Magisterio sobre la evangelización (XIII)
La Iglesia, nunca instalada, se calza constantemente las sandalias, se reviste la túnica, y con el celo por el anuncio del Evangelio, sale a los caminos del hombre para mostrarle a Cristo.
Tarea permanente, nunca acabada, es ésta de la evangelización. La Iglesia siempre está in statu missionis, en estado de misión. Esa conciencia de misión es la que hoy debe alentar el espíritu y toda pastoral, el compromiso pastoral y cualquier apostolado, toda iniciativa nueva sea parroquial o sea en los nuevos areópagos de la fe y la razón, de la cultura, del arte...
Obsérvese bien: el primer servicio que podemos prestar es evangelizar. La evangelización no es un momento posterior a la promoción humana, a la educación, al desarrollo, o a ese "estar anónimamente" inserto en la ciudad o en el barrio pensando que sólo "estar" como uno más ya es significativo. La evangelización es "el primer servicio" que podemos prestar porque orienta la vida del hombre en el encuentro con Cristo. ¡El primer servicio! Así de importante es la evangelización y así de urgente el mandato de Cristo hoy para nosotros y la Iglesia entera. Desde luego, para esto, hay que cambiar la mentalidad y no dejarse infectar por ninguna pseudo-teología con tintes de ideología. La evangelización corresponde a la revelación de Dios; el primer momento de Dios es darse, revelarse, el segundo momento le corresponde a la Iglesia, comunicar lo recibido:
Pensar en evangelizar es más que pensar en las misiones en sentido clásico, y limitar la evangelización a los terrenos de misión, allí donde el Evangelio no ha sido proclamado aún, o la Iglesia es aún una pequeñísima esperanza. La misión-evangelización también está en las culturas occidentales, en este marco social en que vivimos. La misión hoy está también aquí y no sólo misiones populares (siempre necesarias, por cierto), sino en la misión en sentido amplio, en los nuevos foros y lugares de comunicación.