Viernes, 04 de octubre de 2024

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Martirio de la Virgen de la Merced de Barcelona

«De cómo fue salvada la patrona de Barcelona»

por Victor in vínculis

Todo lo que pasó en la iglesia de la Merced de Barcelona lo dejó por escrito antes de sufrir el martirio Mn. Luis Pelegrí Nicolás, cuyo nombre aparece en esta lápida en el camarín de la Virgen de la Merced. Así lo narro:

20 de julio de 1936

La tarde del 19 de julio de 1936 la chusma frenética invadió el edificio de Capitanía General y, acto seguido, se dirigió a la iglesia de la Merced exigiendo su destrucción. No fue hasta el día siguiente que, acompañados de la fuerza pública, pudieron penetrar en el templo después de disparar numerosos balas de fusil contra la fachada. Luego prendieron fuego en el interior de la iglesia de manera que se quemaron las pinturas de la bóveda mayor, se ahumaron los frescos la de la cúpula. Las tribunas de madera, el órgano y todas las imágenes de los altares laterales quedaron destruidas. Los bomberos velaron para que el fuego sólo quemara la iglesia y no pasara a las viviendas cercanas. El fuego fue avivado de nuevo en varias ocasiones los días posteriores.

La imagen de talla de la Virgen fue lanzada desde el camarín sobre el Sagrario del altar mayor y, días después, otros revolucionarios la tumbaron en el suelo frente al altar.

27 de julio de 1936

Mosén Luis Pelegrí Nicolás, beneficiado de la iglesia de la Mercé, se propuso rescatar la imagen gótica. Después de enterarse de cómo había quedado pidió ayuda a una familia de la parroquia bien relacionada con el consejero de Gobernación de la Generalitat de Cataluña, don José María España Sirat.

A las cuatro de la tarde del 27 de julio salieron de la Consejería de Gobernación tres agentes de la confianza del consejero, junto con dos carabineros, dos guardias de asalto y dos guardias civiles. Se les unió la señorita Teresa Coll, que había gestionado la operación con el consejero. El grupo, en una camioneta, se desplazó a la Merced con el pretexto de recuperar la caja fuerte con las joyas de la Virgen y que los asaltantes no habían localizado porque estaba en un muro del camarín. Vaciada la caja bajaron al presbiterio y, al pasar por delante de la imagen caída frente al altar, la Srta. Coll sugirió que también podrían llevarse aquel objeto de arte.

Los componentes del grupo se quedaron sorprendidos ante la insólita propuesta pero uno de los agentes que había sido instruido por el consejero y el cerrajero que abrió la caja fuerte apoyaron la idea y, por fin, la imagen fue depositada en la furgoneta y tapada con una sábana que, intencionadamente, tenía la Srta. Coll. Fueron entonces a Capitanía donde tenían que recoger otra caja de caudales que había estado en la rectoría. Una vez en el patio central, fuera de la curiosidad pública bajaron de la camioneta la imagen de la Virgen y la escondieron dentro de un cuarto debajo de la gran escalera donde estaban los utensilios de limpieza y donde también se habían depositado los restos mortales de Santa María de Cervelló.

[Santa María de Cervelló (Barcelona, 1230-1290), primera religiosa mercedaria. La joven María, inmersa en el clima de caridad creado en su ciudad natal por los frailes redentores de cautivos, se sintió atraída por el empeño liberador, y se convirtió en el consuelo de los pobres, de los enfermos y de los cautivos, en el Hospital de Santa Eulalia. Allí conoció a las grandes primeras figuras de la Orden Mercedaria agrupados en torno a San Pedro Nolasco. Pidió el hábito blanco de la Merced, y el 25 de mayo de 1265 emitió su profesión religiosa como hermana de la Orden de la Merced, prometiendo trabajar por la redención de cautivos. Con ella formaron comunidad las jóvenes sor Eulalia Pinós, sor Isabel Berti y sor María de Requesens, a las que muy pronto se agregó sor Colagia. A Santa María de Cervelló también se la denomina del Socós o Socorro. Esto se debe a los relatos que dicen que fue vista, en vida y después de muerta, ir sobre las alas del viento en ayuda de las naves de la redención combatidas por el mar embravecido. Sus restos incorruptos fueron sepultados en la iglesia de los frailes mercedarios de Barcelona, hoy Basílica de la Merced. Estas fotos del retablo y de la urna aparecieron publicadas en La Hormiga de Oro el 25 de diciembre de 1930 con motivo del VIII centenario de su nacimiento].

28 de septiembre de 1936

El conserje de Capitanía cuidó los sagrados objetos a lo largo de dos meses. El 28 de septiembre de 1936 el director del Servicio de Museos de la Generalitat ordenó el traslado de la imagen y del sarcófago de Santa María de Cervelló al Museo del Palacio Nacional de Montjuic donde restauraron ambas piezas. Después del traslado, el cuerpo de Santa María de Cervelló quedó abandonado en Capitanía. Lo recogió el arquitecto Josep Francesc Ràfols Fontanals (1889-1965), entonces incorporado al Servicio de Guardamuebles de la Generalidad y lo tuvo escondido en su casa hasta 1939 e incluso sirvió como altar y se celebró misa encima del cuerpo de la santa, clandestinamente, varias veces. El Consejero España tuvo que exiliarse el 23 de octubre de 1936 ya que su vida corría peligro por haber protegido a religiosos y objetos de culto.

La iglesia de la Merced quedó abandonada, presentando un aspecto desolador, totalmente destruía la sala del Descendimiento, junto al camarín, donde ardieron los cuadros del sueño de San José y la plaga de la langosta. Los arcángeles de la puerta de San Miguel fueron igualmente destrozados así como las imágenes de San Joaquín y Santa Ana de Ramón Amadeu, San Hipólito y San Antonio del altar de San José Oriol, los arcángeles de Salvador Gurri de la capilla del Santísimo y, en el altar de Santa María de Cervelló, las imágenes de San Antonio de Pere Serra, Santa Isabel de Enrique Clarassó y San Pedro Nolasco de Amadeu.

13 de febrero de 1937

En 1888, con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, se construyó una gran cúpula sobre el crucero de la iglesia, obra de Joan Martorell. La cúpula se coronó con una imagen de Nuestra Señora de la Merced, obra de Maximí Sala.

Después del incendio sacrílego y vandálico cometido en el templo durante los primeros días de la guerra civil española, meses después, el 13 de febrero de 1937, se rodeó la cúpula de la iglesia con un andamio, arriesgadamente seccionaron la estatua que coronaba la cúpula para la fabricación de bombas; pero, al comprobar que no era de bronce, la trituraron satisfechos de haber destruido una imagen mariana.

Curiosamente, este desmontaje y trituramento -puntualiza Ramón Rucabado, asesorado por testigos veraces- coincide con el primer bombardeo marítimo de la ciudad [Fernando Gómez Catón, La Iglesia de los mártires. Cataluña, prisionera 1936-1939 (Barcelona, 1989), pág. 76].

En 1956 se colocó la nueva imagen de la Virgen en lo alto de la cúpula. Es obra de los hermanos Miguel y Luciano Oslé Sáenz de Medrano, de bronce y hecha en una fundición de Valls.

30 marzo de 1937

Como decíamos mosén Pelegrí dejó escrito el relato de lo sucedido en la basílica de la Merced en el verano de 1936 y el manuscrito para seguridad lo enterró, pero reveló antes de su muerte la localización a su hermano quien, con ayuda de mosén José Sanabre y de Teresa Coll Muñarch realizaron la trascripción de las deterioradas cuartillas manuscritas, dando paso al artículo De cómo fue salvada la imagen de la patrona de Barcelona, de mosén Sanabre en Diario de Barcelona el 24 de septiembre de 1949. La documentación pasó al archivo de la parroquia pero no tuvo otra divulgación que el referido artículo periodístico.

El padre Luis Pelegrí fue detenido y asesinado el 30 de marzo de 1937. Se trata -afirma el arquitecto Juan Bassegoda Nonell- de un caso de martirio casi provocado, pues se dedicaba a confesar a sus feligreses, sentado en un banco de la plaza de Urquinaona.

Enero de 1939

Arturo Llopis, en un artículo publicado en La Vanguardia española, el 8 de noviembre de 1964, nos cuenta cómo se salvó la talla.

“En 1936 la venerable imagen de la Virgen y el cuerpo de Santa María de Cervelló fueron de las poquísimas cosas de materia que escaparon providencialmente de la quema y el saqueo. De momento, fueron escondidos por manos valientes en una dependencia de la Capitanía General. La imagen pasó pronto al Ayuntamiento y luego al Museo de Cataluña. Allí estuvo hasta enero de 1939, y pocos días antes de ser liberada la ciudad emprendió el camino de Francia con otras muchas imágenes y objetos artísticos. Primero se detuvo en Olot y luego pasó a Darnius, pequeña población situada a pocos kilómetros de la frontera francesa, en donde fue alcanza por las tropas nacionales.

La Junta del Patrimonio Artístico se hizo cargo de la imagen y veló por su restauración, llevada a cabo, con acertado criterio, en el taller del señor Veciana.

Don Florencio Veciana es un excelente tallista y decorador. Tiene 78 años [N. del E. Florencio Veciana i Domingo, restaurador, tallista y decorador (1886-1974)], pero su memoria se mantiene fresca, y algunos recuerdos aún saltan jubilosos en su corazón. Nos explica algunos pormenores de cómo llevó a término la difícil labor de restaurar la imagen de la Patrona de la ciudad.

«De Darnius la Virgen pasó a Barcelona y, una vez aquí, la depositaron en una “torre” del paseo de San Gervasio desocupada por sus antiguos dueños. Yo fui a verla acompañado de don Miguel Mateu, entonces alcalde de la ciudad, y del arquitecto e historiador don César Martinell.

Estaba en una caja. Al abrirla me quedé asombrado. Como siempre la había visto vestida, oculta su auténtica hermosura por unos ropajes impropios, no salía de mi asombro ante la calidad y perfección de aquella figura [N. del E. El 26 de julio de 1964 el obispo de Barcelona doctor Gregorio Modrego estableció la Hermandad de la Virgen de la Merced, y en el curso de mismo año se quitaron las vestiduras de la imagen, para poder ser contemplada tal como la esculpió en el siglo XIV Pedro Moragas]. Me hice cargo de la restauración, pero, una vez en mi taller la imagen, enfermé gravemente con fiebres altísimas. En mi delirio me dicen que solo un nombre escapaba de mis labios: “Mercé, Mercé, Mercé…”.

Pese a que tenía el encargo desde el invierno, no pude empezar a trabajar hasta el mes de junio. El 23 de septiembre de 1939 entregaba la imagen. Ocurrieron muchas cosas mientras la restauré capaces de llenar un libro. Los barceloneses, al saber que estaba entregado a aquella labor, me asediaron. El taller se me llenaba de gente. Las mujeres me traían flores: “-Después, después”, les decía yo. Pero era inútil. El obrador parecía un jardín. Había en mi taller un clima de fervor, de expectación extraordinaria».

Veciana está en lo cierto. En todo el proceso de recuperación hubo ciertamente algo de milagro.

La Virgen tenía un pequeño desperfecto en la frente y le faltaba un brazo y las dos manos, todo lo cual fue encontrado casualmente, entre el enorme montón de escombros de la basílica.

[Hasta aquí el artículo de Llopis].

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