La teología verdadera (Palabras sobre la santidad - XXI)
La fe busca entender (fides quaerens intellectum). Y es verdad que se ama lo que se conoce, y se conoce a su vez lo que se ama. El amor pide conocer más y mejor al amado; y aquello que empezamos a conocer, desearemos conocerlo mejor si despierta el amor en nosotros.
El amor a Dios impulsa a conocerlo mejor, lo más amplia y profundamente posible, y dar a conocerlo de manera amable y razonable. La teología corresponde a ese impulso del amor y del intelecto: ama a Dios y desea conocerlo mejor y fruto de ese conocimiento, quiere darlo a conocer a todos para que todos lo amen. La teología une amor y conocimiento; los santos han sido los mejores teólogos porque amaron a Dios sin reservas y se entregaron a un conocimiento nuevo, renovado, interior. La santidad es el mejor terreno para una buena teología, tal vez el único terreno posible para que la teología tenga raíces, crezca y dé frutos reales. El teólogo ha de aunar en sí, para que sea verdadero teólogo, digno de tal nombre, amor a Dios y conocimiento.
Estas palabras del Papa presentan una panorámica completísima del acto teológico; especialmente se cumplen en la teología elaborada por santos, en la teología de teólogos con un claro anhelo de santidad.
Teólogos así son necesarios, porque son teólogos santos que edifican a la Iglesia y a las almas con sus escritos, publicaciones y docencia. Entendemos, pues, que los santos doctores, por ejemplo, han sido grandes teólogos y que los verdaderos teólogos existirán si en ellos hay un anhelo de santidad.