nosotros mismos, corremos el riesgo de proyectar una imagen falsa o de caer en la hipocresía. ¿Por que tanto "influencers" se marchan de las redes quemados? Hay proyectado sus sombras para ganar aplausos y creando disputas. Como he comentado muchas veces, el centro es Cristo, nunca nosotros mismos. ¿Por qué? Porque: 

"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5)

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