Religión en Libertad

Informe Goliat

Artículo escrito por Juan Miguel Carrasquilla en colaboración con David Valcárcel Marina,
​alumno de 2º de ESO del colegio CASVI Boadilla. Un pequeño David con un corazón guerrero…

Miguel con la espada de Goliat

Miguel con la espada de Goliat

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En los más altos niveles celestes…

―Señor, nuestras redes de espionaje han detectado unos informes interesantes― anuncia una potestad, uno de los ángeles del tercer coro de la jerarquía, los encargados de mantener el plan de Dios y los más cercanos a los hombres.

― ¡Vaya! ―exclama con desagrado por la interrupción el arcángel Miguel, mientras afloja el mataleón sobre uno de los sparrings con los que hoy le ha tocado en suerte entrenar. El jefe de las huestes celestiales suelta a su adversario y coge una toalla para secarse el sudor mientras se acerca al emisario para comprobar la documentación que le ofrece.

Los enemigos siguen influyendo sobre los hombres con las mismas tácticas de antaño, no aprenden― señala la potestad mientras entrega el informe a su superior. Recogiendo sus alas alrededor de su cuerpo, Miguel ojea el expediente arqueando sus pobladas y brillantes cejas doradas.

― ¿Cómo te llamas? ― pregunta Miguel al emisario mientras le indica el camino hacia sus dependencias.

― Berial―contesta el ángel mientras recorren un largo y brillante pasillo y las escaleras hacia las estancias superiores de la torre vigía más alta de las moradas celestes. Una vez allí Berial se acomoda sobre el asiento que le ofrece Miguel, procurando desplegar sus alas por encima del respaldo para no presionarlas.

― Esto es penoso― pronuncia Miguel mientras otea el paisaje celestial por el gran ventanal de su despacho, habiendo dejado los papeles sobre su mesa.

― ¿Qué los enemigos no evolucionen en sus tácticas? ―pregunta Berial curioso.

― No, que los seres humanos sigan cayendo en sus trampas, ―aclara Miguel apoyando las dos manos sobre el ventanal y desplegando sus alas levemente. ― Siempre el mismo anzuelo… la vanidad.

Desde que el diablo se precipitó de los cielos en su delirio narcisista, el hombre ha caído una y otra vez en la misma influencia: creerse superior a los demás. Buscar ser el más poderoso, el más bello, el más fuerte, el más importante… aquel fanfarrón filisteo que se enfrentó a David sigue paseándose por las calles de este mundo, encarnado una y mil veces, abochornando a los que considera más débiles que él. Imponiendo, tiranizando, ridiculizando, oprimiendo. El informe Goliat que Miguel tiene sobre la mesa señala esta realidad. Los demonios fomentan el dominio por la fuerza, la idolatría del poder, el desprecio y la humillación como motor de las relaciones personales y afectivas y laborales. Los brutos siguen intentando amedrentar a los demás con la fuerza y la manipulación.

― Los hombres son débiles― apunta Berial.

― ¡No tienen fe! ― aclara Miguel―, confían más en los poderes de este mundo.

― Los demonios lo tienen fácil, ―replica Berial―pero para eso estamos nosotros, para proteger a los hombres de las malas influencias.

La soberbia humana es más fuerte que nuestra ayuda― reconoce Miguel mientras se levanta y se dirige a una vitrina del fondo de la estancia. Sus alas se despliegan ocupando todo el ancho de la habitación obstaculizando la visión a Berial que no alcanza a ver lo que está haciendo su superior, pero adivinando que está abriendo el aparador y cogiendo algo de su interior. ―y son libres de pensar y vivir como si Dios no existiera― afirma Miguel sin girarse.

Finalmente y después de unos segundos de meditación silenciosa, se da la vuelta portando una inmensa y antigua espada de hierro forjado. Sin duda, es la espada de Goliat, con la que David le cortó la cabeza a su propio dueño después de derrotarlo con una simple pero certera pedrada en la frente.

¡Activar el protocolo “Rey David”! ―ordena el arcángel Miguel, con una fuerte voz que traspasa todos los estratos celestes, ― ¡en marcha!

Berial se levanta y se marcha por la puerta desplegando sus alas e iniciando el vuelo en busca de todos los soldados disponibles para la tarea mandada:

Influir en los hombres para que tengan humildad y confianza, acometiendo las embestidas de todos los tiranos de la tierra, sabiendo que los planes de Dios son más grandes que los de los hombres y que por muy grande e imponente que sea una persona, estado o imperio, todo se puede venir abajo por la acción del más pequeño de los hombres. El miedo no es una barrera para aquel que confía en Dios todopoderoso. El grande no siempre gana al pequeño. La derrota más humillante asestada a los Goliat de la historia, la infringió Jesús de Nazaret, el esperado mesías davídico. Aquel que, muriendo como el último de todos, cumplió con el plan de su Padre, resucitando y cambiando la historia de la humanidad para siempre. Y después de esto, doce humildes pescadores galileos de una región recóndita del imperio romano, lograron extender su iglesia por todos los confines del mundo conocido.

Los ejércitos celestiales se han puesto en marcha y miríadas de ángeles se lanzan como rayos sobre la tierra en busca de humanos humildes con el alma dispuesta, para infundirles confianza en Dios y frenar a los abusones de este mundo con un corazón humilde, astuto y… guerrero.

“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado” (1ª Sam 17, 45)

“Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” (Mt 13, 31-32)

“No temas, rebaño pequeño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino” (Lc 12, 32)

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