Religión en Libertad

La fe en un mundo complejo

Respuestas y reflexiones sobre Dios, Cristo y la Iglesia

Arturo Cattaneo, durante un homenaje a su obra en 2023 en la Facultad de Teología de Lugano (Suiza), donde ha enseñado.

Arturo Cattaneo, durante un homenaje a su obra en 2023 en la Facultad de Teología de Lugano (Suiza), donde ha enseñado.Facultad de Teología de Lugano (captura)

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Arturo Cattaneo es sacerdote y profesor en la Facultad de Teología de Lugano. Es autor de numerosas publicaciones en el ámbito canonístico, eclesiológico y de la pastoral matrimonial.

El autor de Dios, Cristo, la Iglesia. Preguntas y respuestas (Rialp) con prólogo de monseñor Rino Fisichella -pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización- ha reunido a treinta expertos teólogos, filósofos, pastores y catequistas, muchos de ellos profesores de gran prestigio: Daniel Arasa, Valeria Ascheri, Graziano Borgonovo, Gianfranco Calabrese, Luis Cano, Amedeo Cencini, Gonzalo de la Morena, Joao Paulo de Mendonça Dantas, Emmanuele di Marco, Antonio Ducay, Bruno Forte, Philip Goyret, Manfred Hauke, André-Marie Jerumanis, Antonio Malo, Giulio Maspero, Nicolas Massmann, Calin-Daniel Patulea, Giorgio Paximadi, Juan José Pérez-Soba, Antonio Petagine, Pilar Rio, Carla Rossi, Antonio Stagliano, Vittoradolfo Tambone, Isabel Troconis, Marco Vanzini, Andrea Villaforita, Carlos Villar y Giovanni Zaccaria.

'Dios, Cristo, la Iglesia. Preguntas y respuestas'

'Dios, Cristo, la Iglesia. Preguntas y respuestas'Rialp

-En su libro aborda la cuestión de la existencia del mal y del sufrimiento. ¿Cómo cree que podemos reconciliar la idea de un Dios amoroso y todopoderoso con la realidad del sufrimiento y la injusticia en el mundo?

-Esa es, sin duda, una de las preguntas más difíciles de responder y, para muchos, el mayor obstáculo para creer. Reconozco que, por muchas explicaciones que demos, el mal y el sufrimiento seguirán teniendo algo de misterio: no somos Dios para poder explicarlo todo. Sin embargo, me atrevería a decir que el cristianismo es la única religión que ofrece una respuesta razonable a este misterio, como explica en el libro el teólogo italiano Giulio Maspero, cuya argumentación resumo brevemente.

»Ante todo, conviene hacer una aclaración: el mal no es lo contrario del bien, sino su ausencia. ¿Cómo puede, entonces, “existir”? Hay que distinguir entre “ser” y “existir”. Pensemos en el queso Emmental, el que tiene agujeros. ¿Qué son esos agujeros? Son ausencia de queso; no se pagan, porque no pesan. Pero están ahí, existen, porque están rodeados de queso.

»La cuestión es: ¿cómo apareció el mal? La respuesta bíblica es clara: por el mal uso de la libertad humana. Aunque el relato del Génesis emplea un lenguaje simbólico, describe una realidad que todos podemos constatar: el mal está en el mundo y el pecado original es real, porque el orgullo humano lo experimentamos cada día. Por eso también es real la redención: Cristo es real.

»Podría objetarse: “¿No hubiera podido Dios haber evitado que el hombre cayera en el pecado?” La respuesta es sencilla: sí, quitándole la libertad. Pero entonces habría eliminado también lo más valioso, su capacidad de amar.

»San Agustín ofrece una explicación luminosa distinguiendo entre tres verbos: querer, permitir y disponer. Dios no quiere el mal, porque Él es el Bien. Pero lo permite, porque respeta la libertad del hombre, aun sabiendo que puede ser mal utilizada. Y lo dispone, porque sabe sacar de ese mal un bien mayor.

»Dios es tan grande que puede tomar los “agujeros” que el hombre ha creado en la realidad y utilizarlos para producir belleza, como el artista que sabe armonizar las sombras de un cuadro para resaltar el tema central (cf. Del Génesis a la letra - Libro inacabado, 5.25). La pasión y muerte de Jesús son el ejemplo supremo de ello: del mayor mal, Dios hizo brotar la salvación del mundo.

»Así, la doctrina bíblica sobre el mal es profundamente liberadora. Nos enseña que el mal consiste en apartarse del amor incondicional del Padre, que nos creó y envió a su Hijo y al Espíritu Santo para devolvernos la bondad que es el fundamento de nuestro ser. Y esto se hace posible gracias a la Cruz, que Dios permitió porque de ella vendría la victoria definitiva sobre la muerte y sobre todo mal.

»Por eso, siempre es posible volver a ser buenos si reconocemos la diferencia entre el bien y el mal —entendido este como ausencia de bien— y valoramos el don maravilloso de nuestra libertad como hijos de Dios.

-Usted afirma que la resurrección de Cristo podría ser cuestionada como un mito semejante a los de otras religiones. ¿Cómo respondería a quienes dudan de la historicidad de la resurrección, y qué importancia tiene esta creencia para la fe cristiana?

-La resurrección de Cristo es, sin duda, el punto central de nuestra fe en su divinidad. Por eso el libro dedica a este tema dos respuestas (la segunda y la cuarta de la parte dedicada a Cristo).

»Es cierto que algunos tienden a concebir la Resurrección como un mito similar a los relatos de otras religiones antiguas. Sin embargo, esta hipótesis ha perdido todo crédito en la comunidad científica, tanto entre historiadores como entre teólogos, por varias razones sólidas.

»Primero, está comprobado que Jesús murió realmente en la cruz, como atestiguan no solo sus discípulos, sino también fuentes ajenas a ellos. En segundo lugar, la formación de un mito requiere un largo proceso de elaboración colectiva, mucho más tiempo del que transcurrió entre la muerte de Jesús (hacia el año 30) y los primeros escritos sobre su resurrección, que ya encontramos en las cartas de san Pablo, escritas apenas veinte años después. Entre los años 60 y 70, cuando se redactan los Evangelios, algunos testigos directos seguían vivos, lo que hace imposible la acumulación de leyendas.

»Además, los Evangelios y todo el Nuevo Testamento están llenos de referencias históricas concretas: lugares, fechas, personajes públicos y testigos conocidos, fácilmente verificables por los contemporáneos. Si hubiera habido invención, habría sido desmentida de inmediato.

»Finalmente, el comportamiento de los apóstoles es una prueba contundente: predicaron la Resurrección sabiendo que ello podía costarles la vida. Como escribió Orígenes, “si hubieran inventado la resurrección de los muertos, no habrían predicado con tanto vigor” (Contra Celsum, II, 56). Su testimonio fue tan convincente que ofrecieron su vida por esa verdad. Gracias a ellos recibimos hoy la gran noticia —el Evangelio— de que, en Jesús, la Vida ha vencido definitivamente a la muerte.

-La Iglesia católica ha sido criticada por sus enseñanzas morales sobre la sexualidad, especialmente en lo relativo a la anticoncepción y la homosexualidad. ¿Qué argumentos teológicos y pastorales ofrecería para responder a esas críticas, y cómo puede la Iglesia mantener el equilibrio entre fidelidad doctrinal y compasión pastoral?

-Diría que la Iglesia, desde hace tiempo, ha desarrollado una visión profundamente positiva de la sexualidad, viéndola como algo querido por Dios, un don que embellece el amor conyugal. Vivida en el matrimonio, la sexualidad se convierte en una expresión plena de amor, de entrega y de comunión. Los límites que la Iglesia propone no son una negación, sino una protección de su verdadero valor. No podemos ignorar que la sexualidad, cuando se desvincula del amor y del compromiso, se despersonaliza y se llena de patologías, convirtiéndose en un medio de autoafirmación o de simple placer.

»Frente a la “cultura del preservativo”, que trivializa el sexo reduciéndolo a una práctica de consumo con manual de instrucciones, la Iglesia propone una auténtica “revolución sexual”: redescubrir la grandeza del sexo dentro del amor conyugal, abierto a la vida y a la plena donación. Es una invitación a volver a dar su dignidad a la sexualidad en toda su plenitud de significado.

-Este libro busca abrir horizontes para los jóvenes en el conocimiento de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia. ¿Qué consejo daría a quienes se sienten alejados de la Iglesia o tienen dificultades para reconciliar su fe con las exigencias del mundo moderno?

-A quienes se sienten alejados de la Iglesia les diría que empiecen por acercarse a Dios, redescubriendo la fuerza de su amor personal por cada uno. Ese amor es el hilo rojo que atraviesa toda la historia de la salvación y la historia de cada uno.

»Cuando se experimenta ese amor, se ve la Iglesia con otros ojos: no como una institución humana más, sino como prolongación del amor de Cristo, que sigue actuando en el mundo.

»Es cierto que a menudo se recuerdan los errores o pecados de miembros de la Iglesia —papas, obispos o sacerdotes—. No se trata de negar esas faltas, sino de reconocer que, a pesar de ellas, la Iglesia continúa después de dos mil años difundiendo el Evangelio y realizando innumerables obras de caridad. Eso solo puede explicarse si reconocemos que no es una simple organización humana, sino una obra de Dios.

-En el libro cita a Saint-Exupéry, que hablaba del barco y del anhelo del mar. ¿Cómo puede la Iglesia inspirar hoy a los jóvenes a “remar mar adentro” y apostar por grandes ideales en un mundo tan secularizado y complejo?

-Haciéndoles descubrir que la Iglesia es una realidad querida por Cristo, que sigue actuando en la historia con la fuerza del Espíritu Santo. Por eso el Señor sigue diciéndonos hoy: “Remad mar adentro y echad vuestras redes” (Lc 5,4).

»No hay misión más grande ni más apasionante, aunque sea exigente. Vivimos en una sociedad compleja y secularizada, pero también sedienta de sentido. La Iglesia —y con ella toda la creación— gime con dolores de parto, esperando la plenitud del Reino de Dios (cf. Rm 8,22-23). Esa esperanza se renueva por medio de la unión con Cristo, en la cual —como ha dicho san Josemaría Escrivá— se pueden distinguir cuatro escalones: “buscarle, encontrarle, tratarle, amarle” (Amigos de Dios, n. 300).

»Me gustaría añadir que el libro está dirigido a todos, especialmente a aquellos que buscan el sentido de la vida, sobre todo a los jóvenes, pero no solo a ellos. En particular, el libro puede ser útil para los catequistas y profesores de religión, que a menudo se enfrentan a preguntas difíciles de responder y que, en su catequesis, pueden invitar a los jóvenes a reflexionar sobre cuestiones que tienen un fuerte impacto en sus vidas para luego dialogar con ellos.

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