Religión en Libertad

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Tanto en el Bautismo como en la Confirmación, se nos impuso el aceite consagrado, el santo crisma, que nuestra piel asumió, dejándonos marcados, sellados para siempre. De esta manera, sacramental, fuimos llenados del Espíritu Santo.

Hemos sido ungidos, nosotros al igual que Jesucristo, recibiendo el Espíritu Santo que actúa interiormente para nuestra santificación, como guía, luz, maestro, consuelo, abogado. Así, ungidos, somos agraciados con los dones y frutos del Espíritu Santo, desarrollando la vida de Cristo en nosotros mismos. La Unción es un don, una gracia, para nuestra santificación, para nuestra divinización, haciéndonos particípes de la misma vida divina. La Fuente de toda santificación y unción es la Humanidad glorificada de Jesucristo, convertido en Señor del Espíritu.