Viernes, 26 de abril de 2024

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Hoja de reclamaciones

Hoja de reclamaciones

por Kairós Blog

Cuando hacemos un recorrido turístico por la historia, nos percatamos de un patrón de comportamiento que forma parte de la naturaleza humana: la queja. Es posible que se presente con diferentes aspectos y diversas tonalidades como son el lamento, la protesta, la demanda, el descontento y el disgusto, entre otros. Sin embargo, en todos los casos la queja supone siempre presentar nuestra hoja de reclamaciones propia.

Siempre me ha llamado la atención esa etapa de la historia de la salvación en la que el pueblo de Israel salió de Egipto y estuvo dando vueltas por el desierto durante cuarenta años. A lo largo de los siglos, los individuos y los pueblos han luchado por librarse de las opresiones que les hacían sufrir y conquistar una mayor libertad. Este sufrimiento de los israelitas llega al corazón de Dios, que conoce el clamor de los oprimidos. Él interviene y les ofrece el verdadero camino de la libertad por medio de Moisés.

Sin duda, se trata de una apasionante experiencia del gran amor de Dios; sin embargo, no está exenta de las continuas quejas del pueblo de Israel. A veces me he imaginado a Moisés como el director de la oficina de atención al peregrino que no alcanza a dar respuesta a cada una de las hojas de reclamaciones de los israelitas.

Cuando se encontraron entre el mar Rojo y la persecución de los egipcios, la primera gran queja no se hizo esperar:

Al acercarse el faraón, los hijos de Israel alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban detrás de ellos, quedaron sobrecogidos de miedo y gritaron al Señor. Dijeron a Moisés: «¿No había sepulcros en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto?; ¿qué nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te lo decíamos en Egipto: “Déjanos en paz y serviremos a los egipcios, pues más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto?”» (Éxodo 14,10-12)

Después de cruzar el mar Rojo y entonar el cántico triunfal que reconocía la gloria de Dios y su poderosa intervención, pasan unos pocos días hasta que llega la siguiente hoja de reclamaciones con su correspondiente queja:

Moisés hizo partir del mar Rojo a Israel, que se dirigió hacia el desierto de Sur. Caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Llegaron a Mará, pero no pudieron beber el agua de Mará, porque era amarga. Por eso se llamó aquel lugar Mará. El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a beber?» (Éxodo 15,22-24)

Después llegan los episodios del maná y las codornices que nos muestran el mismo patrón de comportamiento, en los que “la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad»” (Éxodo 16,2-3).

Más adelante nos encontramos con el famoso capítulo de Masá y Meribá, en el que de nuevo la sed y la falta de agua lleva a los israelitas a quejarse y a dudar de que el Señor estuviera realmente con ellos: “Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está el Señor entre nosotros o no?»” (Éxodo 17,7).

No cabe duda que el ser humano siempre es rápido para presentar su hoja de reclamaciones, a pesar de que una y otra vez sea testigo del poder y de la gran fidelidad del Señor. Necesitamos dar la vuelta a la hoja para descubrir lo mucho que se nos ha entregado y lo mucho que se nos ha confiado. Solo así vamos a ser capaces de vivir en una permanente gratitud que echa fuera la queja y la desconfianza.

¡Es una cuestión de fe! Cuando la liberación del Éxodo y el don de la tierra prometida no consiguen centrar nuestro corazón en Dios y en su Palabra, quizás necesitemos el destierro y el exilio para ser capaces de salir de nosotros mismos y de nuestros propios esquemas cerrados.

Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá (Lucas 12,48)

A la Iglesia de Jesucristo se le ha confiado la tarea de ser luz del mundo y llevar la salvación hasta los confines de la tierra (Hechos 13,47). Es mucho lo que se nos ha confiado y es por eso que no podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo en nuestra propia hoja de reclamaciones y quejas.

Como creyentes necesitamos volver a centrar nuestras vidas en Cristo para ser conscientes de lo mucho que está en juego: la salvación del mundo. Cuando sientas la tentación de presentar tu queja y tu hoja de reclamaciones, da la vuelta a la hoja y toma conciencia de lo mucho que se te ha entregado para que puedas llevar la luz de Dios a tantas personas que aún viven en oscuridad, sin esperanza y en la búsqueda de un horizonte de vida.

No olvides que la fe en Cristo es un don y también una responsabilidad. Debemos dar gratis lo que también nosotros hemos recibido gratis. El papa Francisco afirmó en la vigilia de Pentecostés del año 2013 que necesitamos “vivir el cristianismo como un encuentro con Jesús que me lleva a los demás, y no como un hecho social”. Si en verdad te has encontrado con Él y tu vida ha sido cambiada, el Espíritu Santo te llevará a los demás. Cuanto más centrada esté tu vida en llevar la luz de Cristo a los demás, menos centrada estará en ti mismo y en tus propias quejas.

 

Fuente: kairosblog.evangelizacion.es

 

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