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Amar a Dios, no lo mundano
San Agustín. Comentario al Salmo 21, II, 1

Amar a Dios, no lo mundano
Amad, pero pensad qué amáis. El amor de Dios y al prójimo se llaman caridad; el amor del mundo y al mundo se denominan concupiscencia. Refrénese la concupiscencia; excítese la caridad (Comentario al Salmo 21, II, 1)
San Agustín hace una llamada a la reflexión profunda sobre la naturaleza del amor y la importancia de discernir qué es lo que realmente estamos amando. No nos dice simplemente que amemos, sino que "pensemos" en lo que amamos, que seamos conscientes de la dirección y el objeto de nuestro afecto. Amar conlleva emotividad, entendimiento y voluntad. Quedarnos en simple emotivismo, nos termina llevando a un callejón sin salida.
El amor es una fuerza poderosa, pero no es buena por sí misma. Su valor depende del objeto al que se dirige. Amar sin discernimiento puede llevarnos por caminos oscuros. San Agustín nos insta a un autoexamen constante de nuestros afectos: ¿Qué objetivo busco? ¿Qué motiva mis acciones? ¿Qué busco en mis relaciones personales? ¿A dónde me lleva el amor que siento? El amor-caridad es el amor verdadero, el amor que nos eleva y nos conecta con Dios. Es un amor desinteresado, que busca el bien del otro, que se manifiesta en la unidad, bondad, belleza, Verdad, compasión, la misericordia y la justicia. Este amor-caridad está enraizado en Dios y se extiende a toda la humanidad, especialmente a los más necesitados.
La frase también destaca la importancia del discernimiento espiritual. No todo lo que sentimos como "amor" es realmente amor-caridad. Debemos usar la razón y la fe para distinguir entre el amor verdadero (caridad) y el amor falso (concupiscencia). El amor-caridad no es solo un mandamiento, sino también un camino hacia Dios. Al amar a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos, nos acercamos a la perfección y participamos en la trascendencia en cada acto de nuestra vida..
No debemos olvidar que la voluntad y el esfuerzo personal son importantes, pero siempre es necesaria la gracia de Dios para superar el amor equivocado y crecer en la caridad. No podemos amarnos a nosotros mismos ni a los demás con un amor-caridad verdadero sin la ayuda divina. Oremos a Dios para que el Espíritu Santo nos dé discernimiento.
En el contexto de la evangelización digital, deberíamos preguntarnos sobre el objetivo de nuestras acciones evangelizadoras en las redes. ¿Buscamos la aprobación social, la validación de nuestra identidad, la gratificación instantánea a través de "likes" y comentarios? ¿O buscamos compartir la Verdad, construir comunidad, inspirar esperanza y promover el bien? Las redes sociales pueden ser un caldo de cultivo para la vanidad, la envidia, la codicia, el deseo de fama y el consumo desmedido.
Debemos ser conscientes de estos peligros y resistir la tentación de caer en ellos. Nuestra presencia en las redes sociales debe ser Agua Viva, un testimonio del amor-caridad de Dios. Debemos mostrar compasión, paciencia, respeto y humildad en nuestras interacciones con los demás.