Jueves, 02 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Martín Ibarra Benlloch es historiador y fue director del Archivo de Torreciudad de 1998 a 2021

Martín Ibarra: Torreciudad, 40 confesionarios

por Victor in vínculis

¡CUARENTA CONFESONARIOS! UNA TERTULIA EN BRAFA EN 1972.

                                 [Aspecto de la tertulia en Brafa, 26 de noviembre de 1972]

San Josemaría realizó un viaje de catequesis por España y Portugal en el año 1972. Tenía muchas ganas de ver a sus hijos en el Opus Dei y a otras muchas personas que se acercaban por sus apostolados y recordarles la doctrina de la Iglesia Católica. Estos encuentros fueron multitudinarios y se grabaron en unas películas que han podido visionar millones de personas de los cinco continentes.

Una tertulia en Brafa, Barcelona, 26-XI-1972. En este viaje, tuvo una tertulia multitudinaria en el polideportivo de la Escuela Deportiva Brafa, de Barcelona, el domingo 26 de noviembre de 1972. Además de encontrarse con numerosos aragoneses y paisanos que se trasladaron para escucharle y poderle saludar personalmente, san Josemaría habló de Torreciudad. La ocasión fue una pregunta que le hicieron: «Sí, Padre. Yo quería preguntarle... o que Vd. nos contara cosas de Torreciudad».

«Yo no os puedo contar sino que estamos haciendo un santuario a la Santísima Virgen y que resulta un gran desagravio, porque están ofendiendo a la Madre de Dios en todos los sitios. Se dice -yo no lo quiero creer, no lo quiero creer- que hay hermanos míos en el sacerdocio, que dicen blasfemias, que las predican y que las propagan, contra la Madre de Dios. Yo no hablo de España -porque hace veintiséis años que estoy fuera de España-, hablo del mundo. Se dice que sobran santuarios de la Virgen. Se dice que hay demasiadas imágenes de la Virgen. A mí todas me parecen pocas. Tengo sobre mi conciencia... ¿cuántas, cuántas? Millones, millones de imágenes de la Virgen; y nunca me parecen bastantes. Y ahora, con la ayuda de todos, con la oración de todos, con el sacrificio de todos, estamos levantando un santuario, uno más, pero que ya existía en el siglo XI. Yo allí le he pedido a la Virgen Inmaculada que...

No he estado más que dos veces: una vez me llevó mi madre -yo no lo recuerdo- y otra vez he estado... ¿Cuándo he ido, cuándo? -los de Barbastro, que se me enfadaron un poco...- ¿Cuándo he ido yo por allí? Hace dos años. Los de Barbastro están callados,... bueno. Hace dos años. Fui allí. Hice mi peregrinación como se hacía en otros tiempos. Un kilómetro antes de llegar al viejo santuario me descalcé, y como soy un señorito, pues... lo pasé bastante mal andando... Bueno. Hay que ser más mortificado que yo. Es una vergüenza. Lo confieso para que el Señor me tenga un poco en cuenta aquello. ¡Bien! Y llegué a un gran agujero que había y dije: ¡Ah!, ¿esto qué es? La capilla de las confesiones. Mandé poner ¡cuarenta confesonarios!

¡Hay una propaganda diabólica! El diablo está más suelto que nunca, y no se toma vacaciones. Y la propaganda es contra la Iglesia entera, y contra cada Sacramento. El Sacramento de la Penitencia remueve a Satanás, lo enfurece, porque nos hace de nuevo estar en la gracia del Señor, si la hemos perdido.

                                [Polideportivo de Brafa, 26 de noviembre de 1972]

Yo no le pido a la Virgen de Torreciudad más que gracias espirituales: por eso, ¡cuarenta confesonarios! No vi más que un agujero. Llovía. Yo levanté las manos al cielo, las junté y... bendije aquellos cuarenta confesonarios que no estaban, pero ahora están ya próximos.

  Le pedimos a la Señora que haga muchas gracias espirituales, de esas que no se conocen, que no se conocerán más que en el cielo. Habrá agua, agua pura, buena, agua del Pirineo. Cuando voy a Lourdes -que voy mucho- yo bebo el agua de Lourdes con una devoción muy grande; y no pido nada. Me da mucha alegría que la Señora haga sus milagros con aquella agua. Cuando voy -que voy- a Fátima, hago la misma labor; hay allí una fuente, bebo y no pido nada. Y cuando voy a Einsiedeln, hago lo mismo. Y a todos los santuarios de la Virgen. Yo tengo mucha devoción de ir, como peregrino, no como... ¿cómo se dice? No como turista. Yo no soy un turista. Y, en Torreciudad pondremos, donde haya agua, unos carteles que digan: "agua natural potable". ¿Está claro? Después, os aseguro que no se venderá nada allí. En los alrededores venderán lo que quieran, pero allí no se venderá nada. Los que vayan, irán a decirle a la Virgen que la quieren. Tendrán que hacer algunos sacrificios, evidentemente. Y Ella volcará la gracia de su Hijo, especialmente, a través del Sacramento de la Penitencia. ¿Os parece bien?»

 

[Visitando la capilla de la Virgen del Pilar en mayo de 1975, donde aprovechó para confesarse] 

Fueron muchos los aragoneses que acudieron a ver al fundador del Opus Dei. Aquí hemos de dejar constancia de dos de ellos, Adriana Corrales y Modesto Pascau. La primera era amiga de la infancia y le escribe el 2 de diciembre para desearle «que estés ya descansando de tu viaje. Han sido dos meses de un trabajo intenso y me da miedo se resienta tu salud». Doña Adriana finaliza su carta escribiendo que «me emocionó mucho verte y luego oírte. Lloré mucho y pensé en tus padres y hermanos y les ofrecí mi Comunión. Mi hermana Esperanza se emocionó mucho al saludarte, te escribirá»[1].

La otra es de su amigo Modesto Pascau que le escribe: «Tuve la dicha de asistir a los actos en Brafa y disfrutar viéndoos tan estupendamente en lo físico, con tanta vitalidad tras tantos viajes y actos de multitudes y con tan claros y rápidos reflejos en vuestras contestaciones»[2].

San Josemaría, en su última visita a Barbastro y el santuario de Torreciudad, en mayo de 1975, aprovechó para confesarse como hacía con regularidad. Habían rezado el santo rosario en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, en la cripta de confesonarios. Pasaron luego a la capilla de Nuestra Señora del Pilar, donde rezaron las letanías. En ese momento san Josemaría decidió estrenar los confesonarios, y le pidió al beato Álvaro del Portillo que le confesara.

Desde ese momento, el rector del santuario confesó siempre en ese confesonario. Lo hizo don José Luis Saura y lo han hecho todos los demás rectores hasta el actual, don Ángel Lasheras. Todos ellos han dedicado muchas horas semanales a la confesión, al igual que los demás sacerdotes que atienden el santuario.

Eso es lo que hacía el prior de Torreciudad desde siempre, pues era “como un penitenciario de la comarca”. ¿Tendrá tiempo, el anunciado nuevo rector, para sentarse a diario a confesar a los peregrinos que se acerquen?

[1] M. Garrido, 2004, p. 172.

[2] M. Garrido, 2004, p. 173.

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