Religión en Libertad

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Ya sabemos la importancia, el valor y el alcance del verdadero humanismo, el humanismo cristiano. Cristo es el arquetipo del hombre creado, su imagen original, y fuera de Cristo, el humanismo simplemente se vuelve contra el hombre.


El humanismo cristiano, por su propia naturaleza, al corresponder a la imagen del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, es cristocéntrico (por tanto, teocéntrico). Eleva al hombre, por gracia, al máximo de su naturaleza, desarrollando todas sus potencialidades y es que Cristo "revela plenamente el hombre al hombre" (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10). Los santos son un exponente claro de cómo es el verdadero humanismo cristiano y de qué modo el humanismo cristiano plenifica al hombre, sin mutilarlo, ni impedir su pleno desarrollo ni su vocación sobrenatural. Lo que corresponde a la verdad del hombre es este humanismo cristiano. Los santos son ejemplo claro de cómo su naturaleza ha alcanzado el más alto grado de desarrollo humano y sobrenatural.

Si la cultura actual, relativista, marcada por el nihilismo de que nada existe, sólo la omnipotencia de la propia voluntad, de los fuertes, encierra entonces al hombre en sí mismo y lo hace incapaz de amar, de donarse y de trascenderse, el verdadero humanismo cristiano, el de los santos, situados en la verdad, es capaz de amar, de entregarse, de elevarse a Dios, descubriendo la realidad y percibiendo la verdad de los otros y de Dios.

El humanismo cristiano descubre al hombre, y así lo vemos en la vida de los santos, su propia naturaleza y le permite crecer en todas sus dimensiones, armoniosamente, alcanzando la plenitud de lo humano. Y se comienza por el descubrimiento de la interioridad, adonde Dios habla, se revela, y el hombre escucha, conociendo a Dios y conociéndose a sí mismo. El verdadero humanismo cultiva en el hombre su dimensión interior, espiritual, y así llega al reconocimiento del plan de Dios en el propio hombre. Los otros humanismos, que son ideología, descuidan o ignoran directamente la interioridad del hombre, y lo vuelcan en lo exterior, en los sentidos y sentimientos, convirtiéndolo en un ser superficial, vano, vacío. Así podemos ver que el verdadero humanismo, el de los santos, los hace crecer y madurar humanamente:

El hombre creado a imagen de Cristo encuentra su plenitud en Él, y sólo Cristo, con su gracia, desarrolla y lleva a plenitud el designio divino sobre lo humano. Cada santo es un ejemplo. Ahora el camino será potenciar ese verdadero humanismo cristiano en todos sus aspectos y dimensiones, porque éste nos dará santos, hombres nuevos crecidos hasta la estatura de Cristo.

Ejemplos de este humanismo cristiano son los santos, hombres maduros y completos; y este humanismo cristiano hoy, si lo cultivamos, volverá a seguir engendrando santos, hombres a imagen de Cristo, hombres nuevos.

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