Martes, 23 de abril de 2024

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Vivir de amor

Vivir de amor

por Sólo Dios basta

Se acerca la Cuaresma, comienza la preparación a la gran fiesta de la Pascua, la Resurrección de Cristo Jesús después de morir por puro amor clavado en una cruz. Cristo lo da todo en la cruz, entrega su Cuerpo, derrama su Sangre y abre las puertas del cielo. Todo esto porque vive de amor y por amor a la humanidad. Es algo tan grande, tan desbordante, tan sobrenatural… Es meternos de lleno en el Corazón de Cristo para descubrir cómo ama Dios. ¡Dios nos ama! Y nos ama con todo su ser de Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Hijo, hecho carne, nos da todo. La Cuaresma nos ayuda a interiorizar lo que supone y es en sí misma la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Son 40 días de preparación para terminar abiertos de par en par al Amor vivo y resucitado. Pero hay que ir paso a paso. No podemos gozar de la gloria de la Resurrección si antes no pasamos por la agonía de la Pasión y la muerte atroz en la cruz.

Vamos a entrar en la Cuaresma. Este año tenemos una compañera de camino singular: Santa Teresita del Niño Jesús y la Santa Faz. Se cumplen 150 años de su nacimiento. Ella vive el amor de Dios como pocos en este mundo y nos lo deja grabado en sus escritos. Entre sus más de 50 poemas encontramos uno que nos puede ayudar a vivir mejor esta Cuaresma. El título ya habla por sí solo: Vivir de amor. ¿Qué es vivir de amor? ¿Es posible o es un sueño? ¿Qué consecuencias trae sobre nuestra existencia? Vayamos más adentro en la espesura de los versos para llenarnos de Amor.

Puede parecer algo muy difícil a simple vista, pero, si nos dejamos llevar por esta santa carmelita descalza, veremos que es tan fácil como tomar el Evangelio entre nuestras manos y leer esos capítulos preciosos de San Juan donde nos habla del amor de Dios a los hombres, de la vida de Dios dentro de cada ser humano y de la paz que nace de saberse habitados por Dios, y al mismo tiempo estar viendo a Dios en esa última cena donde nos deja su legado, su herencia, su Persona. A todo esto lo llama Santa Teresita la noche del amor. Esa noche dichosa donde Jesús se queda para siempre presente en la Eucaristía. Sin Eucaristía no tenemos nada, ni fuerza, ni alimento ni luz. Cristo nos habla directamente, como a sus discípulos, sin rodeos ni parábolas, sino de Corazón divino a corazón humano. ¡Ahí tenemos que entrar! Para eso es la Cuaresma, para acercarnos a un Corazón Sagrado que vive eternamente de amor y quiere que todos vivamos de amor. Todo empieza de noche y termina de noche. La noche del amor del Jueves Santo y la noche de la Pascua de la Vigilia del Sábado Santo. ¡Todo es gracia! ¡Todo es presencia de Dios! ¡Todo es luz! Si caminamos de este modo en la Cuaresma, veremos que al llegar a la noche del amor todo nos hablará al corazón, como experimenta Santa Teresita y  tantos otros que se han unido a Cristo desde la cruz del amor. Cruz, amor, entrega y… ¡al final Resurrección! ¡Metámonos en la noche del amor!:

1 “En la última noche, la noche del amor,
hablando claramente y sin parábolas,
Jesús decía así:

«Si alguno quiere amarme, que guarde mi palabra,
que la guarde fielmente. Mi Padre le amará,
y vendremos a él, moraremos en él,
será para nosotros una morada viva,
será nuestro palacio.
Pero también queremos que more él en nosotros,
lleno de paz, que more en nuestro amor.»”.

 

La santa de Liseux pisa tierra, no se queda por nubes de ideales, sino que nos enseña de verdad lo que es vivir de amor. Es saber que los momentos de gloria son algo pasajero, porque la gloria eterna vendrá después de pasar por el Calvario. Vivir de amor en la Cuaresma es reconocer que se está muy bien en el Tabor, y que un día llegaremos, si Dios quiere, a este encuentro para vivirlo eternamente. Pero ojo, lo verdadero y lo que no se puede negar ni evitar es la cruz, el sufrimiento, el destierro y todo aquello que nos prepara a subir con Cristo hasta el Calvario y saber que allí empieza una nueva vida. El camino está marcado por las huellas de Jesús que son profundas por el peso de la cruz. Esas huellas, unidas a Teresita, nos enseñan a valorar la grandeza de la cruz de Cristo. ¡Es un tesoro! Si, así es, la Cuaresma nos abre los ojos para descubrir el tesoro escondido en la cruz. Una vez que abracemos la cruz y pasemos por ella en el último suspiro, entonces el dolor de este mundo, ofrecido, entregado y entendido como parte de una vida de amor, dará paso al gozo de la eternidad; pero mientras llega este momento nos quedamos en este destierro que nos hace gustar la cruz para vivir de amor:

 

4 “Vivir de amor
no es en la cima del Tabor su tienda
plantar el peregrino de la vida.
Es subir al Calvario
a zaga de las huellas de Jesús,
y valorar la cruz como un tesoro...
En el cielo, mi vida será el gozo,
y el dolor será ido para siempre.
Mas aquí desterrada, quiero, en el sufrimiento,
¡vivir de amor!”.

 

 

Una cosa es saber lo que es la Cuaresma desde esta visión de vida de amor, y otra muy distinta el vivir de amor de verdad. No es una utopía ni una quimera, es un modo de vida que nos transforma y nos llena de gozo. Es un combate, hay que luchar; y la fuerza para seguir adelante es el amor, vivir de amor, como Santa Teresita. Es algo real, pero hay que darse del todo, sin medida, sin pedir nada a cambio en este mundo. Poner la mirada en el cielo y amar mucho para vencer en todo momento. No es cuestión de echar cuentas y hacer proyectos, sino de ponerse a trabajar en nuestra vida espiritual para que cada vez haya más presencia de Dios en el alma; así tendremos más ganas de amar al Sagrado Corazón que queda traspasado en la cruz. Nos damos a Él, a esa fuente de ternura, misericordia y amor. Según nos damos sin medida, más nos vaciamos de nosotros mismos y de lo que no es Dios para que pueda entrar hasta el fondo de nuestra alma para poder caminar más aprisa, con rapidez y avidez, porque nada nos pesa ni nos enreda la carrera que se presenta ante nuestros ojos: 40 días de fondo sabiendo que nos espera una gran fortuna. Es única, no se ve, pero llena el corazón para siempre; es algo sencillo de decir pero no tanto de vivir, es… ¡vivir de amor!:

 

 

5 “Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura
de que en amor el cálculo no entre!
Lo he dado todo al corazón divino,
que rebosa ternura.
Nada me queda ya... Corro ligera.
Ya mi única riqueza es, y será por siempre
¡vivir de amor!”.

 

 

 

Cuando la carrera termina y se llega a la meta, al Triduo Pascual, a la luz que no conoce el ocaso, todo cambia en un instante. Hemos muerto a nosotros para vivir de amor ayudados por Santa Teresita. La esperanza está puesta en la unión con el Resucitado. La libertad se consigue paso a paso, rompiendo con todo aquello que nos encadena a este mundo y no deja que seamos felices porque nos falta amor de verdad y vivir en plenitud. Todo esfuerzo tiene un fruto, una recompensa, que en este caso es Dios. Estar en Dios. Gozar de Dios. Amar y dejarse amar por Dios. Todo sobra porque todo se tiene: sólo Dios basta. Según discurre el tiempo, una Cuaresma pasa y otra llega, con el correr de los años, el amor nos va quemando por dentro, nos abrasa para hacernos uno con Él. Obra de estas maneras, es Fuego abrasador que enciende al alma con toda fuerza y poder. Así llega la unión y la visión, primero en este mundo, y luego en el cielo. Todo empieza una Miércoles de Ceniza y termina un Domingo de Pascua. Días de intensidad, de amor, de combate, de… búsqueda y deseo de Dios que sólo es calmado cuando uno sabe lo que tiene que hacer y pone todo de su parte para alcanzarlo. Es una opción de vida, una invitación, una puerta que se abre cada Cuaresma para mostrar un camino a recorrer: ¡vivir de amor!:

 

15 “Morir de amor, es ésta mi esperanza,
cuando vea romperse mis cadenas.
Mi Dios será mi recompensa grande,
otros bienes no quiero poseer.
Quiero ser abrasada por su amor,
quiero verle y unirme a él para siempre.
Este será mi cielo y mi destino:
¡¡¡Vivir de amor...!!!”.

 

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